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EXPEDIENTE PICASSO (parte 6)

RETIRADA A ARRUI

 

Perplejidad: órdenes de evacuación.

En consecuencia con la decisión adoptada por el general segundo jefe, en el campamento de Drius se previno, a las cuatro de la madrugada del 23, que se iba a abandonar la posición, adoptándose por las distintas fracciones las disposiciones consiguientes a su ejecución; pero atendiendo, fundadamente, a las indicaciones recibidas del Alto Mando, de que queda hecho mérito, a las ocho se dio contraorden en el sentido de permanecer, y últimamente, como a la una y media se decide perentoriamente la evacuación, cediendo, sin duda, a la presión de las circunstancias.

 

Causas determinantes de la retirada.

Manifiesta el capitán de la :t.' mía de Policía de Beni-Said, González Longoria -folio 503 vuelto, que en las primeras horas de la mañana del 23, desde la cabecera Yarf-el-Baax, adonde había regresado en la noche anterior, se puso en comunicación con Dar Drius, donde ya sabía que estaba el general Navarro, participándole que la posición de Axdir Asú había sido ocupada por el enemigo, como asimismo que continuaba éste atacando a Tuguntz; lo que unido a sus manifestaciones de la noche anterior, de considerar desesperada la situación de la cabila y temer su inmediato levantamiento, y conocer después el general el ataque al convoy de Ichtiuen por la llegada de los fugitivos de su escolta, serían todas consideraciones que harán entrar en su ánimo con sobrado fundamento el riesgo de ver comprometidas sus comunicaciones y aconsejar el partido de la inmediata retirada.

 

Ordenes al efecto.

Atento a las órdenes de evacuación, dice el comandante de Intendencia Armijo, jefe del depósitó local de acumulación folio 1.806-, que llegado a Drius el general Navarro, conferenció e insinuó al testigo la posibilidad de que hubiera que abandonar Drius a las cuatro de la madrugada, recomendándole previniera con toda reserva sus elementos para llevarse lo indispensable e inutilizar el depósito sin llamar la atención del enemigo en el caso de que tal determinación se adoptara, procurando no llegara el menor indicio a conocimiento de la tropa, pues la desmoralizaría completamente; dando también el general la orden de que a la citada hora acudiesen todos los camiones y vehículos para recoger y conducir a Batel los numerosos heridos y enfermos existentes en la enfermería. Agrega el testigo que el núcleo de las tropas en retirada terminó de llegar a Drius al oscurecer, y aun durante la noche se siguieron presentando rezagados.

 

Vacilaciones del Mando.

Continúa el testigo -folio 1.806 vuelto- que el general vacilaba entre continuar en Drius o retirarse a Batel; pero él, por su parte, como opinión personal, hubo de exponer la de mantenerse allí, por la mayor capacidad del campamento, disponer de aguada y la gran cantidad de municiones en él existente. A las cuatro el general dijo al testigo que se suspendía la evacuación, en vista de la tranquilidad con que había transcurrido la noche, oyéndose sólo tiros sueltos; siguiendo en la indecisión hasta la una y media, en que el jefe de la circunscripción le previno por teléfono hacer los preparativos de inmediata marcha y, consecutivamente, la orden formal de evacuar; avisándole en este momento el comandante Villar, de la Policía, que ya las tropas estaban en marcha y ardía el campamento, con sorpresa del testigo, que suponía no hubiese empezado aún la evacuación; teniendo que apostarse seguidamente aquel jefe, con los pocos policías que quedaban adictos, hacia la salida del puente del Kert, que el enemigo batía, dirigiendo su fuego sobre las tropas en retirada.

El teniente médico D'Harcourt –folio 1.108- dice que la noche (del 22) pasó sin novedad, y a la mañana siguiente le sorprendio la orden de que se preparase la evacuación del hospital, porque se iba a abandonar la posición, «lo cual no podía esperar». El sargento de San Fernando Martínez Salinas -folio 1.672 vuelto- refleja también esta irresolución, manifestando que a eso de las cuatro de la madrugada llamaron a los sargentos para decirles que se iba a “evacuar la posición”, con objeto de que fuese cargándose la impedimenta; que a las ocho diose contraorden, descargándose los carros (luego había carros).

 

Repliegue de las fuerzas del circuito.

