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EXPEDIENTE PICASSO (parte 2)

IV ESTADO ORGANICO DEL TERRITORIO

 

Sistema defensivo del territorio.

El sistema defensivo del territorio ocupado estaba constituido en la fecha de los sucesos de autos, en su sección Norte, por una línea de posiciones que apoyándose en la costa en Sidi-Dris, (asentada en la margen izquierda del río Amekrán), bordeaba las cábilas de Tensaman, Tafersit y Benit-Tuzin en sus límites con las de Beni-Said y Beni-Ulixek, corriendo por Talilit, Dar Buimeyan, Annual, Igueriben, Izumar, Intermedia «B», Yebel Uddia, Intermedia «A», Tzayudait, Buhafora, Hamuda, Azru, Izen Lasen y Azib de Midar hasta el Kert y boquete de Midar en una extensión de 4o kilómetros, pasando por toda suerte de accidentes a través del abrupto territorio de su trazado, culminando en el Yebel Uddia, a 1.100 metros de altitud; haciéndose observar que en materia de cifras, no existiendo completa conformidad en los datos compulsados, se aceptan los contenidos en la carta provisional de la zona oriental del mapa militar de Marruecos, publicado por el Depósito de la Guerra recientemente.

El 20 de Julio fue establecida otra posición complementaria entre Annual e Izumar, que fue denominada «C», para asegurar más el camino de aquella posición, y aun el 22 fue proyectada y empezada a construir entre “B” y Yebel Uddia para cubrir el portillo de Beni-Asa, que la precipitación de los sucesos y caída del frente dejó en sus comienzos.

En Izen Lasen la línea se replegaba hacia el interior siguiendo hasta Cheif la dirección y margen del Kert, en extensión de unos diez kilómetros, y cruzando este río se internaba en Metaltza, siguiendo en su sección Sur por el pie: oriental de los montes Busifedaguen, por Ain Kert, Carramidar, dejando a su espalda Tamasusin y Ahesor, Haf, Tixera y Arreyen Lao hasta el zoco El Telatza de Ulad Bubker, para seguir por delante de los montes de Ben Hidur hasta Tazarut Uzai en el llano de Fetacha y proximidad de la zona francesa, en extensión de otros 32 kilómetros: en su totalidad 82, desde el origen de la costa.

 

Sectores que se delimitan en el frente ofensivo.

Por la estructura topográfica del territorio quedaban determinados en este frente tres sectores, cuales eran Annual, Drius y Telatza, punto de donde tomando nombro radicaban las cabeceras de sus respectivas demarcaciones, constituyendo los centros de apoyo de aquélla y de estacionamiento de las columnas móviles de los expresados trozos.

 

Circunscripciones militares y adscripción.

En Cheif estacionaba además otra columna avanzada, cuya situación céntrica permitía su traslación en el sentido que las necesidades de la defensa requiriesen, y en el territorio de Beni-Said, a retaguardia de la sección Norte, radicaba otra columna móvil que primitivamente estacionaba en Isafen sobre la

línea del Kert y luego fue trasladada a Kandussi, en la otra orilla del mismo río; en relación con la cual delimitación de zonas el territorio estaba dividido en cinco circunscripciones militares, asignadas a los cinco Cuerpos de Infantería de la guarnición, correspondiendo en el orden de sus números la de Drius al de San Fernando, la de Annual al de Ceriñola, la de Kandussi al de Melilla, la de Telatza al de África y la quinta de Nador a la Brigada disciplinaria, y los jefes de los cuales Cuerpos ejercían el mando territorial de las demarcaciones de referencia. Al folio 197 se une la comunicación de la Comandancia general del territorio de t6 de Agosto pasado, a la que acompaña :

1°. El estado de las posiciones en toda la región, mantenidas el día 28 de Julio, ya por guarniciones del Ejército, ya por puestos de Policía.

2 ° Croquis complementario de la zona ocupada el expresado día con la situación de las posiciones enclavadas en la misma y límite de las circunscripciones en que se hallaba dividida.

3.° Croquis de la distribución de las mías de la Policía en el territorio y límites de las cábilas en que ejercían jurisdicción.

 

Reséñase en dicho escrito la línea de posiciones que constituía el frente avanzado, en conformidad con lo que antes se deja expuesto, así como las de apoyo y seguridad de las diferentes demarcaciones territoriales, detallando en el cuadro del folio 199 su distribución por circunscripciones y designando, por último, las comunicaciones que relacionaban los puestos de la región. Con vista de su catálogo y plano anejo de la situación se forma idea de las posiciones que completaban el sistema defensivo, concurriendo el apoyo de los sectores de contacto, a asegurar el terreno de retaguardia y cubrir las comunicaciones indicadas, protección más nominal que efectiva, en la época de los sucesos, por su desguarnecimiento, según habrá ocasión de hacer observar, debido al llamamiento de las fuerzas a la línea avanzada distendidas por la misma desproporción de los avances.

 

Estado de fuerza y de situación de las tropas de la Comandancia.

Dicho conjunto de posiciones estaba guarnecido en los días críticos de los sucesos en la forma que acredita el estado de distribución de fuerzas del folio 329 con las aclaraciones de que hace mención el escrito de la Comandancia general de 24 de Agosto, con que se remite. El simple examen de la situación de posiciones con referencia al plano de territorio pone desde luego de manifiesto la defectuosa disposición de los centros que se califican de apoyo colocados en la misma línea defensiva y enlazados transversalmente a lo largo y proximidad del mismo frente con la línea general de las operaciones, en vez de ocupar posiciones céntricas retrasadas para no quedar de otro modo paralizadas y estar en medida de acudir a los puntos amenazados.

 

Línea de comunicación.

Abordaba la línea general de comunicación al frente en su centro, en Drius, sobre la izquierda del Kert, y estaba constituida por una carretera que por Nador, Zeluán, Monte Arruí y Batel, llegaba a aquel punto, con recorrido de 67 kilómetros, según el estado del folio 1.063. Este camino estaba doblado por un ferrocarril de vía estrecha hasta Tistutin, cuyo término quedaba, por consecuencia, a 22 kilómetros de Drius.

Desde este punto hacia el Norte podía hacerse el recorrido por camiones

en Ben-Tieb, desde donde últimamente era ya posible seguir a Annual y Buimeyan, pero sólo los ligeros de dos y media toneladas –folio 1.451 vuelto- y a media carga por pista, o sea camino carretero sin afirmar.

A Talilit y Sidi-Dris e Igueriben sólo había los caminos naturales del país, de herradura, cuyas malas condiciones en el curso de este resumen habrá ocasión de apuntar; por más que en la última posición citada hubiese sido llevada una batería de artillería ligera venciendo grandes dificultades. Sidi-Dris, al extremo de este ramal, prácticamente era atendida por vía marítima, por ser difícil el expresado sendero de su comunicación.

El camino de Annual, una vez pasado Ben Tieb y dejado el llano de Sepsa, se interna en los montes y desde el morabo de Sidi Mohamed se enfosca en las fragosidades del terreno, encajándose en un estrecho y largo barranco por cuyo fondo discurre tres kilómetros, dominado por ásperas laderas remontando con duras pendientes hasta los altos de                 Izumar -950 metros- para descender en lazos luego a Annual -496- y siguiendo también la estrechura de un barranco hasta recaer al entrellano. Al folio 450 se unen la descripción de este camino y la del de Annual a Igueriben y sus condiciones de tránsito, con los planos correspondientes, y el del frente ofensivo, y completan su conocimiento con el de las demás comunicaciones del territorio, las declaraciones del comandante de Ingenieros Pozo -folio 1.159-, director del servicio de Telegrafía y encargado de la conservación de caminos del territorio, con el plano de ellas unido -folio 1.162-, y la del comandante del mismo cuerpo Fernández Mulero -folio 1.451-, inspector de los servicios dependientes del Centro Electrotécnico, entre ellos el de automóviles.

Desde Drius podían también transitar los camiones a Cheif, Buhafora y Azib de Midar, así como al zoco de Telatza por Haman, Tamasusin y la cañada del Tizi Lao a lo largo del frente. Todos estos caminos, clasificados como pistas y que constituían el medio más general de comunicación, 480 kilómetros en total, se entretenían en el estado que consentían la estación y el terreno, quedando intransitables para aquella clase de vehículos, en caso de temporal de lluvias -folio 1.293.

Las posiciones de Metalza tenían comunicación desde Batel por pista, que por el Tizi Uidor, Sidi Yagú y Teniat el Hamara salían al Guerruao a la altura de llesaita y por Loma Redonda conducía al zoco. Este camino pasado Tizi Uidor, tiene un ramal que por la cañada de Quelatcha lleva a Haf. También desde Batel puede seguirse el camino que por Ich Usuga enlaza con la carretera de Ergada y por el Ankel-Yemel paso del camello -lleva a Afsó.

Una carretera, no terminada a la sazón, arrancando del kilómetro 9 de la de Arruit a Tistutin, uníase a dicho paso, y continuada por pista, segura a Afsó y salía al Guerruao para enlazar hacia Loma Redonda con la comunicación de Teniat el Hamara. Desde Monte Arrui, siguiendo una pista antigua, se puede enlazar con la carretera anterior.

De Batel un camino carretero afirmado conduce a Kandussi y Tisingart, y desde este punto, por pista, conducía a las posiciones del Mauro, guiando por Chemorra a Quebdani. La carretera de la plaza a Haddur y puente del Kert se prolongaba por camino afirmado a Kandussi, y de este punto había pista a Drius por Sidi Aisa Brusada y Dar Azugaj.

En Beni-Sidel existe la carretera de Atlaten a Is Hafen, y en Benibu-Gafar la de la plaza de Samma y pista desde esta posición a Ishafen.

La zona de Ulat Setut comunica con el Haraig por la carretera de Reyen y Zeluán, con la llanura de Sobra por la carretera, por Mujer Rechif al Zaio.

 

Medios de transporte.

En declaración del comandante Fernández Mulero -folio 1.451 vuelto- se da noticia del régimen del servicio de transportes, y se viene en conocimiento por ello de que con el destacamento de camiones pesados establecido en Drius se atendía al de Batel a Ben Tieb, y desde este punto, con los más ligeros, con carga reducida a tonelada y media escasa, se continuaba aquél a Annual. Conjuntamente concurrían al mismo las compañías de transporte a lomo de Intendencia y los convoyes de camellos contratados a elevado precio en el país.

 

Capacidad de tráfico de las comunicaciones.

Con respecto a la capacidad de tráfico de las comunicaciones, manifiesta dicho jefe que sus vehículos como los similares de Artillería e Intendencia, que todos cooperaban a las exigencias recíprocas de los servicios y a las evacuaciones del frente, estaban en frecuente reparación por consecuencia del mucho trabajo a que estaban sometidos, puesto que además de rodar con frecuencia sobre caminos militares sin firme y con grandes y largas pendientes, que llegaban al aiz por cien en el de Annual y aun Teniat-el-Hamara, hacían un trabajo tan constante, que no daba lugar a acudir con oportunidad a las reparaciones; entendiendo que para haber podido satisfacer cumplidamente las necesidades circunstanciales del Ejército hubiera sido indispensable un número cinco veces mayor de camiones; lo cual da la medida de las necesidades de esta índole de alargar desmedidamente, cual se pretenda, la línea de operaciones sin preparación conveniente.

Pero mejor que estos datos dará idea de las dificultades materiales del territorio la declaración del teniente de Artillería Gómez López -folio 831-, exponiendo que, si bien habían subido a Annual, Talilit e, Igueriben baterías ligeras, siempre había sido venciendo grandes trabajos y enganchando hasta siete parejas; lo que explica, en su concepto, que no se intentase retirar el material de la segunda ligera destacada en Annual, al efectuar el abandono de este campamento, (o sea que las baterías ligeras se abandonaron en Anual y no se llevaron en la retirada, como era de suponer) cuyo camino reconoce recorría trayectos muy escabrosos bajo la constante amenaza de las dominaciones le demandaban, desde donde al enemigo era fácil batirlo y cortarlo. De Izumar al Morabo, muy especialmente, iba el camino encajonado en el fondo del profundo y áspero barranco que se ha dicho, cortado además por otros y por caseríos que militarmente dificultaban su tránsito -folio 499 vuelto-. Al folio 1.299 se une un croquis de la parte del camino a su paso por las proximidades de Izumar.

Desde Annual a Talilit el camino era también de difícil tránsito rodado, por los barrancos que le cortaban; hasta el punto, según manifestaciones del precitado teniente Gómez López, de que la batería ligera que concurriera a la ocupación tuviera necesidad de rodearlos; en uno de los cuales barrancos, aun enganchando siete parejas y pasando las piezas una a una, estuvo aquélla detenida tres horas, sola completamente, entregada a sus propios elementos, no pudiendo por ello llegar a tomar materialmente parte en la operación, que, por lo demás, se hizo sin resistencia.

De Talilit al mar, el camino era francamente intransitable, como continuación militar de cuenta.