Entretanto iban acogiéndose al campamento las fuerzas replegadas de las posiciones abandonadas del sector. De nueve a diez, agrega dicho testigo, llegaron los restos de la columna de Cheif, que serían en junto de 200 a 300 hombres, a su apreciación, y que venían retirándose escalonadamente con algún tiroteo, y para cuya protección se estableció en batería la eventual ligera en dirección de Cheif y salieron tres escuadrones de Alcántara en su apoyo.

 

Actitud del regimiento de San Fernando.

Sobre el mediodía se dio nueva orden de abandonar la posición, saliendo toda la fuerza en dirección al camino de Batel, quedando sólo en el campamento la de San Fernando, que arengada por el teniente coronel Pérez Ortiz, diciendo “No se abandonará Drius”, acudio a cubrir el parapeto; llegó entonces el general Navarro -agrega-, que dijo al nombrado jefe que las circunstancias exigían el abandono de la posición, por lo que las tropas salieron del campamento en la disposición que explica el testigo respecto de su Cuerpo. En la retirada, manifiesta que tuvieron ya que hacer frente a la agresión del enemigo, y éste asaltaba la casa de Drius. El teniente médico Peña -folio 680 vuelto- confirma que fué conocida en el campamento la resolución de que la columna continuaría su retirada a Batel, 11 si bien parece que la oficialidad de San Fernando hubiese preferido continuar allí su resistencia. Las comunicaciones con Batel -dice al, folio 681- continuaban expeditas, haciéndose la evacuación de heridos en ambulancias y camiones a dicho punto. A las once de la mañana, sin embargo, tuvieron que salir los escuadrones porque el enemigo amenazaba la comunicación, y a la una de la tarde, en conclusión, hubo de disponer el general que se evacuara Drius, operación que se hizo con el mayor orden.

 

Repercusión de la indecisión en Batel.

Esta indecisión y la alternativa acusadas en las prevenciones del campamento se refleja, de igual modo, en las órdenes que se comunicaron a Batel, etapa de transición, relacionadas con el servicio de transportes, a tenor de la declaración del comandante de Ingenieros Fernández Mulero, inspector del servicio –folio 1.454-; pues como se suponía -dice- que escaseara la harina y la cebada, dada la gran concentración de fuerzas en Drius, a petición del jefe de Intendencia marcharon los camiones a Batel para volver cargados al día siguiente, aprovechando el retornar de vacío para transportar heridos y enfermos. Tras contradictorias órdenes dadas a Batel, que se traducen en la carga y descarga alternativa de los artículos que hubieran requerido la subsistencia de las tropas, de haber permanecido en Drius, que la determinación última de replegarse hacía ya innecesaria y que los camiones hubieran debido en su caso conducir, salen estos de vacío a las cuatro de la madrugada para Drius para regresar a las siete conduciendo enfermos y heridos, y aun Traen un nuevo viaje sin novedad.

 

Corte de las comunicaciones y asalto de los convoyes.

A las once se suspende la circulación por estar interceptado ya el camino por el enemigo, y cuando a las doce se considera restablecida por haber salido fuerzas de Alcántara a despejar la carretera y salen algunos camiones para verificar nueva evacuación en Drius, se ven obligados a retroceder a Batel por obstruir el enemigo el paso, no sólo con su fuego, sino barreando materialmente el tránsito. Los camiones que habían quedado en aquel punto cargan a última hora heridos, pero son asaltados en su viaje por el enemigo, que los avería y acuchilla y remata bárbaramente a sus ocupantes.

También manifiesta el teniente coronel de Ceriñola Ros -folio 1.371-, cuando pretendía dirigirse a Drius, el corte de la carretera en el Gan por el enemigo, hacia las once y diez, que hubo de determinar su regreso a Batel con otros camiones que hacían el mismo camino, avisando a su regreso al general Navarro la concentración de fuerzas enemigas en dicho barranco.

El alférez Reig, de Hamuda, herido en la retirada de Cheif y hospitalizado en Drius, dice al folio 1.811 que, evacuado en un camión el mismo

día 23, al llegar al que llamaban río Seco encontró una fuerte aglomeración de moros, incluso a caballo, por la derecha del camino, por lo que se vieron obligados a retroceder hacia Drius, volviéndose antes de llegar a esta posición por advertirles que ya salía la Caballería de Alcántara en su protección, como, en efecto, hizo, destacando flanqueos por derecha e izquierda de la carretera y otro grupo cerrando la marcha. A pesar de ello -sigue diciendo-, el enemigo atacó los camiones, que se adelantaron algo a la fuerza, asaltándolos. y aun acuchillando a algunos de los heridos; que el camión en que iba el testigo fué volcado en la cuneta, y, cogiendo una carabina, se parapetó en él, tirando con el brazo izquierdo, que era el sano, consiguiendo causar bajas al enemigo, que algo le contuvo, dando con ello lugar a la aproximación de la Caballería, que llegó al galope, despejando los flancos del camino. El testigo regresó a pie a Batel, donde fué recogido en un automóvil rápido, que supone fuera el del general Navarro, y último que pasó, pudiendo llegar a Tistutin, donde tiroteaba el enemigo, poco después de las cuatro de la tarde, siguiendo en el mismo a la plaza sin otra novedad.

Por su parte, el comandante de Intendencia Armijo dice -folio 1.807 vuelto- que con los dos camiones en que evacuaba la parte posible del depósito, ocupado el puente por el paso de las tropas, hubo de atravesar el Kert por el cauce para ganar la carretera, y cerca del paso del Gan, los moros apostados extremaban la resistencia al tránsito de los vehículos, que por orden superior se habían adelantado al paso de la columna, y especialmente por dos grupos de Caballería mora que a ambos lados del caminó trataban de cortar el paso a los carruajes, incluso obstruyendo la carretera con una barricada, venciendo todos los cuales obstáculos y el cruce difícil del Gan, el camión del testigo pudo llegar a Batel. Había durante el camino recogido algunos heridos y encontrado los camiones asaltados por los moros con anterioridad, y habiendo rematado a los enfermos y heridos que conducían, y durante todo el trayecto tuvieron que defenderse con su fuego, incluso el testigo, armado de un fusil.

 

Acción de la Caballería de Alcántara.

Dice el capitán Chicote, de Alcántara -folio 1.874 vuelto-, que luego de haber salido con su escuadrón, con apoyo de algún otro, varias veces a proteger el repliegue de las posiciones avanzadas de Drius, hubieron de salir más tarde los escuadrones a despejar el camino de Batel, pues, según noticias, el enemigo atacaba los camiones de evacuados; que el declarante marchaba en vanguardia con su escuadrón, con objeto de asegurar la posición de Uestía, lo que no llegó a efectuar por ocuparla fuerzas de infantería; que siguió avanzando en unión de los demás escuadrones, sosteniendo nutrido fuego con el enemigo, bastante numeroso, que aparecía por todas partes, combatiendo las fuerzas a pie y a caballo, cargando repetidas veces, y que, conseguido el objeto, ordenóse el regreso a Drius, y al llegar a dos kilómetros de dicha posición, el declarante, que por la inversión del movimiento marchaba a retaguardia, recibió orden de dar media vuelta en dirección a Batel y despejar el camino a todo trance; que al primer momento no se explicó la orden; pero a poco pudo ver que ardía Drius y que las fuerzas venían en retirada, en cual trayecto a Batel se presentó mucho enemigo por ambos flancos, batiéndolo los escuadrones, logrando rechazarlo y abrir paso a la columna.

El teniente Bravo, del expresado regimiento -folio 1.380 vuelto-, dice que al dejar la aguada de Drius, en que estaba de servicio, y seguir a la columna en marcha, hubo de prevenírsele se incorporase con su sección a la extrema vanguardia, donde iban los escuadrones duramente hostilizados, desde la salida de Uestía, por ambos flancos, los que hubieron de proteger y cubrir con su activa intervención; y el herrador de este Cuerpo Pavón, según testimonio unido al folio 2.053, refiere la salida rápida de los escuadrones hacia Batel; que al rebasar de Uestía tuvieron que hacer dos de ellos combate a pie, en unión del de ametralladoras, para impedir que el enemigo se corriese en el intento de envolver la columna por aquel lado, prosiguiendo en su función de flanqueo todo el regimiento en demanda del Gan, donde el enemigo cerraba el paso.

 

Marcha de la columna.