Confirma el teniente coronel jefe de la Comandancia de Intendencia, Fontán, al folio 955 vuelto, que el servicio de suministro encomendado a sus unidades de Ben Tieb a Annual se efectuaba, en parte, a lomo, por las malas condiciones del camino y fuertes pendientes del mismo, siendo aún peor, bajo este aspecto, en el tramo de Izumar a Annual, por lo que el servicio de la compañía montada de Ben Tieb era penosísimo, habiendo que llevar tirantes para ayudar a brazos a los carruajes, a fin de impedir que se despeñasen, por lo que cada convoy rodado era a costa de esfuerzos extraordinarios.

 

Posiciones de sostén de la línea principal de comunicación.

Sostenían la línea general de comunicación y única con la sección Norte del frente; mejor se dijera, debían haberla sostenido las posiciones que la jalonaban, si estas posiciones hubiesen estado guarnecidas, abastecidas y preparadas para su función en los días críticos de los sucesos. Mas, a tenor de la comunicación de la Comandancia general -folio 382-, no existían órdenes en previsión de repliegue (o de forzoso abandono de posiciones), como eventualidad no prevista, aduciendo en apoyo la cita de los hechos que precedieron a la evacuación de Igueriben y Annual; y, como dice el teniente coronel de Estado Mayor Dávila, al folio 1.295, aun cuando existían sobre las líneas de comunicaciones posiciones que las vigilaban, fueron reduciéndose al mínimo posible, en relación con el estado de tranquilidad y confianza que iba mereciendo el territorio; confirmando con ello el desguarnecimiento al límite que podrá ser apreciado.

En resolución : la línea general de comunicación se apoyaba en los puestos más o menos afirmados, sobre ella situados, de Nador, Zeluán, Monte Arruí, Tistutin y Batel, con el fortín dominante de Usuga y Dar Drius, flanqueada en su último trayecto, a la derecha, por Busaga Y dar Azugaj, y a la izquierda, por Uestia Haman.

 

Cábilas aledañas a la línea de comunicación.

Sobre la derecha de esta comunicación se asentaban las cábilas de Beni-Buifrur y Beni-Sidel, y al final de su recorrido, las de Beni-Said y Beni-Ulixech, con el sistema de posiciones que cubrían su quebrado territorio del lado allá del Kert, y sobre la izquierda se extendían las cábilas de Quebdana, Ulad Setud y Beni-Buyahi, con la llanura de El Garet y Metalza, dilatada al Sur por el llano del Guerruao.

 

Posiciones que protegían la red de comunicaciones.

El camino de Annual, discurriendo entre los abruptos montes de Beni_Ulixech, estaba asegurado por la posición de Ben Tieb y protegido por su flanco externo por las constitutivas del propio frente, intermedia «A», Yebel-Uddia; intermedia “B”, Izumar e Igueriben, y por su parte interior por Dar Mizian, cabecera de la 13ª mía de Policía, Yemaa de fiador, con su avanzada de Halaud, Morabo de Sidi-Mohamed y Mehayast, en la cima culminante de los montes comarcanos, a 1.150 metros de altitud. En dirección al Amekran adelantaba su acción Buimeyan.

El camino de Midar estaba protegido por las posiciones de Cheii. Azib de Midar e Ifen Lasen. El de Batel al zoco el Telatza, por los puestos de Policía de Sidi Yagut, Teniat el Hamara y Mesaita y posiciones de Loma Redonda, Sidi Al¡ y Ben-Hidur; la carretera de Ergada estaba vigilada por los puestos de Policía de Ich Usuga, Ergada, Arneb y Afsó; el camino de Arruí a El Haraig, protegido por las posiciones de Arrof y su avanzada de Trigotrin y Sidi-el-Bachir; la de Reyen por los puestos de la Policía de Nebs, Sidi-Sadik, Karn-Sba y Hasi-Berhan, y la del Zaid por el de Muley Rechid.

La carretera del puente del Kert estaba custodiada por los puestos de Policía de Tauriart Hamed, cabecera de la 5ª mía, Kaddur y el del mismo puente; la de Ischafen, cubierta por su cabecera por esta posición, y la de Sammar, atendida por este fuerte de su nombre, y el puesto de Policía de Yazanen y algún otro, ya más adentro, en la península de Tres Forcas.

 

Elección y asentamiento de las posiciones.

Examinando en conjunto la situación de las posiciones del territorio, dice el comandante de Ingenieros Alzugaray -folio 1.122 vuelto-, que por punto general, las establecidas del Kert en adelante no respondían a necesidades militares verdaderas, ni estaban elegidas por la Comisión que marcan los Reglamentos, sino que respondían sólo a meras consideraciones políticas, y reducidas, como regla común, a todas ellas a un abastecimiento precario de agua. Considera que las posiciones de retaguardia carecían de elementos para constituir puntos fuertes de apoyo, sin víveres, municiones ni fuerzas proporcionadas, no estando preparadas, por tanto, para cumplir su misión.

El coronel comandante principal del precitado Cuerpo, López Pozas, dice, al folio 1.130, confirmando lo antes manifestado, en cuanto a la elección arbitraria de las posiciones, que la Policía era la que aconsejaba su situación y, en casos, determinaba su precisa colocación, y dentro de estos obligados factores procuraban las tropas de Ingenieros acomodar las posiciones a las posibles condiciones defensivas. Así ocurrió con las posiciones de Annual, Uddia y Mehayast, que fueron las primeras ocupadas en los límites de Beni-Ulixech, con el exclusivo fin de incorporar, dice, esta cábila al territorio sometido, aproximándonos a Alhucemas, sin reparar en las dificultades naturales del terreno y, consiguientemente, en lo precario y peligroso, de las comunicaciones, y que una vez traspasado dicho límite se encontraba la difícil barrera de los montes de Tensaman, separándonos de la cuenca del Neckor; omitiendo dicho jefe otra circunstancia esencial, y es que como las posiciones se elegían, cual dice, en la mayoría de los casos, con objeto de proteger puntos de algún interés particular, resultaban algunas dominadas dentro del alcance eficaz de tiro, y esto obligaba a ocupar otros puestos accesorios para garantía de su seguridad interior o para relacionarlos óptimamente -Talilit-, multiplicando así las posiciones y la disgregación de las fuerzas, sin reparar en lo precario de la situación de los destacamentos.

Intrínsecamente consideradas las posiciones, las juzgaba lo suficientemente defendidas contra el enemigo que hasta entonces pudiera atacarlas, consistiendo su debilidad mayor en el alejamiento y dificultad de la aguada de casi todas ellas. Explica que las posiciones careciesen de aljibes, porque no existiendo en ellas edificaciones con cubierta que - pudiesen recoger las aguas en condiciones de limpieza, no era conveniente recibir las procedentes del suelo. A esto debe hacerse observar que, según resulta de las declaraciones atinentes, allí donde había dichos aljibes, como eran Samar y Karn Ziacha, que se recuerdan por ser construcciones de fábrica, el agua de ellos - era impotable, seguramente debido al descuido de su entretenimiento y limpieza. Así es que las posiciones, aparte su escaso valor intrínseco, obligadas indefectiblemente a ser abastecidas de agua o a surtirse de ella en las aguadas habilitadas para ello, sin preocupación de distancias ni situación, facilidad ni posibilidad contingente de efectuarla, tenían que caer ineludiblemente y en cuanto el enemigo se lo propusiera. Aisladas algunas en alturas incomprensibles, sin repuestos suficientes, sin esperanza de auxilio exterior, constituidas prisioneras, por así decirlo, de los naturales, hubieron de caer cuando les faltaron los ordinarios recursos y el enemigo, hecho cargo de su debilidad, las asediara, atacándolas en el punto más vulnerable, de la privación de agua, con la interceptación de toda comunicación exterior.

Se ha seguido respecto de este punto el criterio sistemático de hacer preceder al examen de las vicisitudes de cada posición la reseña de su asentamiento, constitución defensiva y estructura, de sus repuestos; recursos ordinarios y el alejamiento, situación y posibilidad práctica de sus aguadas, y podrá comprobarse que desde medio a treinta y ocho kilómetros -zoco el Telatza- se aprecia toda la escala inverosímil de distancias, y aun situadas algunas en la dirección del mismo terreno enemigo y a merced, por tanto, de su arbitrio; con la circunstancia, cual dice el teniente coronel Fernández Tamarit -folio i.zoo-, con respecto al Zoco, que a esta posición se traía él agua de los pozos de Ermila, a la expresada distancia, en dos auto aljibes de 2.000 litros, que en verano podían hacer dos viajes, pero que en invierno sólo hacían uno, y del Zoco había luego que suministrar 21 posiciones dependientes, algunas, como Haf y Tasarut Usa¡, distantes ig kilómetros de dicha cabecera, a las que se enviaba el agua cada día en camellos, que solían llegar con las cubas mediadas.

Como algún testigo ha indicado, y si no fuera paradójico, pudiera repetirse por lo gráfico, todo el sistema defensivo del territorio estaba dispuesto y preparado para la «paz».

 

 

 

Negligencias reveladas y juicios del sistema defensivo del territorio.

El Mando, ya se ha dicho, y lo corroboran otras declaraciones que es ocioso aducir, se consideró siempre desentendido de la observancia de prescripciones reglamentarias en cuanto a la asistencia de informes técnicos llamados particularmente a asesorarle, en cuanto suponían trabas; y la confianza, rayana en la ofuscación y el descuido de aquellas medidas de natural previsión, ya que no aconsejadas por principios elementales de técnica militar, a no ser guardadas u observadas, daba fundado motivo a esperar los funestos resultados de su omisión.

Dice el comandante de Estado Mayor señor Fernández -folio 813- que, en su concepto, en la organización militar del territorio se había eliminado toda previsión de un levantamiento de las cábilas; pues, para hacer frente a la situación que produjera una insurrección, era menester que cada posición hubiese estado organizada de una manera más adecuada para resistir; es decir, dotada de aljibe, que no había en ninguna, y depósito de víveres y municiones, proporcionado a la resistencia que hubiera de rendir; además de una guarnición adecuada en número, que no en todas había. De haber contado con semejante organización, la tarea de las fuerzas móviles con que en un plazo más o menos largo se hubiera contado hubiera hecho relativamente fácil el restablecimiento de la situación. Las fuerzas móviles de que se disponía en el territorio para socorrer las posiciones estaban en su casi totalidad concentradas en Annual, y al ser éstas dispersadas, faltó uno de los dos elementos en que se debe basar la ocupación del territorio y que complementa el sistema de puestos fijos.

Cabría agregar a las anteriores consideraciones, entre paréntesis, para no adelantar los acontecimientos, que las dos columnas móviles que aún quedaban en el territorio, la de Kandussi-Kebdani y la de Telatza, se redujeron a la impotencia en presencia del movimiento insurreccional en circunstancias que a su tiempo podrán ser apreciadas. Y si faltaron las fuerzas móviles, faltó con mayor razón la reserva general, de que se carecía; faltó apoyo, cuando todo fue arrollado en Annual en la primera línea.

Por su parte, el coronel Riquelme, jefe de las tropas de Policía, dice, al folio 1.784 vuelto, que desde la campaña de 1909 hasta el pasado desastre del mes de julio último, se ha seguido en las tres zonas del territorio del Protectorado el mismo sistema de ocupación: gran número de posiciones diseminadas, bien en el llano, bien las lomas o puestos en las montañas; quedándonos el dominio militar de las cábilas, se creía asegurar la adhesión de ellas; y la seguridad un los movimientos de nuestras fuerzas en el territorio, as' como el desenvolvimiento de intereses comerciales y agrícolas al amparo de dicho dominio. Además existían columnas más o menos fuertes en lugares apropiados y céntricos para acudir adonde fuera necesario; pero, desde luego, de efectivos muy desproporcionados con la gran extensión del territorio, que iba adquiriendo la cada vez más merced a los avances rápidos y extensos y a la multiplicidad de posiciones, secuela de los avances.

En cuanto a seguridad intrínseca, puede afirmarse, dice, que si bien había bastantes que reunían aceptables condiciones defensivas ante un enemigo sin artillería, otras eran francamente malas desde el punto de vista de su asiento y débiles defensas en relación con la simplicidad de su estructura, como con amplitud analiza. Respecto a conexiones y enlaces, continúa, las posiciones del territorio de Melilla, especialmente las de la línea avanzada, estaban algunas dispuestas para protegerse mutuamente con el fuego de la artillería o infantería en algunos casos; pero la gran extensión del frente hacía que se dejasen soluciones de continuidad, que aprovechaba el enemigo para producir ataques o agruparse para hostilizar los convoyes que fatalmente tenían que pasar por puntos precisos y cuya defensa hubiera sido imposible, por lo numeroso de los lugares favorables para el acecho del enemigo.