En ejecución de la retirada dispuesta, emprenden las fuerzas, sobre las trece, la marcha en dirección a Batel, quedando las compañías rehechas de San Fernando, cubriendo el parapeto para proteger la salida y marchar luego cerrando la retaguardia de la columna como fuerza de Infantería que acusaba mejor consistencia. Convienen las declaraciones en que el general Navarro salió de Drius con sus tropas reformadas, aparentemente en buen orden, si bien su moral, cohesión y temple no se pudiesen considerar muy firmes, como los incidentes de la marcha y su acción luego vienen a acreditar en el curso de la jornada. Recoge a su paso, como queda dicho, las pequeñas guarniciones de Haman y Uestía, sobre la derecha de la carretera, mas dejando sobre la izquierda la de Dar Azugaj, abandonada a sus propios medios, en la suposición de que cubriese aquel flanco. Ya a este tiempo había debido caer Ichtiuen, que con aquel objeto pretendiese también conservar.

Avanzaron sin obstáculo las tropas hasta poco más allá de Uestía, donde empezó el tiroteo, hacia la altura del boquete de Sidi Alf, desde los accidentes que bordean la carretera, teniendo poco después en el trayecto el penoso encuentro de los últimos camiones asaltados que predispuso el mal espíritu y continente de la fuerza, y acreciendo la oposición del enemigo a medida que se aproximaban al río Gan, hubo de alcanzar a su paso la mayor intensidad, haciendo preciso el empleo de la artillería, que se estableció sobre la misma carretera, obligando a adoptar otras disposiciones defensivas y a hacer intervenir la Caballería de Alcántara, merced a cuya decidida y esforzada acción pudo ser abierto paso a la columna y proseguir ésta la marcha a Batel, aunque perdiendo su formación y continente.

 

Desorganización de la columna en el paso del Gan.

Vino, con efecto, esta dura refriega a desbaratar la inconsistente organización de la columna; pues, en consecuencia del conjunto de las declaraciones –folios 834, 1.094, 1.515, 1.460, 1.249 vuelto y 1.674-, dedúcese que echándose las fuerzas sobre la derecha, fuera de la carretera, por la ocupación de ésta, y buscando el resguardo de ella contra el vivo fuego que se hacía por la izquierda; amontonándose, primero, sufriendo muchas bajas en tal disposición, y cruzando luego el cauce del río Gan precipitada y desordenadamente, a la carretera cuyo badén se expresa, formar recodos que aumentaban la dificultad del paso, quedaron descompuestas las unidades, prontas en su falta de firmeza a la desmoralización, que, perdiendo la compostura y orden de marcha, mezcláronse y confundiéronse los elementos en forma tal , que fué ya imposible de todo punto para en adelante, en el curso de la turbulenta retirada, reconstituir sus desconcertados elementos, llegando a Batel en completa confusión a la caída de la tarde este aglomerado de gente, no asistido ciertamente el Mando del concurso, no en mucha, sino de la mayor parte de la oficialidad. En este acosado paso del Gan se perdieron una pieza de la batería ligera y dos de montaña, aparte de ametralladoras, armamento y otros elementos de la deshecha columna.

 

Referencias sobre la marcha de la columna.

Dice el teniente de Artillería Gómez López -folio 834-, aunque sin acuerdo exacto en las horas, que a las tres de la tarde se emprendio la retirada de Drius: “salió primero toda la Caballería, y después los camiones con municiones y muchos heridos, enfermos y despeados; marchaban a continuación varias compañías de Infantería y la batería eventual, a las que seguía, a bastante distancia, el general Navarro con su Estado Mayor, a la cabeza del grueso de la columna; seguía a éstos el testigo, con su batería -primera de montaña- y a continuación el resto de la fuerza, cerrando la retaguardia el regimiento de San Fernando, consiguiendo que tras algún ligero obstáculo y transitoria desviación, las tropas fueran entrando en la carretera, marchando en buen orden , empezando a poco a ser tiroteados por el enemigo desde muy corta distancia, al que se contestaba sobre la marcha. Que después empezaron a encontrar los camiones de heridos asaltados, tal como queda referido; que los muertos y heridos que la columna iba encontrando y sufriendo en su marcha eran recogidos y cargados en los mulos y armones, a pesar de la resistencia pasiva de la tropa a recoger los muertos, que hizo imponerse al general Navarro advirtiendo que mientras quedara un cadáver no pasaría la columna, requiriendo para ello la cooperación de los oficiales, que tuvieron, pistola en mano, que obligar a la tropa a recogerlos; pero que llegó un momento en que los mulos no pudieron con más, por lo que los heridos los tiraban al suelo para montarse ellos, fingiéndose algunos heridos para montar y cortando otros las cinchas de las cargas para subirse ellos.