La pobreza de medios de transporte tenía por efecto natural que repercutir en el abastecimiento de las numerosas posiciones, especialmente en lo que al agua se refiere, determinando el que su provisión emplease gran número de hombres; y esto tenía que hacerse todos los días, por la falta de aljibes o depósito para contener una reserva de agua.

Asimismo resume estas condiciones de aislamiento de las posiciones y la falta o penuria de medios materiales de vida el teniente coronel de Regulares Núñez de Prado, al folio 392 ; y el teniente coronel del regimiento de Melilla, Vera, relacionando la acción de las fuerzas de su cuerpo con la situación particular de las posiciones para explicar cómo se hubiesen comportado frente a los sucesos, dice -folio 892 vuelto- que el proceder y conducta observados por la oficialidad y tropa del regimiento han sido los impuestos por las circunstancias, debido a la gran extensión del territorio encomendado a la custodia del mismo, y carecer las posiciones de víveres y de agua para una resistencia prolongada; pues se daba el caso de que posiciones guarnecidas por 25 hombres, como la de Ras Tikermin, tenía que hacer la aguada diaria en Tauriart Haman, distante seis kilómetros; el suministro de Intendencia, en Ishafen, a ocho, y los demás comestibles, en la cabecera de la compañía en Teberdin, situada también a ocho kilómetros. En las cuales condiciones, que no constituyen excepción, procedieron, a su juicio, conforme manifiesta, como correspondía.

Agrega el coronel Riquelme más adelante en su declaración –folio 1.78- que no se crearon núcleos de resistencia en lugares previstos de antemano; antes bien, fueron debilitándose los puestos de apoyo que formasen líneas sucesivas de defensa, para en caso de repliegue de la avanzada, por el casi desguarnecimiento de los mismos y por la creación a sus inmediaciones de poblados, centros comerciales y agrícolas, construidos sin guardar restricciones militares, y cuya extensión y mala disposición imposibilitaban en grado extraordinario su defensa. Esto ocurría en Nador, Zeluán, Monte Arruf, Zoco de Arbaa, etc. Las reservas móviles no pudieron emplearse porque sólo se pudo atender, por los reducidos efectivos y extensión del territorio ocupado, a tener reservas parciales de sector; eso venían a ser las débiles columnas situadas en los campamentos de Zoco el Telatza, Kebdani, Annual y Drius; pero la gran distancia que las separaba, mayor de una jornada de infantería, hacía ilusoria su cooperación, ya que se oponían entre estos centros de reserva abruptas montañas, pasos de ríos y largas distancias de largos caminos.

Abunda en esta misma opinión el teniente de Artillería Gómez López, al folio 381, al comentar que la caída de Igueriben hacía pensar que la misma suerte correrían las demás posiciones, por su escasez de medios de resistencia y su situación aislada, así como por la dificultad de auxiliarse las unas a las otras y estando concentradas todas las fuerzas móviles disponibles en Annual. Insistiendo en estas fundadas apreciaciones, dice el capitán de Policía Fortea, al folio 484, que, salvando todos los respetos, su opinión personal es que han contribuido a la incapacidad de la defensa del territorio apreciables causas, entre las que puede citarse la rapidez de los avances efectuados, que no ha dado lugar al afianzamiento y consolidación de la ocupación; por otra parte, que las fuerzas disponibles no estaban en relación con el territorio ocupado, habiendo obligado esto a reducir y desguarnecer algunas posiciones de retaguardia para reforzar las más avanzadas, sin llegar a conseguirlo, porque la primera línea se consideraba débil y constituida por posiciones que, debido a lo abrupto del terreno, penuria de comunicaciones y distancias, estaban reducidas a un aislamiento peligroso (faltaba el apoyo de una segunda línea, como el de columnas móviles para acudir en su auxilio en caso necesario).

Presintiéndose en tal situación, por todos los oficiales, que por la manera

imprevisora de ordenar del Comandante general ocurriría algún serio contratiempo, y en este caso, la falta de una segunda línea no permitía prever las consecuencias de un revés... El suministro de las posiciones era difícil, porque en muchas había de hacerse por sus propios destacamentos; se carecía de repuesto de agua, estando las aguadas en algunas ocasiones a grandes distancias; todo esto constituía un estado de defensa precaria de las posiciones que determinaba una anormalidad que se compadecía mal con la precipitación impresa a las operaciones que se pretendía llevar a fin de verano en Alhucemas.

 

 

Síntesis de la situación.

En suma: de todas las anteriores reflexiones se adquiere la impresión de que deshecha cual quedara la resistencia del núcleo principal de fuerzas concentradas en Annual, y cundiendo rápidamente la insurrección por todos los ámbitos de la región; inmovilizadas las agrupaciones activas restantes en su inacción o impotencia, como las guarniciones de los puestos fijos, y paralizada la frágil organización del territorio, quedaron ipso facto interrumpidos los precarios servicios de todas las posiciones, con cesación de los suministros y aguadas, diarios o imprescindibles, y como carecían de medios propios para prolongar la resistencia, faltando absolutamente el Mando y los elementos que hubieran podido restablecer de momento la situación, en la desorganización y abandono preexistente, sobrevino lo que de modo inevitable tenía que suceder, y las posiciones todas, privadas por completo de auxilio exterior, se vieron en la necesidad de someterse al apremio de la situación, unas, haciendo abandono de los puestos; otras, mediante capitulación con el enemigo, que en todos los casos faltó alevosamente a ella; las menos, tratando de abrirse paso por la fuerza, y sucumbiendo todas de igual modo, aunque estas últimas respondiendo honrosamente a los dictados del honor militar.

 

 

Dice el teniente coronel de Infantería Fernández Tamarit, al folio 1.2o5, haciendo un rápido examen de la situación moral y material del territorio, que la pobreza de medios era grande: en Annual, base futura de un avance, no había hospital de campaña, sino dos malas tiendas tortugas.

El día 16 de junio hubo numerosas bajas, y para su transporte tuvo el declarante que prestar todas las camillas del 3ª de África y iSo hombres que las llevaran hasta Izumar; muchos días faltaba leña y había que comer ranchos en frío; otros días escaseaba el pan o las raciones del ganado, y los elementos sanitarios eran deficientísimos en Annual; y en alguna posición que otra, nulos. En resumen: hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y, no prever nada y de nuestro exceso de confianza; y todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad, que el país tiene el derecho de exigir a todos; porque si es cierto que autoridades e incluso ex Ministros han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente, y que el Mando ha felicitado por los resultados alcanzados, que después se desplomaron como un castillo de naipes, no lo es menos, por desgracia, que la oficialidad, en su misión de preparar el instrumento que ha de usarse para combatir, ha olvidado que cuando por medios que podrán tener excusa, pero que eran graves, obtuvo ventajas materiales, prometió solemnemente dedicar todos sus esfuerzos, en primer término, a mejorar la condición del soldado y la capacidad del Ejército, y ha dejado incumplida esta promesa, en perjuicio de la Patria, que necesita, no un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz, porque en la guerra no se aprende nada.

Todo este cuadro lamentable de falta de medios y preparación al resumir, cuyos pedidos de elementos la Comandancia general los subraya y realza con tinta roía -folios 561 y siguientes-, y que en otras circunstancias sería de hacer notar su desatención, prueban a contrario sensu, en opinión de este juzgado, cuánta temeridad no encerraba, a conciencia de su falta, comprometerse en aventurada empresa sin justificado mío de su realización en el juicio del Alto Mando.

 

Desempeño de las funciones de mando en el territorio.

Indicado queda que el territorio se hallaba repartido en cinco circunscripciones, asignadas, respectivamente, a cada uno de los cinco Cuerpos de Infantería de la guarnición, y cuyo mando asuman nominalmente los jefes principales de ellos; y se dice nominalmente porque en la práctica no lo ejercían, sino por modo eventual, y en el momento crítico de los sucesos.

Salvo algún caso de evicención, que habrá ocasión de acreditar ninguno de aquellos jefes se hallaba al frente de su demarcación ni al mando de sus tropas. Se ha dicho repetidamente en diferentes lugares. Porque la idea es la misma, y fuerza es aquí recapitularla una vez mas, lo expuesto con este motivo al Ministerio de la Guerra en 21 de Octubre folio t.4o3 vuelto-, y al Alto Comisario en 3 de Noviembre siguiente (folio 1.549), y en algún otro lugar al resumir las conclusiones de este expediente. Existía una orden de la Comandancia general de  Mayo de 1920, dictada a raíz de la incorporación a filas del reemplazo de aquel año, en que, con ocasión del período de actividad que impone a la instrucción de los reclutas, se establecía la obligación de los coroneles jefes de circunscripción de residir en ella veinte días de cada mes, pudiendo bajar a la plaza los diez restantes, previa autorización competente para el despacho de los asuntos interiores del Cuerpo, si bien esa orden no se cumpliese exactamente por tolerancia y con anuencia del propio Comandante general, por cuanto al conceder dicha autorización, sin guardar por su parte el precepto, tácitamente asentía a la estancia más frecuente en la plaza sin sujeción estricta a la norma por él marcada. Se deja entender bien que esta orden, dictada para un período de cierta actividad, que consintiese alguna b._lignidad en épocas normales, eu al ambiente de paz disfrutado, no deba ni pueda inobservarse en los períodos de anormalidad; con todo, se ha pretendido cohonestar la abstención, como atestiguan las declaraciones de los jefes interesados, alegando !a circunstancialidad de dicha orden y en relación con las exigencias inherentes al gobierno interior de los Cuerpos.

Reta, pues, la normalidad en el campo desde la caída de Abarrán repitiendo los argumentos-; registradas frecuentes agresiones en el frente ofensivo; dispuestos movimientos y concentraciones de fuerza hacia la línea avanzada, a tenor de lo que resulta de los diarios de operaciones -folios 585 y siguientes- ; acordado por el Comandante general que se constituyesen en Annual, alternando por quincenas los coroneles de los regimientos de Caballería y mixto de Artillería, ausente con licencia en la Península el de Ceriñola, a quien correspondía el mando de la circunscripción dando con ello claro indicio de que las circunstancias aconsejaban la observación puntual de la medida, y declarado en franca y enérgica hostilidad el enemigo con intermitencias desde primeros de junio con sus ataques a la línea avanzada de posiciones de Buimeyan a Annual e Igueriben, sin poderse prever la crisis, de hecho había quedado un estado excepcional de guerra en el territorio para interrumpir las prácticas consentidas en el de paz, ya que no por prevención expresa del Mando, sin otro requerimiento que la gravedad de las circunstancias y el natural estímulo de estar en el campo la totalidad de las fuerzas disponibles de las unidades, como puede verse por el cuadro de situación. Atento a ello, el coronel de Intendencia Riquelme, al lobo 1.975 de su declaración, luego de enumerar las regias a que los jefes habían i:_ ,;stars en el loando de la circunscripción, y por más u que comprende las atenciones peculiares del jefe de Cuerpo y aunque las posiciones se consideraban como “destacamentos” reconoce que, dentro de la facultad discrecional que concediera el Comandante general en junta de jefes, en la observancia de la orden al principio dictada, de modo que los coroneles estuviesen sin sujeción a ,lías, hico e 1 el canana,,, i,irr1 en la plaza, según las necesidades lo exigieran, sienta que “con ella tenía el jefe la libertad de atender en todo momento al cometido más urgente, permaneciendo en los puntos en que su presencia era necesaria, como responsable de la buena marcha de su regimiento”; y es obvio que en campaña , sin género ninguno de duda, el puesto del coronel es con la fuerza en operaciones, máxime hallándose todas las del Cuerpo, como estaban, empleadas en funciones de guerra, sin que debiera estorbar tal misión en dichos momentos el detalle del interior gobierno.

Lejos de esto, los coroneles no se consideraron ni oficial ni moralmente

obligados a ponerse al frente o en contacto con sus tropas, compartir con ellas los compromisos de la situación o levantar su moral hasta que expresamente les fue mandado, y en tan corta medida ejecutado, que no acreditan el mejor espíritu , como del curso de los sucesos o de sus declaraciones mismas se desprende . Así, el coronel del regimiento de Melilla D. Silverio Araujo Torres, se presenta en Kandussi el mismo 21 de julio, noche, para tomar el mando de la columna que en la madrugada del 22 debía salir de Kebdani para la desembocadura del río Salar -folio 540.

El coronel del regimiento de África recibe el 23, de madrugada, orden de dirigirse a Batel, donde debía esperar al general Navarro para recibir sus instrucciones -folio 31z-. Llega a dicho punto; se limita a comunicar telefónicamente con dicho general, en Drius y con el zoco El Telatza, cabecera de su circunscripción, y sin aguardar al expresado general ni a las fuerzas de su Cuerpo en retirada, regresa a la plaza pretextando motivo de enfermedad, según declara.

 

 

 

 

 

El coronel del regimiento de San Fernando, D. Enrique de Salcedo Molinuevo, conforme a su declaración, se encontraba enfermo en aquellos días -folio 654.

El teniente coronel de la brigada disciplinaria, D. Francisco Pardo Agudín, se incorpora a Nador en la mañana del 23-1olio 512-, pues tampoco residía en la circunscripción.

El teniente coronel de las tropas de Ingenieros, D. Luis Ugarte Sáinz, sale para inspeccionarlas, según declaración del folio 1.362, en la mañana del 23, y atento a ella, no pudo pasar de Batel, por manifestarle estar interceptado el camino por el enemigo; y en el propio caso se encuentra el teniente coronel jefe accidental del regimiento de Ceriñola, D. Manuel Ros Sánchez-folio 1.367.

De todo lo referente a la conducta de estos jefes, quedan librados y remitidos al General en jefe del Ejército en África los oportunos testimonios, como figuran a los folios 1.548, 1.590, 1.629, 1.662, 1.879 y 1.941.

El coronel de Ceriñola, D. José Riquelme y López Vago, estaba ausente en la Península, cual queda consignado. Y descendiendo en la escala del mando, hubo asimismo de exponer el juzgado a dicha autoridad, entre otros escritos, en los de 12 de Enero último -folios 2.120 y 2.124- que, aceptando el hecho de sistema de turno de mandos establecido como norma por la Comandancia general y la composición arbitraria de columnas con compañías tomadas de los

diversos batallones de cada regimiento, en virtud de les cuales inorgánicos principios, el mando no se ejerce por los jefes naturales en casi ningún caso, prescindiendo de la continuidad conveniente de su función, sino que se desempeñaba temporal y alternativamente, puede explicarse, ya que no justificarse, el hecho anómalo de que, estando la totalidad de las fuerzas de los Cuerpos en el campo, permanecieran los jefes fuera de turno -en descanso en la plaza- cuando desde t0 de junio se estaba en período activo de operaciones en el territorio, considerándose desintegrados de sus mandos propios una vez cumplidas sus temporales acciones; pues que tampoco se consideraba obligado, ni por principio orgánico, ni como asistencia al mando, asignar a las columnas importantes segundo jefe.

Dice el teniente coronel Fernández Tamarit acerca de esta práctica Viciosa -folio L.zoq-: “Tal vez pueda tener influencia en el estado de las fuerzas el sistema que se seguía para el mando. En un regimiento, por ejemplo, un par de batallones estaban repartidos en destacamentos de compañía y sección; el otro, en columna. Los coroneles Permanecían en la plaza; cuando se iba a efectuar alguna operación, subían a tomar el mando de sus columnas, y terminada la operación, regresaban a la plaza. Los tenientes coroneles y comandantes alternaban cada diez o quince días en el mando de la fuerza de la columna, a veces sin llevar segundo jefe, con lo que los capitanes y oficiales de columna o posición pedían y obtenían permisos que daban lugar a que de ordinario hubiera dos subalternos o un capitán y un subalterno por compañía de columna o posición destacada, con perjuicio evidente de la instrucción y espíritu. El declarante hizo cuanto pudo al ser destinado al tercer batallón “nutrido con voluntarios” para permanecer siempre con él en el campo con su segundo jefe, y no pudo lograrlo oficialmente, porque a ello se opuso el Comandante general; pero particularmente logró estar el mayor tiempo posible, y desde luego, en las ocasiones en que por ausencia de su coronel ha interinado el mando del regimiento, lo ha hecho siempre desde el campo, por creer que así convenía al servicio y al espíritu de las tropas, ya que el ejemplo es el principal instrumento del mando.

 

Lo propio ocurría con las demás Armas y Cuerpos: las baterías de posición tenían un solo oficial, y en Tazarut Uzai hubo a veces un sargento; los jefes de Estado Mayor de las columnas se nombraban la víspera de salir éstas, y era dificilísimo que en dos operaciones distintas fuera con la misma columna el mismo jefe. Y esto que se dice más determinante de las fuerzas de Infantería, se aplica de igual modo a las otras Armas y Cuerpos, cual se pone de manifiesto en las comunicaciones insertas en el expediente, en relación con las atenciones personales observadas. En artillería de campaña, los jefes de grupos orgánicos turnaban en el mando de las agrupaciones incidentales de unidades de esta Arma; en la de las posiciones no había sectores delimitados para su mando; en Ingenieros, la ejecución técnica de los trabajos estaba repartida bajo la dirección de los comandantes de grupos de Zapadores, en dos sectores denominados del Kert y del Muluya; pero cuando todas las unidades de este instituto se concentraron en Annual, por las necesidades derivadas del curso de los sucesos y aun actuaban estas tropas como meras fuerzas combatientes, se acudio también al cómodo y socorrido turno de mando, y así en lo demás, atento al pormenor de detalles que se recogen en el expediente y sería prolijo compilar; pero se hace observar que en las declaraciones se ha procurado dejar consignado el personal de oficiales ausentes de las posiciones y columnas en los momentos culminantes de los sucesos, por cuyo medio y otros antecedentes, se han fijado hasta el límite de lo posible, dada la escasa asistencia de los jefes de los Cuerpos para este esclarecimiento, las abstenciones observadas en la oficialidad y que se resumen en las comunicaciones dirigidas al General en jefe del Ejército, insertas en la pieza décima de este actuado, especificadas por Cuerpos folios 2.120, 2.124, 2.129, 2.1'32, 2.136, 2.137, 2.138, 2.141, 2.143, 2.145, 2.156 y 2.162.

Era natural y consiguiente que las abstenciones observadas en los jefes trascendiesen a las escalas inferiores con la aquiescencia y tolerancia de los mismos. Cuidado fue, pues, de este juzgado informarse de las causas de no haber salido de operaciones el personal que los días críticos hubiese permanecido en la plaza, y con presencia de los informes dados por los Cuerpos, analizarlas y consignar su juicio crítico, y hacer observar el estado decadente de salud apreciado dichos días, como se recoge en las precipitadas comunicaciones, hecha la debida selección de motivos, al pasar los tantos correspondientes al General en jefe del Ejército en conformidad con la Real orden telegráfica de 6 de septiembre último, para la resolución estimada procedente.

Por lo demás, había amplia tolerancia en los permisos que se concedían al personal destacado en posiciones, y de ello da idea somera, en los días apremiantes de Igueriben, la declaración del capitán del regimiento de Ceriñola D. Fernando Correo Cañedo -folio 856 vuelto-, al salir a incorporarse a su compañía en virtud de la orden urgente de su Cuerpo, que exhibe, en unión de varios oficiales de las fuerzas que combatían en primera línea en la madrugada del 18 de julio en dos camionetas, como caso de orden naturalmente admitido; aun reconociendo que dicho capitán hizo cuanto debió para llegar hasta su compañía, resolución sólo en raros casos observada, en circunstancias análogas, como puede inferirse por el pormenor de las aludidas abstenciones. Y sirve de acabado complemento a este estado verbal del Comandante general para autorizar discrecionalmente a residir en la plaza a los

jefes que tuviesen familia o hijos en educación -folio 511 vuelto. A más de la situación general de las fuerzas del territorio en los días precisos de los sucesos, consignada en el estado antes citado del folio 330, resumidamente se agrupan los móviles en el -telegrama del 20 de julio del Comandante general, unido al folio 551, evacuando la demanda del Alto Comisario en telegrama del mismo día-folio 1.987-. Como aditamento, debe mencionarse que ante la angustiosa demanda de refuerzos que reclamaba el frente amenazado, se recurrió al expediente extremo de constituir en los Cuerpos de Infantería, (apresuradamente el 18 de julio) compañías improvisadas, denominadas provisionales, con destino de plaza y Cuerpo, incidencias y aun gente en instrucción para que relevando en sus puestos a las orgánicas, pudiesen éstas agregarse a las fuerzas móviles para aumentar sus contingentes, la intervención de las cuales incoherentes agrupaciones habrá lugar de señalar.

 

Abastecimientos.

El sistema de suministros de Intendencia establecido en el territorio se acomodaba reglamentariamente a los datos que se consignan al folio 416, al que acompaña el plano general de distribución del servicio con arreglo al gráfico anexo; pero con sujeción a las necesidades ulteriormente creadas fue modificado y ajustado desde 1.° de Abril del año anterior a la norma de tres jefaturas del Cuerpo situadas en la plaza, Tistutin y Dar Drius, con depósitos subalternos; los dependientes de la primera en Nador, Zeluán, Arrua, Avanzamiento, Ishafen, Has Berkan y Zaio; de la segunda, en Tistutin, Candusi, Quebdani, Telatza y Afsó, y de la tercera, en Drius, Beni-Tieb, Annual y ,Sidi-Dris..

Ulteriormente, con motivo de la concentración de fuerzas en Annual y planes consiguientes al adelantamiento de futuras operaciones, con fecha 8 de junio se constituyeron en depósito de acumulación los de Tistutin, Drius y Annual, implantándose desde luego los servicios bajo esta norma a reserva de su aprobación superior.

Desde los depósitos enumerados se proveía al abastecimiento de las posiciones y puestos de ellos dependientes; mas no era la Intendencia la encargada de estos suministros particulares, salvo caso excepcional en que así se dispusiera, sino que de manera general eran los puestos los que con sus medios propios tenían que acudir a hacer la provisión en los depósitos, a distancias variables y en casos largas, como en la reseña de las posiciones, en las declaraciones que a ellas hacen relación, se consigna en cada caso particular y puede verse, y como a más del surtido de Intendencia contraído bajo la clasificación de depósitos, almacenes y repuestos a artículos determinados que especifica la declaración del folio 1.804, existían los propios y directos en los Cuerpos, que había que recoger en las cabeceras respectivas de la unidad, resultaba una distracción de fuerzas, consumidas en el servicio económico de los dos suministros y aguada, siempre desproporcionada en mucho con relación a las guarniciones integrantes, como puede bien apreciarse en las declaraciones concernientes a cada posición; sistema de abasto que podía existir en períodos de normalidad, pero impracticable de hecho, como la experiencia ha demostrado desde el momento que rota aquélla y alterada la faz del territorio, quedaron interceptadas las comunicaciones por la hostilidad declarada del país y tener que ejecutarse el servicio venciendo la resistencia del enemigo, siempre recayendo en el mismo tema de la falta de fuerzas móviles, que fuera garantía del dominio de las comunicaciones, base de existencia de los puestos aislados.

Para formar idea de la ejecución de los servicios administrativos a cargo de Intendencia, pueden citarse, a más de la declaración antes mencionada, la del teniente del Cuerpo Nieto, del destacamento de Batel, de la compañía automóvil de la Comandancia de tropas -folio 963-, y la del teniente del mismo Guerras -folio 1.526-, encargado del depósito de Beni-Tieb.

De la declaración del primero, resulta que desde mediados de julio se interrumpió el servicio normal a cargo de la unidad, dedicando todo el material al suministro de Annual y evacuaciones de este sector del frente; así como que el último servicio a Kandusi se hizo el día 23 sin novedad, y el enviado a media mañana del mismo día para Telatza no pudo llegar ya a su destino, regresando desde poco entes de Sidi-Yagú.

Y de la declaración del segundo se viene en conocimiento de que el 21 envió un convoy de 2oo camellos a Annual, que en su mayoría no pudieron pasar de Izumar, regresando a Beni Tieb, y el 22 otro de 400, que encontrando ya las fuerzas de Annual en desordenada retirada, sólo regresaran a Beni Tieb unos 6o, dispersándose los demás.

Las anomalías del servicio de suministro se tradujeron en irregularidad de los abastecimientos acostumbrados o prevenidos, pues aun cuando en 4 de julio la Comandancia general ordena a las, circunscripciones de Telatza, Drius y Annual -folio 418 - que en lo sucesivo todas las posiciones dependientes de ella contasen con un repuesto de víveres para ocho días, en lugar de los cuatro que estaban establecidos, previniéndose se realizase la medida en el más breve plazo, bajo la responsabilidad de los jefes de aquélla, entre las manifestaciones en este sentido hechas por los testigos, puede citarse la del teniente de Artillería Vidal Cuadras, jefe accidental de la posición de Cheif -folio t.4go -, que expresa iban a Drius a suministrar diariamente, sin que con las cantidades que se traían pudiese constituirse el repuesto para ocho días que estaba prevenido, y puede asegurarse que era ésta la norma general.

En comunicación de la Comandancia general de 26 de Agosto, unida al folio 416, se remite estado de las existencias de víveres en los depósitos del territorio-folio 417-, en los días de julio que se expresan, y en otra de 27 -folio 422- remite el estado de dichas  existencias referidas al i.- de junio, haciendo observar, de la comparación con el anterior, que en los depósitos de Drius y Telatza se había aumentado considerablemente el repuesto de bastimentos como consecuencia de las operaciones en proyecto en aquel entonces sobre Beni Melul.

 

En este epígrafe de subsistencia debe mencionarse la trasgresión cometida por el auxiliar de Intendencia D. Julio Lompart. César, (fallecido) realizando durante el asedio de Zeluán la venta a dinero, a soldados como a unidades, de los artículos del depósito de víveres a su cargo, hecho del que se ha librado testimonio pertinente -folio 2.046 vuelto-, dirigiéndolo al General en jefe del Ejército en 3o de Diciembre último, y del cual se hará comentario en su lugar.