Todos estos hechos -manifiesta- desmoralizaron y desordenaron la columna. En esto se llegó a la proximidad del Gan e hizo alto la vanguardia, y la batería eventual, asentada en la carretera, abrió el fuego contra el enemigo que se mostraba por el flanco izquierdo, pero la aglomeración de gente que la rodeaba le dificultaba el tiro. Acentuó el enemigo el fuego al hacer alto la columna, por lo que dispuso el general Navarro que se formasen guerrillas para abrir paso. Dio la orden al capitán Sáinz, de Estado Mayor, saliendo bajo su mando algunos soldados a formarlas, aunque no sin protesta, pues decían “que fueran con ellos sus oficiales” quienes continuaron en la carretera protegiéndose entre los mulos contra el fuego enemigo. En esta forma pudo organizarse una guerrilla por la izquierda; el capitán de Artillería Blanco intentó sacar a los referidos oficiales, y, no consiguiéndolo, formó él solo otra guerrilla, que dirigió hacia la izquierda también. El referido capitán hasta entonces llevaba su batería completa y ordenada, pero al marchar con la guerrilla tiraron algunas cargas y se desorganizó un poco... El testigo afirma que tiene seguridad de que las compañías donde ocurrió esto que narra no eran de San Fernando, ni cree que de Africa, entendiendo eran de Ceriñola. Tiene entendido -agrega- que en la retaguardia, que cubría el regimiento de San Fernando, se formaron también guerrillas. La vanguardia extrema, que llevaba la Caballería de Alcántara, sostuvo verdaderos combates y logró abrir paso a la columna: ambos Cuerpos llevaban el mando de sus jefes propios -cosa natural-, que al advertirla el testigo, inclina a deducir consecuencias suspicaces respecto de los otros.

Al disminuir la hostilidad, estas heterogéneas guerrillas, constituidas por los más decididos, clases e individuos mezclados de diferentes Cuerpos, pudieron replegarse al grueso de la columna y continuarse la marcha. Al llegar el testigo a su batería encontró que mucha gente se acogía entre les mulos, aguardando la primera ocasión de montarse en ellos bajo pretexto de herida o enfermedad, haciéndose cargo de que se habían perdido dos cañones con todas sus cargas, pues para montar en aquéllos las habían tirado a tierra... Al pasar el río v aumentarse el fuego, se desplegaron en guerrilla dos compañías, mandada, una, por un alférez,

y otra, por un capitán.

El capitán del regimiento de Melilla, Almansa -folio r.o94 vuelto-, queda manifestado cómo tomó puesto en la columna de evacuación en el punto inicial de marcha, en el Puente del Kert. Esto mismo corrobora el teniente Méndez Vigo -folio '.515-, diciendo que a la salida del campamento estaba el capitán de Estado Mayor Sánchez Monje señalando orden para efectuarla, y aun cree recordar que también el capitán Sainz; pues aunque el teniente Bernárdez dice -folio 1.460- que viera salir del campamento, sin concierto alguno, unidades de diversas armas, siguiendo su movimiento y llegando al puente del Kert, punto en el cual aguardaron para entrar en la columna «sin que advirtiese que nadie diera prevenciones oportunas», queda desvirtuado el aserto por las anteriores manifestaciones, su misma espera y ser natural y consiguiente que no se descuidase principio tan elemental tratándose de un contingente de tropas de cierta cuenta, aunque alguna precipitación se imprimiera luego, como asevera el capitán Almansa -folio 1.095-, al proseguir su narración, que dice fué atravesada su fuerza por una unidad a lomo, no sabe de qué Cuerpo, y otra montada de Artillería, a las que tuvo que dejar paso. Manifiesta el referido capitán que al emprender el movimiento vio que ardía la posición de Drius; que a los dos o tres kilómetros de ella empezaron a ser tiroteados, y al llegar a la zauia del Hach Amar arreció el fuego, siendo contestado por la columna que iba flanqueada a distancia por la Caballería y por guerrillas de Infantería más de cerca; que al pasar por algunos parajes muy batidos, la columna se desviaba, saliendo de la carretera, y en estos movimientos «hechos al paso ligero», empezaron a mezclarse y desordenarse las unidades, aunque no por completo. Que en esta forma, y bajo el fuego enemigo, llegaron al río Gan, que estaba seco y es de un paso muy difícil, haciendo la carretera un zigzag, dificultad que fué aprovechaba por los moros para concentrar allí su esfuerzo, lo que contribuyó a desconcertar por completo la fuerza, mezclándose y confundiéndose las unidades. Agrega que ni en el paso del Gan, ni en momento alguno de la marcha, recibió órdenes del Mando para efectuarla, aserto que, de no contraerse a esta primera parte de la marcha, se contradeciría con lo que luego manifiesta al decir de las que recibiera en justificación de su inexplicable fuga, con la parte de sus fuerzas, cual se relatará a su tiempo.