 

Municionamiento.

Al folio 420 y con comunicación de la Comandancia general de 26 de Agosto, se une el estado general de municiones en almacenes, depósitos y posiciones.

En rigor, en la mayoría de las posiciones, comoquiera que fueron mandadas evacuar, o fueron abandonadas prematuramente y no consumieron su repuesto de municiones, quedaron existencias que en la mayoría de los casos se dice fueron inutilizadas; en otras, en cambio, y Annual puede consignarse como nota saliente, eran escasas, y se dispuso por este motivo remesa urgente de ellas, que en la misma mañana del 22 de julio, como resulta de las declaraciones del capitán de Estado Mayor Dolz -folio 321-, a beneficio de toda clase de medios extraordinarios de transporte, medida que no llegó a remediar la necesidad, pues que, precipitada la evacuación del campamento, fue mandado retroceder el convoy por el comandante de Artillería Martínez Vivas, que se encontraba en Izumar, en vista del giro de los sucesos, a tenor de su declaración (folio i.is6), a fin de dejar expedito el camino y por creerlo ya innecesario, atendido a la situación.

Tampoco se contaba con existencias proporcionadas en el zoco el Telatza, en razón a cuanto expone el capitán Alonso, de la q.' mía de Policía, en su parte del folio 867. También escaseaban en Quebdani cuando improvisadamente fue mandada detener en dicha posición la columna de Kandussi, de tránsito en aquella posición, en la misma madrugada del 22 de julio, imponiendo la ejecución de un convoy apremiante en la noche de dicho día, para aportar de Kandussi cuantas municiones y víveres se pudieran, conforme a los términos de la declaración del comandante de Infantería Sanz Gracia -folio 1.356-, para no citar más casos que, los principales inherentes a los centros de columnas móviles de circunscripción.

No debe dejarse de consignar en este ramo de servicio las manifestaciones que hace el alférez de Infantería Reig, jefe de la posición y sección destacada en Hamuda-Tafersit -al folio s.8o9 vuelto-, de que para prevenir la defensa de su referida posición colocó a su gente en el parapeto, y al pie de ella repartió la caja de municiones de repuesto, que por ser de fabricación del año 12, quiso cerciorarse de su estado, probando un cargador, del que sólo obtuvo un disparo, por lo que recomendó a su gente economizase las municiones de dotación. Al folio 1.6o6 se incluye, con comunicación de la Comandancia de Artillería de la plaza, de 5 de Noviembre, estado del material, municiones y artificios perdidos en las posiciones y depósitos del territorio con ocasión de los sucesos de autos, el remitido a ellos en los últimos días de su existencia y las piezas correspondientes a la batería ligera eventual organizada en el regimiento mixto por disposición del Comandante general -folio 284 vuelto-, facilitadas por el Parque de la Comandancia y que considera como de posición; estado de pérdidas que con respecto al Parque móvil (aparte otros efectos pertenecientes al Cuerpo) completa el estado del folio 1.766.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ESTADO Y CONDICION DE LAS TROPAS

Estado de preparación de las tropas del territorio.

Muchas y complejas causas han influido en la calidad y disposición de las tropas del territorio, y por más que preguntados sus jefes en el interrogatorio a que eran sometidos acerca del particular estado de las suyas, las considerasen aptas para todos los servicios, pretendiendo acreditar su buen espíritu, al enumerar luego las vicisitudes a que de ordinario estaban sujetas en su preparación y empleo, hay que reconocer que la realidad, las circunstancias como desenvolvieron su acción, no podían menas de atenuar al aserto y evacuar sus deficiencias en consonancia con el hecho incontestable del fracaso de su actuación. Podrán haberse comportado éstas en condiciones del todo adversas en razón al desmesurado esfuerzo al que se las sometía, pero es inconcuso que les ha faltado energía, firmeza y disciplina.

 

Reservación del empleo de las tropas peninsulares y estado de su moral.

Dice inicialmente el teniente coronel de Estado Mayor Dávila, al folio 1.296 de su declaración, que cuantas operaciones se realizaron durante su estancia en el territorio -y en otro lugar consigna que se ausentó enfermo del mismo el 9 de julio- se procuró desarrollarlas en forma de restringir cuanto fuese posible, las bajas de las unidades peninsulares, sin perjuicio de alcanzar los objetivos presupuestos, y en cuantas ocasiones intervinieron nuestras tropas en el combate, como en cuantos ataques y agresiones hubieron de rechazar, se comportaron cual incumbía a su deber, sin desmayo alguno y con elevado espíritu. Esto sienta ya la premisa del restringido empleo de dichas tropas y suponer referirse dicho comportamiento a épocas en que fueran realizadas las operaciones en discreta medida y en proporción con los medios disponibles.

Por su parte, el comandante de Estado Mayor Fernández -folio 812- cree que en el territorio había fuerzas suficientes para ocuparle y para mantener organizada una fuerza móvil que acudiera a deshacer cualquier resistencia; pero a condición de que esta fuerza estuviese decididamente dispuesta a ser empleada de un modo enérgico; conclusión que conduce a reconocer. implícitamente carecieran aquéllas de la necesaria decisión en los momentos en que fueron llamadas a intervenir.

 

Deficiencias de la instrucción y mermas de los efectivos.

Si se atiende al contexto de las declaraciones, fuerza es reconocer que de manera general la instrucción doctrinal de las tropas estaba siempre apremiada

por las necesidades mismas del servicio que prematura y apresuradamente se las imponía. La de tiro, muy especialmente, por la forma incompleta en que la recibían, no podía ser, no ya suficiente, pero ni rudimental para las necesidades más apremiantes del servicio, cualquiera que fuese el empeño en ello puesto por los jefes. Luego, acabado el periodo normal o acelerado de instrucción, la cantidad de posiciones existentes obligaba a diseminar la fuerza de los Cuerpos en términos que incapacitaba para continuar dicha instrucción con algún provecho; en cuanto a la de tiro no se practicaba de ningún modo; porque si bien existan órdenes para que así se hiciese a la inmediación de las posiciones, de hecho no se efectuaba por dificultades de localidad, temor de perjudicar a los naturales o restricciones impuestas por la Policía.

La fuerza de los Cuerpos estaba sujeta, como se verá en detalle más adelante, a mermas considerables por los numerosos destinos a qué proveían en la plaza y Cuerpo y de otras unidades que no se nutrían del reemplazo, en casos, antes de completar los individuos la instrucción contra todo lo mandado; los auxilios que habían de prestar al Cuerpo de Ingenieros para los trabajos de carreteras, reforma y mejoramiento de posiciones y otras, con arreglo a las prevenciones de la orden general de la Comandancia de 2 de Mayo de 1920 -folio 319-, trabajos, que aunque necesarios, consumían la energía del soldado, como las prestaciones para obras que nada tenían que ver con la munitoria y tantas otras distracciones de su contingente que habían de redundar en detrimento, en primer término, de la instrucción y adecuada preparación, solidez, cohesión y actitud de la tropa para sus fines esenciales.

 

Causas deprimentes de su espíritu.

Si se atiende, por otra parte, a la situación particular de las tropas, a su grado de fraccionamiento en guarnición de las numerosas posiciones del territorio, en las condiciones que acredita lo hasta aquí expuesto; consumiendo su actividad en dichos aislados puestos y enervadas por las atenciones ordinarias del económico servicio, descuidada forzosamente la instrucción, aflojada la tensión del Mando en la pasividad de los destacamentos, y con mayor motivo en el largo período de tranquilidad que se venía disfrutando en la región, no es de dudar careciesen del necesario espíritu, preparación y continente para afrontar la grave situación que preparan los sucesos.

Ya en zo de junio último -folio 3qo- se consideró el Mando en la necesidad de recomendar a los jefes de circunscripción de primera línea se acudiese al remedio de los descuidos que en los servicios, como en el estado de conservación de las obras, producía (da sensación de tranquilidad que llevara al ánimo de las fuerzas destacadas en posiciones transcurrir el tiempo sin verse en el caso dd rechazar o hacer frente a agresiones) ; encareciendo por ello vigilasen y excitasen el celo de los comandantes de las posiciones dependientes ((para que en todo momento pueda afirmarse prestaran las fuerzas a sus órdenes sus servicios con la exactitud y desvelo que sin pretexto alguno ha de exigírsela), aconsejando otras medidas para acudir al reparo y refuerzo de las posiciones; dando ello la impresión de que se reconocía la deficiencia intrínseca de éstas, como la flojedad del nervio de las tropas.

 

Empleo de las fuerzas.

Esto como instrumento armado; pues en cuanto a aplicación del mismo se hacia de las tropas peninsulares un empleo erróneo, ya esbozado antes, (se hacía trabajar a los soldados españoles en carreteras etc…) perjudicial y contraproducente. La orden general que antes se cita, en su regla 2i.°, ya advierte que las tropas de Policía pondrán en conocimiento de los jefes de posición la forma en que cubran sus fuerzas los servicios encomendados de descubierta, vigilancia y Protección.

En su regla io.' previene que, al tener los jefes de circunscripción noticia de ser atacada una posición y que necesita refuerzos, dispondrán acudan en su auxilio las tropas de Policía y de Regulares más inmediata, reforzando, si preciso fuera, la acción de éstas con el empleo adecuado de la columna, r en otra orden anterior, de o de Marzo -folio regla i;.', se establece como norma que las fuerzas de Regulares se empleen como núcleos avanzados de tropas de asalto, determinando todo esto un estado de inferioridad para las nuestras a los ojos del indígena.

El empleo preferente y sistemático de dichas fuerzas indígenas como de choque en las operaciones, restringiendo el de las peninsulares, reduciéndolas al papel de reservas expectantes, sin entrar sino en rarísimo caso en contacto con el enemigo, a fin de que no sufriesen bajas que el orden político parecía consagrado a evitar, deprimía el espíritu de nuestras tropas, había de influir en el concepto que, de las indígenas formaba nuestro soldado, daba a éstas altiva idea de su propio valer y en los naturales infundía menosprecio de las nuestras, con las que nunca se medía. Explicable es, por consiguiente, que, acostumbrado el soldado a la protección de las fuerzas indígenas, al faltarle su apoyo, desafectas y volviendo sus tiros contra él, se sintiera desamparado y abdicase de su moral, que no ayudaran a levantar ciertamente ni las circunstancias ni el escaso ascendiente puesto en juego por la oficialidad, también decaía en su espíritu. Así es que si los fáciles avances afortunados, el modo de empleo de las fuerzas pudo responder bien al propósito, en los adversos, en los casos en que las indígenas llegasen a flaquear o fracasar, no había detrás nada que restableciera la situación y contuviera el retroceso, no preparado el espíritu de las tropas nuestras para afrontar el contratiempo en el hábito de su ordinaria inhibición.

 

Atestaciones comprobantes. Todo este trasunto de la realidad que abreviadamente se hace necesita su formal atestación con referencia al juicio de los testigos llamados al expediente, y por ella es, a saber:

Coronel Morales. Dice el coronel del regimiento de Ceriñola, don Angel Morales Reinoso, al folio 996 vuelto de su declaración, que al ser baja el pasado año anterior en el territorio a causa de su ascenso, pudo apreciar que, si bien la ocupación de las posiciones hasta aquel entonces se hacía con columnas nutridas y dotadas de elementos suficientes, y, las posiciones se guarnecían proporcionalmente con los debidos efectivos, al extenderse el territorio casi en doble de lo que antes fuera, forzosamente quedaban débiles todas estas posiciones, toda vez que con las fuerzas que existían se hizo dicha ampliación. El espíritu que animaba a las tropas fue siempre muy elevado, causándole verdadera extrañeza todos los hechos ocurridos, siendo preciso hacer notar que en la mayor parte de las operaciones realizadas las fuerzas del Ejército no tomaban una parte activa, misión que desempeñaban únicamente las de Regulares y Policía, constituyendo este sistema quizá la falta de práctica de combatir, principalmente en esta 'guerra irregular.

Reducido su cometido a guarnecer las posiciones, olvidándose del cumplimiento de sus deberes para la guerra, en la confianza de no ser jamás empleadas, ocurriendo desgraciadamente, ante lo inesperado del caso, sucesos como los que hay que lamentar.

Coronel Salcedo.-Dice el coronel del regimiento de Infantería de San Fernando, don Enrique Salcedo, al folio 654 vuelto de su declaración, informando sobre el grado de preparación y eficiencia de su Cuerpo para los servicios de guerra del territorio, que al hacerse cargo del mando del mismo pudo observar y exponer a la Superioridad que lo consideraba bastante deficiente, explicándose esto por muchas causas, entre ellas la falta de instrucción bastante y el apremio y rapidez con que se instruían los contingentes de reclutas, hasta el extremo de que en el año anterior de 1921, los jefes de Cuerpo recibieron orden de que en poco más de un mes estuviesen los reclutas en disposición de incorporarse a sus columnas y destacamentos, habiéndose considerado en deber el testigo de hacer observar que el Reglamento táctico previene, cuando menos, para el primer período, tres meses, y que en dicho primer mes tienen lugar las vacunaciones contra la viruela y las cuatro semanales contra el tifus. Si a esto se une el fraccionamiento de los destacamentos de pequeñas, unidades con reducido efectivo, con el que tenía que atenderse a los servicios, convoyes, aguadas, etc., etc., se comprende que no quedase núcleo de fuerza para que en los destacamentos y posiciones se cumplimentasen las órdenes que estaban dadas, ni los horarios de instrucción por mañana y tarde para que se completase ésta en lo posible.

Por lo que se refiere al tiro, la instrucción era del todo deficiente, pues a las razones expuestas hay que agregar que los regimientos del territorio recibían contingentes de reclutas de cerca de mil hombres; todos se han instruido en Melilla con un solo y deficiente campo de tiro, por lo cual se asignó a su regimiento, como a todos los demás, un solo día a la semana para tirar; de manera, que como comprendían los períodos de instrucción de reclutas, (de ordinario aproximadamente dos meses), eran ocho o nueve días los asignados al tiro ; pero si en estos días caía una fiesta, llovía (cosa muy frecuente en esa época), les cogía el día de vacuna antitífica o el siguiente, se ha observado que de los días que correspondían a cada Cuerpo siempre se perdían los menos tres o cuatro, quedando sólo cuatro o cinco para hacer ejercicio de tiro, y en esta forma salían los reclutas al campo; donde, no obstante haberse pedido más de una vez, de oficio, que se señalasen campos de tiro o medios para completar esta instrucción, nunca se ha concedido en ninguno de los campamentos y posiciones del territorio ; unas veces porque el terreno no lo permitía, y otras por razones de política, según ha podido comprobar por manifestaciones de los oficiales de la Policía.

El efectivo del Cuerpo estaba muy reducido, puesto que los regimientos de Infantería atendían a todos los servicios y necesidades oficiales, particulares, personales, de construcción y ornato público y de vigilancia de la población, y daban además fuerzas y destinos, así como empleos y oficios de todas clases a la Policía indígena y a las fuerzas Regulares; asistentes, ordenanzas y escribientes para la Brigada disciplinaria; oficios de todo género para Ingenieros; telegrafistas, mecánicos; obras del Casino Militar y de la Capilla Castrente; Policía gubernativa y, por último, dispusieron que la compañía de la columna, entre ellas la de Voluntarios, que constituían el núcleo de la base de dichas columnas y de su fuerza combatiente, diese cincuenta soldados por compañía para los trabajos de pistas y carreteras, que quedaban agregados para todos los efectos a las compañías de Ingenieros, a muchos kilómetros de sus jefes y oficiales, que no sabían de ellos ni los vean, obligando al testigo esta falta de efectivo a disolver las compañías de voluntarios, nutriendo, las disueltas con individuos del reemplazo a prorrateo entre las demás compañías, con lo que se mermaba el efectivo de éstas; esta medida no obstante, al salir las compañías del regimiento para Annual el 19 de julio, tuvieron que unirse las dos únicas de voluntarios que restaban para formar con ellas una sola; aun así, con el corto efectivo componente de ochenta fusiles.

Análogas declaraciones hace cuanto al armamento y ametralladoras, que dice se hallaban en el peor estado por su prolongado uso, y si con respecto a material y ganado se consideraba bien dotado, consigna que carecía de canos reglamentarios y de cocina de campaña.

Capitán Araujo. El capitan ayudante del regimiento de Melilla, Araújo confirma, al folio 538, con respecto a su Cuerpo, la falta de medios de instrucción, atendido a que las compañías de las posiciones, (ninguna completa en la demarcación del regimiento, por tener todas una sección destacada, por el servicio nocturno, protecciones de aguadas; convoyes y correo), no podían dedicarse a la instrucción, que a lo sumo practicaba una escuadra, y que en cuanto a la de tiro, ni dichas compañías destacadas, ni las de la columna, lo verificaban en absoluto en la circunscripción de referencia.

Teniente coronel Vera-Dice también a este propósito el teniente coronel Vera, jefe accidental del precitado regimiento, que las tropas del mismo, una vez instruidos los reclutas, marchaban a las posiciones, pudiendo continuar la instrucción de tiro en el campo por lo diseminadas que se hallaban las posiciones y el servicio que se veían precisadas aquéllas a prestar, pues únicamente la columna destacada en Ishafen (trasladada después a Kandussi) disponía de un campo de tiro de malas condiciones al pie del monte Milón, y la fuerza de Batel (situada luego en Cheif), de otro al pie del monte Usuga; pero aclara el capitán Araújo, al folio 545, que las fuerzas de la columna de Kandussi no realizaban el expresado ejercicio, a pesar de la orden general que así lo disponía por mandato expreso de la Comandancia general, que le fue transmitida al testigo como ayudante del Cuerpo, acordándose mandar un croquis del terreno donde habría de efectuarse el ejercicio para estudiarlo o no, según las condiciones del lugar.

 

Teniente Valmaseda. Estas condiciones, que eran las generales, pueden explicar la manifestación -folio 1.444- del teniente Valmaseda, comandante de la sección destacada en el Zaio, de la segunda compañía provisional del regimiento de Ceriñola, que al ser requerida en retirada por el zoco El Arbaa de Arkeman y la Restinga sobre la plaza, ante la amenaza del enemigo que se echaba encima, si respondía de su tropa, hubo de contestar que podía hacerlo de doce o trece hombres, mas no del resto, alguno de los cuales no sabía ni cargar... ; y no por la modestia de la clase que lo emite debe recusarse el testimonio del cabo de Artillería Antonio Padró, del puesto de Samma -folio 855-, que dice: “había en el expresado fuerte una sección escasa del regimiento de Melilla, formada con los destinos; por lo que muchos de sus hombres no conocían el manejo del arma, no hab'an salido nunca al campo, según sus propias manifestaciones, ni hecho práctica de fuego.

 

Coronel Massayer. El coronel de la Comandancia de Artillería, Massayer, dice-folio 790 vuelto-, atento a la instrucción de las tropas de su mando, que ésta era la posible, compatible con sus múltiples servicios, singularmente los de parque, que restaban gente en grado considerable, y compatible también con la falta de escuelas prácticas en el territorio, a pesar de haberlo solicitado repetidas veces a las autoridades, las que se resistían, indicando razones de evitar alarmas y reparos políticos; así, casi siempre se daba el caso de que la primera vez que los artilleros hagan fuego era en acción de guerra. A pesar de todo, en los numerosísimos casos en que las baterías de las posiciones hicieron fuego, dice, lo hicieron bien y acertadamente, lo cual no es de extrañar, ya que con harta frecuencia se solía hacer fuego a grandes distancias y con hostilidad muy débil, y que este fuego podía considerarse como una escuela práctica o un ejercicio preparatorio.

 

Continente de las tropas. Teniente coronel Fernández Tamarit.

En otro orden de consideraciones, expone el teniente coronel Fernández Tamarit  (folio 1.200 vuelto ) que el espíritu de las tropas peninsulares podría ser excelente; pero su preparación para el combate, en las de Infantería al menos, era deficientísima. Desde el año 19 los soldados españoles asistían a las operaciones en calidad de espectadores, y aun, según sus noticias, ya ocurría antes lo propio. Con ello, el moro enemigo tenía triste idea de las tropas españolas, que no osaban medirse con él; las fuerzas indígenas auxiliares, el propio desfavorable concepto de los que se limitaban a ver cómo se combatía, y los soldados nuestros, la idea de que Regulares y Policía eran la fuerza escogida e invencible; nada de particular tiene, pues, que en el momento en que estas fuerzas indígenas sufrieran quebranto, las demás tuvieran ya la moral perdida. La pérdida de Abarrán, añade, produjo una profunda impresión deprimente en nuestros soldados; el combate del día 16 de junio acentuó esta depresión, porque en él, aparte de las bajas sufridas, la Policía retrocedio en desorden.

Los sucesos posteriores acaecidos en los convoyes de Igueriben y el presenciar a cuatro kilómetros de Annual, con el Comandante general presente y acumulando allí todas las fuerzas disponibles, el trágico fin y sacrificio de aquella guarnición; la impotencia para socorrerla, precisamente por la merecida reputación de bravura del Comandante general, concluyeron con la moral de las fuerzas que en Annual había, y que hasta entonces habían combatido serena y valerosamente.

 

Teniente coronel Vera. Y, por su parte, confirma el teniente coronel Vera, antes citado -folio 893-, al juzgar las causas determinantes de la falta de vigor desplegado por las tropas, que de manera general cree se debe a la rapidez con que se sucedieron los acontecimientos en Annual, a las infructuosas tentativas del convoy a Igueriben y al fracaso de Abarrán, así como a la no intervención de las fuerzas peninsulares, como sistema, en la vanguardia (querrá decir en la retaguardia) de las columnas, siempre que se emprendía algún movimiento de avance; relegándola a servir de escolta a las fuerzas indígenas, obligándolas a permanecer constantemente tras los parapetos desde la puesta del sol, no permitiéndole nunca practicar el servicio de emboscada ni ningún otro nocturno, lo cual, a su juicio, deprimía el espíritu de las mismas.

 

Teniente coronel Núñez de Prado. De igual modo reconoce el teniente coronel de Regulares Núñez de Prado -folio 397- que el decaimiento de la moral de las tropas ha podido reconocer por causa la inmovilización en posiciones aisladas, alguna de ellas sin enlace ni medios materiales de subsistir, y la escasa intervención en los combates, determinando la falta de entrenamiento y su falta de vigor en consecuencia de las órdenes que tenían los jefes de columnas de evitar a todo trance bajas peninsulares.

Por contra, reconoce que el empleo excesivo de las fuerzas indígenas ha podido producir alguna vez su agotamiento por cansancio y desgaste.

 

Coronel Riquelme. Asimismo el coronel Riquelme, exponiendo su juicio acerca de las circunstancias que influyeran de manera tan desfavorable, como general en la moral y firmeza de las tropas, con las consecuencias lamentables de ellos derivadas, dice, (al folio 1.782) “que han concurrido, a su parecer, en su desastroso decaimiento el constituir la fuerza de las columnas y las guarniciones de las posiciones en gran parte con reclutas dados de alta a últimos de Mayo del pasado año, faltos de toda preparación; el estar poco habituados a combatir el resto de las tropas veteranas; pues si bien tomaban parte en las operaciones de avance, lo hacían siempre a gran distancia de las fuerzas indígenas, únicas fuerzas de choque empleadas, con lo que el espíritu de las peninsulares y su mural dejaban mucho que desear, como asimismo el concepto que el elemento indígena tensa de ellas, no viéndolas combatir, reducidas siempre a segunda línea, con gran quebranto del prestigio de nuestras armas, consideración esta última tan generalizada en el juicio de las testigos, cual sería prolijo seguir su enumeración.

 

Fuerzas indígenas Regulares.

Por lo que respecta a las fuerzas indígenas, sea efecto del natural desgaste de su continuada y activa intervención en las operaciones, sea cansancio en ellas, producido a tenor de lo que anteriormente consigna su jefe, o el resultado de la propaganda rebelde de que eran objeto, el hecho es que llegaron a desmerecer de su confianza -folio 832-, que luego vinieron a justificar los hechos; pues, coma dice el teniente de Artillería Gómez López a este propósito, al salir de Melilla para Drius con su bater -a reforzada- la pérdida en Abarrán-, llevaban cierta preocupación por haber sido testigos de la cada de esta posición, debida a la falta de auxilio, y del ataque a Sidi Dris, donde tampoco se mandara; en la cual escasa confianza en las precitadas fuerzas indígenas se les achacaba la culpa de la pérdida de Abarrán por no haberse sostenido allí.

Dice el antedicho jefe de ellas, el teniente coronel Núñez de Prado, al folio 392 vuelto, que su tropa, salvo excepciones propias y características del modo de ser de los indígenas, se han comportado bien, siendo una de las pocas fuerzas que llegaron organizadas a sus alojamientos, habiendo conservado todo su armamento y salvando todo el tren de ametralladoras, que llegó a la plaza; agregando más adelante  (folio $98) que hubieron de batirse muy bien, como lo prueba el gran número de bajas, cerca de 300, que tuvieron en los combates de las inmediaciones de Annual desde el día 17 hasta el 22, efectuando su retirada organizadamente. Cierto que los Regulares, luego de participar con varia suerte y tesón en los combates en torno de Annual, efectuaron la retirada en mano de sus oficiales, llegando hasta sus acantonamientos; pero tampoco lo es menos que, envueltos en el ambiente de sedición del país, desertaron tan luego como se encontraron cerca de sus hogares, no acudiendo la Infantería de Nador a la lista para que, luego de recogerle el armamento, cual costumbre, se le citara en la tarde del 23 de julio, y haciendo abierta defección la Caballería en Zeluán el 24, con armas y caballos -folios 1.754 y 1.921-, y aun volviendo armas contra la Alcazaba -folio 398-, como habrá ocasión de referir en su lugar, aunque pudiera influir en su espíritu -folio 393- la necesidad de defender a sus familias, repartidas en distintas cábilas, ante la sublevación del territorio.