 

Del río Gan a Batel, prosigue diciendo, decreció el fuego, llegando a este punto al caer el sol, pero reconociendo que el estado de confusión de la columna hacía de todo punto imposible cualquier intento de reorganización, y que él, como uno de tantos, iba arrastrado en el tropel. En parecidos términos reseña el teniente Bernárdez -4folio t.46o- el curso de la marcha, manifestando que al llegar al Gan, unas compañías, “al parecer en buen orden, trataban de contener al enemigo, rodilla en tierra, por haber alcanzado el fuego su mayor intensidad, mientras que las demás se desviaban a la derecha para resguardarse en el terraplén de la carretera y cruzar el río a la carrera”, lo que desorganizó por completo la columna, llegando a Batel, donde estuvieron detenidas algún tiempo, descansando los individuos como media hora, y tratóse de reorganizar las unidades.

En forma análoga se produce el teniente Méndez Vigo -folio 1.515-, relatando la marcha de la columna bajo el creciente fuego del enemigo, recogiendo al paso las guarniciones de 'llaman y Uestía, que la flanquearon por su lado derecho y alcanzando el fuego su mayor intensidad en el paso del Gan, donde hubieron de desviarse a la derecha para cubrirse de él; que cree el testigo obedeciera «a lo batido que estaba el puente, y buscando el resguardo del terraplén de la carretera, cruzándose el cauce con bastante aceleración, que introdujo el desorden en la columna, mezclándose las unidades», encontrando, al llegar a Batel, al recontar la gente de su compañía, que faltaban ocho o diez hombres y una ametralladora, que se perdio en el paso el río.

Análogamente se expresan el alférez de Ceriñola Guedea -folio 1.249 vuelto- y el sargento de San Fernando Martínez Salinas, cuyo regimiento cerraba la retaguardia; dice, al folio 1.674, que en buen orden llegaron hasta el Gan, encontrándose en el camino bastantes cargas de municiones de artillería abandonadas, carros, impedimenta y ambulancias llenas de muertos; que en el río habían sido atacadas las fuerzas que le precedían por fuego procedente de la izquierda, lo que determinó desviarse a la derecha, la cual desviación tomó también la retaguardia, echándose fuera de la carretera, y en el paso del río toda la fuerza se hizo una masa, en la que el enemigo causó abundantes bajas. El general, con el teniente coronel Pérez Ortiz, de su Cuerpo, como a medio kilómetro del río, trate de reorganizar estas tropas de retaguardia, pues los que precedían habían llegado ya a Batel. Del Cuerpo del testigo -dice- se pudieron reunir como fuerza de tres compañías, “aunque sin organización”, porque lo que faltaba correspondía a bastantes bajas y a otra gente «que, con apresuramiento, habían adelantado ya hasta Batel». Y en este punto,-dice- quedaron algunas fuerzas, viéndose a las demás seguir a Tistutin.

En similares términos se expresan infinidad de testigos, cuyos relatos sería prolijo resumir, mereciendo sólo mencionarse el del artillero del regimiento mixto Cesáreo García Milia -atestado 107-, que dice que de su batería -quinta- no llegó a Batel ningún cañón y sólo alguna carga, siguiendo el capitán -Blanco- con los restos de la batería, montados dos o tres en cada mulo, y otros a pie, llegando a Arruí a media noche.