 

Policía.

En cuanto a la Policía, hay que distinguir su participación militante en los sucesos y como institución de seguridad del pasado. Desde el primer punto de vista, por las mismas causas atribuidas a los Regulares, efecto de su inadecuado empleo como fuerzas armadas, de choque, sufrió en mayor escala el quebranto de su moral y de su firmeza, siendo unánimes y numerosas las manifestaciones recogidas en el expediente en cuanto a sus actos de deserción y desleal proceder, haciendo causa común inmediata con el enemigo, volviendo descaradamente sus armas contra nuestras tropas y tomando parte en las depredaciones y atropellos cometidos en el territorio, como en el curso de este resumen habrá ocasión de consignar. Y en cuanto al empleo sistemático en primera línea de estas tropas, fuerza es reconocer, de acuerdo con lo que expone entre otros el coronel de Infantería Riquelme (folio 1.780 vuelto), que tal cometido, apartándola de sus particulares funcionas en las cábilas, determinó el abandono de su misión inspectora y de gobierno cerca de ellas, y de estar al tanto de la sorda propaganda sediciosa que venía haciéndose en el pasado; y el teniente coronel Núñez de Prado ratifica al folio 394 vuelto, que la Policía, abandonando frecuentemente sus cábilas para atender a las misiones combatientes que se le encomendaban, tenía que perder el contacto con la gente del país y su labor política; no siendo apropiadas por lo demás dichas fuerzas para aquella misión eminentemente marcial que se les daba. Bajo otro aspecto, dice que no exista el justo acuerdo entre el mando de la Comandancia general y el de la Policía, según pudo apreciar por las quejas del general en este sentido. Corroborándolas y abundando en las anteriores opiniones, dice el capitán de estas tropas Fortea -folio 484-, que otras de las causas a que él atribuye el desastre ha sido, a su juicio, el emplear la Policía como fuerza combatiente, apartándola de sus territorios, donde, perdido el contacto con la población, quedaba interrumpida la labor política.

La acción particular de las expresadas fuerzas será deducida del curso de este resumen, pues que en este lugar sólo se refleja el concepto abstracto de su intervención; si bien sea del caso mencionar que, como quiera que de la actuación del juzgado no haya sido posible adquirir antecedentes concretos de la suerte que corrieran la mayor parte de los puestos que mantenía la Policía en el territorio, en los hechos aislados de su desempeño, en la idea de que por la Subinspección de las tropas y Asuntos indígenas, de que eran dependientes, hubiese podido ser completada dicha información por sus medios directos a dicha oficina, hubo de dirigirse al juzgado en demanda de datos, sin que por el deficiente informe que ha remitido y se inserta al folio 1.815, se aclaren y vengan en conocimiento de los términos de la caída, abandono u ocupación de los referidos puestos, viéndose, por tanto, reducido a consignar los datos que le ha sido dado recoger por sí.

 

La Policía como instrumento de Gobierno.

Juzgando el comportamiento de la Policía como institución de Gobierno, dice el coronel Riquelme, al mismo folio antes citado, que ha podido también contribuir a la hostilidad de las cábilas el descontento de la gestión, falta de preparación de noveles oficiales encargados de la administración y régimen de ellas, circunstancias que influirían en gentes de tan diferente mentalidad y psicología de la nuestra; aparte de los abusos y atropellos que forzosamente habrán de haber ocurrido por la falta de dicha preparación y el no tener los indígenas medios de exteriorizar sus quejas o disgustos ante autoridad superior al capitán de la mía; estado de opinión que, según manifiesta, se le hizo presente en terreno amistoso por algunos indígenas, y que, por su parte, se apresuró a transmitir al Comandante general y al jefe de la Oficina indígena; pues, como declara más adelante –folio 1.788 vuelto-, obedecieron dichas manifestaciones a las extensas atribuciones que se concedieron a dichos capitanes. Contrariamente a lo que venía haciéndose antes, mantenidas sus facultades en prudenciales limites; pues las cortapisa que se pusieron a los naturales para recurrir en queja a la Superioridad cuando se considerasen agraviados, que habían de hacer necesariamente con la autorización del capitán de la mía, contra quien muchas veces era la queja, les cohibía en su libertad de acción.

 

Insistiendo en este particular punto de vista, dice el teniente coronel Fernández Tamarit -folio 1.2o4- que tal vez hayan podido producir irritación en los naturales hechos realizados por agentes de Policía, que, contando con excelentes elementos, tenía oficiales desconocedores del idioma y costumbres indígenas y además poco expertos en su calidad de oficiales noveles, aunque dignos y animosos, pero incapacitados para realizar misión a ella confiada, tan difícil como la de administrar justicia, a que se veían obligados en los destacamentos aislados o en su cabecera, en ausencia de otros oficiales por permisos, enfermedad u otras causas.

Es público y notorio, agrega, que en determinadas cábilas hubo manifestaciones de disgusto por actos realizados por el capitán Pómes, hoy retirado, y como cualquier falta cometida por oficiales que desempeñan esta difícil misión tiene mayor relieve y consecuencia, obliga esto a que los oficiales que hayan de desempeñarla se escojan con todo género de cuidado. Bajo la cual recomendación, y por el hecho de aludir a un oficial ya separado de su función por causas notorias, se deja comprender la existencia de abusos de parte de dichos administradores del territorio, que la discreción del testigo le hace reservar; que corren válidos que son del común dominio de la opinión, pero que al juzgado no le ha sido dado recoger por no haber contado con la existencia de testigos que, en su rectitud de juicio, los denunciaran para satisfacción de la vindicta pública y en propio prestigio de la institución. Sólo por medios indirectos ha podido corroborar su juicio en dicho sentido.

 

Implantación del Protectorado en la Zona.

A este respecto, apunta muy discretamente el coronel Riquelme -folio 1.787 vuelto-, y que por razón de su conocimiento del territorio se consideran autorizadas sus apreciaciones, que otra de las causas a que atribuya la poca eficacia de nuestra acción en el territorio reside en no haber implantado de tiempo el régimen efectivo del Protectorado en las cábilas de retaguardia con funciones y autoridades indígenas que dieran al país marroquí la sensación de nuestras favorables disposiciones a su establecimiento.

Por el contrario, el gobierno y administración de las cabidas sometidas continuó entregado de un modo directo y efectivo a nuestras Oficinas indígenas, no siempre regentadas por oficiales expertos y realmente capacitados

para misión tan delicada y difícil, que forzosamente tenía que cometer errores, cuando abusos en el ejercicio de sus cargos, reiteración e insistente afirmación que pregonan su comisión, ocasionando hondas perturbaciones en algunas cábilas y cierto malestar latente en espera de exteriorización al menor quebranto de nuestras armas. Y agrega, precavidamente, que es muy posible que habiendo estado el Gobierno en manos del personal indígena afecto a España, aunque fiscalizado hábilmente por nuestras oficinas territoriales, no hubieran creado rencores a nuestra nación las decisiones de tales ministrantes, aun cuando hubieran sido injustas, y en cambio, nuestro papel de mediadoreg hubiera sido más grato a la población indígena; sentido en el cual manifiesta haber informado al Mando en las ocasiones que mereció ser consultado su parecer, y hasta hubo de explanar las líneas generales para la implantación del Protectorado en la zona oriental, informando de la necesidad apremiante que preveía de llegar a él, si había de consolidarse la ocupación del territorio, presintiendo complicaciones contingentes, de otro modo, en el desarrollo de nuestras acciones futuras. Termina diciendo que no se creería llegada la oportunidad de adoptar dicho partido, cuando no se realizó la reforma y se continuó, por el contrario, con el régimen y administración directo, ejercidos por personal falto de preparación, en la mayor parte de los casos; elementos con los cuales mal se podía contrarrestar la intensa propaganda que los rebeldes realizaban en las cábilas sometidas y hasta en las fuerzas indígenas, en las que existía un terreno abonado por efecto de las mismas causas enumeradas.

 

Juicios sobre la actuación de la Policía.

Confirmando la acción subrepticia que se ejercía sobre las cábilas sometidas, dice el padre Alfonso Rey, superior de la Misión católica de Padres Franciscanos de Nador -folio 4o3-, que mes y medio antes de los sucesos corrían entre los indígenas rumores de un próximo levantamiento, habiendo oído decir el testigo, reservadamente, que se había impuesto una contribución de cien duros a cada jefe de cábila, entre otros, los de Segangan y San Juan de las Minas, sin poder precisar la razón de esta imposición, y después de referir otros síntomas, que delataban la agitación del territorio, contestando a pregunta de este juzgado, atento al punto de examen, dice -folio 405- que la Policía estaba algo abandonada, dejando bastante que desear en la relación de los jefes con los policías, en lo referente al trato, como al abono de sus devengos; que la relación con la población mora era mejor, aunque había algún caso de maltrato a los naturales por los oficiales de la mía y de abusar éstos de las mujeres indígenas, así como de no administrar rectamente la justicia que les estaba encomendada en las cuestiones entre indígenas, que solían resolver con parcialidad; considerando que estos abusos no ocurrían con las fuerzas de Regulares, que estaban más disciplinadas y con mejor espíritu.

 

En atestado del folio 1.584, asevera el teniente de Policía Rucova que al ser herido en izem Lasen, su asistente y el ordenanza moro le condujeron a la casa de Amar-Haddamar, diciéndole uno temiese mucho, por haberles tratado siempre bien y no tener los con las mujeres de la cábila. El paisano Verdú, vecino del poblado de Arrui, declara, -folio 1.719 vuelto-, que la Policía ejercía autoridad abusiva en el territorio, incluso tomando artículos de consumo en los comercios, que no pagaba, a veces, y, sobre todo, le sorprendía al testigo el derroche inusitado de municiones que hacían sus individuos con cualquiera ocasión de fiesta y aun respondiendo simplemente en el campo al canto de las segadoras, pues se les dejaba las armas al ir a sus poblados y cábilas con permiso, sin pedirles cuenta del gasto de municiones; cosa que al testigo extrañaba mucho por haber observado en su larga permanencia en Argelia que a los magzenes o policías sólo se les dejaba llevar sus armas en actos de servicio. Manifiesta que hizo sus observaciones a los oficiales que conocía, que le dijeron que eran costumbres inveteradas que ellos, por su parte, no podían remediar. En los zocos, los policías registraban a las mujeres indígenas, con gran escándalo de los moros, por romper esto contra sus costumbres. En la imposición de multas estima que se cometían extralimitaciones, aduciendo el caso concreto de un moro empleado suyo; habiendo observado siempre el temor del moro a la Policía por sus extralimitaciones, particularizando que algunos oficiales de mías se han distinguido por su celo e integridad, siendo bien visto por los europeos e indígenas -de donde, en contraposición, se debe deducir que otros no lo fueran-. Entiende que los abusos que se han cometido con las moras han sido provocados, generalmente, por la miseria reinante entre los naturales, que hacían prostituirse a las mujeres. Significa, por último, la nota desfavorable que tenía en el poblado por su codicia el sargento policía Yemani, que entiende se ha hecho rico abusivamente con unos y con otros, y que hoy es de los desertados, con el fruto de sus rapiñas, a pesar de sus protestas de amistad a España.

El paisano Landaluce, que, indistintamente, residía en Batel, Arruí y Zeluán, por razón de sus negocios, dice, al folio 1.916, que en la Policía había oficiales dignos y correctos por completo; pero que otros no guardaban la misma conducta en su trato, ni en la rectitud de su proceder, usando formas inconvenientes con los moros y con los europeos, habiendo llegado a oídos del testigo algunas lamentaciones referentes a la imposición de multas a los indígenas, en ocasiones, desconsideradas.

Este proceder se observaba principalmente en el general Carrasco -muerto en Zeluán-, que era mal visto de todos; mientras que otros, como el teniente Fernández, disfrutaban por su conducta del aprecio general, habiéndosele ofrecido, poco antes de los sucesos, un banquete en Zeluán, en testimonio de gratitud por su acertada actuación.

El oficial segundo de Telégratos Llinás, con destino en la estación de dicho poblado, al folio 1.601 vuelto, confirma el buen concepto que al poblado merecía el susodicho teniente Fernández; pero que tiene entendido que no en todos los lugares del territorio reinaba la misma cordialidad de relaciones entre moradores, europeos e indígenas y oficiales de la Policía, sin poder hacer afirmaciones más concretas.

Fray José Antona, fraile franciscano de la Misión establecida en Nador, dice, al folio 489 vuelto, que pudo observar una gran desmoralización, una familiaridad inconveniente por parte de la oficialidad con los naturales ; abusos por la misma de las mujeres indígenas, cosa de que los moros sufren gran agravio; depredaciones, imposición de contribuciones injustas y otros sucesos semejantes, y que la administración de las unidades entendía que era buena.

El paisano Falcó, vecino de Nador, dice, al folio 1.935, entre otros particulares menos atinentes al caso, que estima que el principal motivo de la catástrofe del territorio es imputable a la Policía, por falta de información y defectos en el gobierno de europeos e indígenas y por la amplitud de facultades que tenía concedidas, y que sus jefes aplicaban con criterio personal y arbitrario; aduciendo en queja de su intervención ciertas diferencias en asuntos de orden privado del testigo, que dice haberle originado perjuicios con la morosidad de la gestión administrativa en materia de una compra de tierras concertada con un moro, y la falta de reintegro de un préstamo hecho al capitán de la Policía local para atender complementariamente a las obras de construcción de un zoco hecho en Nador por suscripción entre el vecindario, y aun la ocupación, con dicho objeto, de alguna piedra que el interesado tenía acopiada para una obra particular; de los cuales extremos se ha deducido el testimonio pertinente que, ha sido dirigido al General en jefe del Ejército, según diligencia del folio 1.914.

 

Administración interior de las tropas de Policía.

El capitán Fortea, de la 13.4 mía de Policía, al folio 468, dice que al encargarse del mando de ella en el mes de junio último le dijeron que el capitán anterior, Huelva, llevaba en su maleta la documentación de la unidad, y en su

cartera, los fondos de la misma, y que ambas cosas se habían perdido en Abarrán, donde aquél fue muerto; que preguntó a los policías por las reclamaciones que tuvieran que hacer, formulando, en consecuencia, numerosas sobre haberes y vestuarios, por existir algunos que tenían pendientes de cobro quincenas de Enero y estar una mitad de ellos descalzos y con las ropas viejas. Formada una relación de estas reclamaciones, se atendio a ellas con los fondos que facilitó el coronel jefe de las tropas; lo que puso término a la anormal situación de la mia, que en 9 de junio quedó regularizada del todo.

Informa asimismo este capitán en materia de permisos que fuera costumbre o regla conceder, manifestando se daban a un cuarto o un quinto de la fuerza, para que, devengando haber, marcharse cuatro o cinco días a sus casas, llevándose un turno para estas concesiones, pudiendo los montados llevar su caballo, cuyo pienso se les daba.

Acerca de la imposición de multas a los askaris, expone que era el castigo más eficaz, dada la condición avarienta del moro, no habiéndolas impuesto el testigo superiores a diez pesetas por las faltas de retraso en la incorporación después de permisos disfrutados, la falta de cartuchos, por la que llegó a imponer, en algunos casos, hasta cinco pesetas por cartucho perdido, como atención muy interesante. De estas multas se hacía anotación en las listas de pagos y abonos a caja al liquidar mensualmente.

En cuanto a las multas a las cábilas, tenía el capitán facultades para imponerlas hasta 25 pesetas, dando cuenta a sus jefes, y de esta cantidad en adelante, requería la aprobación del jefe, al que se daba cuenta de la falta y se proponía la cuantía de la multa. Las faltas que la motivaban eran de orden interior de la cábila, como riñas, desavenencias o no concurrir a una citación del jefe de «m"m,, etc., de las cuales multas se daba siempre recibo a los interesados.

Es de suponer que esta administración fuese llevada con la escrupulosidad y vigor que su índole demandaba.

 

Conducta de la oficialidad.

Al analizar serenamente los hechos objeto de esta investigación a la luz del comportamiento observado por las tropas, en su conjunto, en los pasados lamentables sucesos del territorio, recapacitando sobre los mismos, recogiendo impresiones de los testigos, y alusiones más o menos veladas o francos reproches vertidos en el curso de las declaraciones, sensible es, pero debido confesar que se derivan graves cargos contra la oficialidad y que, en general, su conducta no ha respondido a lo que de ella debía esperarse en la crisis suprema de aquellas circunstancias, sin que esto quiera decir que no se hayan registrado actos aislados de abnegado proceder, aun cuando estas manifestaciones, en casos llevadas al sacrificio, no hayan bastado a impedir la consumación de la catástrofe por omisión del conjunto.

 

Causas determinantes de su actuación.

En trance de buscar explicación a este decaimiento de su moral, a esta quiebra de su honrosa tradición, expone a este propósito el teniente coronel de Regulares, Núñez de Prado -folio 392-, que si bien el espíritu de su oficialidad era bueno, por ser los destinos de dichas fuerzas por elección y estar penetrados

sus adeptos de que su misión era la de ir en vanguardia, nunca era la afección como cuando existían recompensas, cuya falta de estímulo ha podido apreciar el testigo, por haber servido con anterioridad en las fuerzas de referencia; no obteniendo tampoco de la opinión, así civil como militar, tanto en el territorio como en la metrópoli, aquella satisfacción íntima de que les reconocieran el sacrificio que por su parte hacían, puesto que eran fuerzas de primera línea, mientras que las demás del territorio se mantenían la mayoría de las veces a distancia en la línea de fuego, sin intervención más que en casos muy contados: decadencia -folio 398' vuelto- que con carácter general la observaba y puede que con mayor intensidad en los Cuerpos, en que no se hace selección de personal, cada vez más difícil por falta de aspirantes idóneos, pues se prefieren en general los muchos destinos sedentarios y sin riesgo ni grandes molestias que existen.

Falta, pues, la oficialidad del estimulo de la recompensa, como de ideales, que impulsaban a los más audaces, la generalidad se atuvo a la comodidad de los destinos sedentarios, puesto que disfrutaba en ellos de análogas subvenciones que en los activos. No ofrecía, por tanto, aliciente el territorio sino por los sobrecargados de atenciones familiares a quienes atraía el beneficio de la gratificación de residencia y otras ventajas locales, o para aquellos otros a quienes movía la indulgencia, muy generalizada, que amparaba la administración poco escrupulosa de las unidades con sus irregulares provechos.

A otros, en fin, el incentivo de dedicarse a negocios o ejercer profesiones lucrativas con distracción de sus deberes primordiales, que dio motivo a la Real orden de 12 de Febrero de 1917 -folio 477-, dirigida a remediar este estado de cosas y a las prevenciones para su cumplimiento en el territorio, dictadas por la Comandancia general y que parece no hayan surtido los efectos apetecidos, en prestigio del Ejército, a juzgar por las denuncias anónimas que en este sentido ha recibido este juzgado y de que, por razón de su origen, no cree deber hacerse cargo.

Claro es que todo esto se ha de entender bajo un concepto general, pues oficiales hay que habrán ido al territorio por turno forzoso de destino y otros por decidida vocación, ya que no puede guiarles otro interés que el de seguir sus honrosas aficiones.

 

Inmoralidades administrativas.

Que en la administración interior existían faltas y atrasos lo acreditan en su caso la declaración del propio teniente coronel Núñez de Prado -folio 393 vuelto-, en el sentido de que las deficiencias que respecto a este extremo hubo en su unidad fueron corregidas oportunamente, poniendo a sus autores las correspondientes notas, «no obstante el ambiente de indiferencia con que, en general, se apreciaban en el territorio estos hechos».

El coronel Salcedo, de San Fernando, dice, al folio 657, que, al hacerse cargo el declarante del mando, a fines del mes de Enero del pasado año, pudo observar pequeñas deficiencias y retrasas que corrigió con la mayor energía, mereciendo sus determinaciones la aprobación de la Superioridad; y del capitán Fortea, consignadas quedan sus explícitas manifestaciones.

Mas no era la norma acostumbrada usar de este temperamento en la benignidad con que se juzgaban, no tomándose determinaciones ostensibles sino en casos graves y muy extremos. Así se concibe que, preguntando este juzgado sistemáticamente a todos los jefes principales sobre el comportamiento de la oficialidad en este orden, con rara excepción han depuesto que no se ha instruido en sus Cuerpos procedimiento alguno por malversación, desfalco, distracción de caudales o atrasos en el pago o liquidación de haberes, ni formándose tribunal de honor por hechos que afectan a la moral militar, siendo así que ha lugar a saber de separaciones del servicio a titulo de retiro o licencia absoluta, aunque instigadas por dichas causas, como de ellas se hacen eco en sus declaraciones el coronel del regimiento de África y el del mixto de Artillería.

Pedido informe al Comandante general del territorio sobre estos extremos, en comunicación de septiembre -folio 524- manifiesta que, ocupada de lleno su atención, en el breve tiempo que se hallaba desempeñando el cargo, con la marcha de las operaciones militares y reorganización del Ejército, habiendo podido por ello apreciar muy poco la situación y circunstancias de la antigua guarnición del territorio, no había llegado, por consiguiente, a su conocimiento de un modo concreto otro estado de conducta de ella que el puramente oficial, sin que por su índole requiriera la substanciación de procedimientos de la naturaleza inquirida; que sólo había recogido rumores del mal efecto que producía la tolerancia del juego y los disgustos de él derivados, originando éstos las peticiones de separación del Ejército de algunos oficiales.

En atención a lo que se deja expresado, este juzgado, insistiendo en su gestión, en comunicación de 15 de Octubre -folio 1.348 vuelto- interesó de la expresada autoridad la remisión, con referencia a los antecedentes obrantes en la Fiscal a jurídico militar, de relación de todos los procedimientos incoados contra jefes y oficiales desde 1 de Enero de 1920 a 31 de julio de 1921, por delitos o faltas contra la propiedad y el honor militar, indebido empleo o apropiación de caudales y otras de índole semejante, remitiendo en este sentido el estado que se une al folio 1.532, bastante parco por cierto en su contenido, para lo que era voz popular en el territorio.

 

Resumen de la actuación.

La poca escrupulosidad en la administración, la facilidad de las costumbres, disimuladas con la mayor indulgencia, como el ambiente local consentía; el aflojamiento de los resortes de la disciplina, por tan diversos modos relajada, y la negligencia determinada en los servicios y deberes profesionales, contribuyeron al estado de la oficialidad, que, denotando en general escaso espíritu en la grave crisis que hubo de arrostrar, no supo, o no pudo, sobreponerse a los sucesos en el cúmulo de circunstancias adversas que las corruptelas, los errores, los defectos de organización acarrearon en todos los órdenes en el territorio, como de las declaraciones podrá deducirse, o juzgando, en otro caso, por las consecuencias tangibles de los hechos que se analizan.

Los graves cargos que contra ella se formulen o deriven en el curso de las declaraciones, serán resumidos en el lugar correspondiente de la relación, a fin de que conserven la impresión del momento en que los hechos de su referencia se produjeran.

 

El resumen: cabe decir que ya que la tropa, quebrantada su moral, deprimido el espíritu y extenuada por la fatiga y por las privaciones, la sed y el calor abrasador de aquellos días abrumadores de julio, se mostrase desalentada e incapaz de rehacer su ánimo, es lo cierto que la oficialidad, no sobreponiéndose por honor a tales contratiempos, arrastrada por el común desmayo, no ha procurado levantar su moral y cobrar el necesario ascendiente sobre su tropa para reducirla a su deber en los momentos decisivos en que le iba su propia salvación y existencia; pues es constante que en contados casos en que una voluntad decidida se ha impuesto, aquélla ha respondido en la medida que lo angustioso de la situación consintiera. Algunos hechos de esta naturaleza se han registrado, tanto más de estimar y de revelar su mérito en la adversidad de

los destinos de dicho ejercito, por cuanto el sacrificio hecho no podía contribuir a salvar la situación, mas si respondía a los dictados del deber y del honor.

 

Contrasentido de su resumida acción.

Contrasta con la escasa fortaleza, en general demostrada, y que como resultante de tantas abdicaciones determinó el derrumbamiento instantáneo del territorio, presa del pánico, cualesquiera que fueran los motivos que le prepararan, y sorprende a la vez el ánimo, por el contrasentido que envuelve, el excesivo aprecio que se hace por cierta parte de la oficialidad, y aun de clases, del propio mérito en el cumplimiento de los deberes que la Ordenanza impone de suyo elementales, al considerar la inaudita repetición con que estimándose por los interesados haber hecho «acción de señalada conducta o valor en las funciones de guerras, de que habla el art. 17 de las Ordenes generales para oficiales, y cuya apreciación comete aquel texto al jefe inmediato y testigo de la acción, con acertadas prevenciones, a fin de que «los militares de cualquier clase no aleguen por servicio distinguido el regular desempeño de su obligación»; sorprende, se repite, la insistencia con que se producen peticiones de apertura de juicios contradictorios para optar a la cruz de San Fernando, denunciando ello la desmoralización del sentimiento del deber por la sola satisfacción íntima y persuasiva de cumplirlo; pues si tantos creen haberse comportado tan esforzadamente, no se comprende entonces la consumación de la catástrofe en las condiciones que los hechos relatan.

 

 

 

 

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