 

Actos reprobables y de desmoralización de la retirada.

Corroboran el estado predisponente de las tropas a la desbandada, y su latente descomposición moral, algunos hechos que importa recoger. Bajo este aspecto, dice el teniente de Artillería Vidal Cuadras –folio 1.494-, que después de llegar a Drius e incorporar su escasa fuerza restante al Parque móvil, emprendio el regreso a la plaza en un camión, en unión de otros carruajes, y por más que recomendó al mecánico que no se adelantase, siguiendo en pos de éstos, dejó atrás a la columna, que salía de Drius ordenadamente, “aunque algunos soldados asaltaban los vehículos”; y entre otros accidentes que detalla, en cuanto al espectáculo de la carretera, cuenta el lastimoso estado en que encontrara al teniente don Ismael Ros, de la columna de Cheiif, que, evacuado, herido, sufrió en el asalto de las ambulancias por los moros hasta veintiocho heridas de arma blanca, dejándole por muerto, y al que hubo de acomodar en una camioneta de Ingenieros.

Dicho oficial relata sus sufrimientos y de las quejas que formulara por el impío abandono en que fuera dejado por algunos vehículos, a su paso por la carretera, desoyendo sus súplicas, es de advertir fué pasado el tanto correspondiente a la Comandancia general en 26 de agosto del año anterior, a los efectos de justicia que fueran procedentes, por haber sido este acuerdo anterior al mandato de la Real orden telegráfica de 6 de Septiembre siguiente.

El comandante de Ingenieros Fernández Mulero dice al " folio 1.454 vuelto de su declaración, que los camiones que habían quedado en Drius se cargaron a última hora con heridos y enfermos; pero a poco de salir, “como ya las fuerzas iban en retirada muy desordenada”, asaltaron los camiones, montándose hasta setenta hombres en algunos, por lo que volcaron, se le partieron los bastidores o se atascaron, siendo abandonados cuando en su marcha reciban el fuego de los moros, y por fin, prescindiendo de ellos cuando los vieron inútiles: hechos deplorables que conoce y relata el testigo por referencias del sargento Melón, conductor del coche del general Navarro, que con ellos salió a última hora ( O sea que Navarro iba en coche).

Cuenta Juana Martínez López, cantinera de Batel -folio 495 vuelto- que el día 23 de julio, después de mediodía, vio pasar numerosas tropas en desorden, que huían hacia la plaza, algunos hombres sin armamentos, y todos destrozados o desnudos; también iba Caballería de Alcántara, el quinto escuadrón y otros, mezclados, y mulos de Artillería. Pasaron en el Batel hasta que a la caída de la tarde aumentó la afluencia de fugitivos; por lo que todos emprendieron la huida hacia Monte Arrui, refiriendo los demás pormenores de la suya, hasta lograr acogerse a esta posición, con vivo relato.

El vecino de Arruí, Verdú -folio 1.718- dice que el expresado día 23 llegaban muchos askaris de la Policía con sus armas, a los que el capitán Carrasco, que la noche antes -consigna- había asumido el mando de la posición, dejaba marchar sin recogerles dichas armas, hecho que al declarante extrañó, atendido a la conducta que estas fuerzas habían observado, haciendo en su mayoría defección. Al mediodía -continua- pasó hacia la plaza un tren abarrotado de fuerzas, casi todas de Regulares, y algunos vagones de heridos... Desde la misma estación vieron venir la Caballería de dichas fuerzas, que venía con algún desorden. Después empezaron a pasar de todas procedencias tropas peninsulares en el estado más lastimoso, en completa desbandada, agotados y despeados en su mayoría las que no traían armas.

 

Dejan a Batel las fuerzas de tránsito.

Prosiguiendo el comandante de Ingenieros Fernández Mulero el relato de los sucesos, dice al folio 1.455 de su declaración que permanecía en Batel aguardando la aproximación de la columna, con los camiones llenos de heridos y enfermos y de la corta población civil de la localidad, recogida, y mientras tanto, como iba llegando gente suelta que se adelantaba al grueso de la retirada y esparcía la alarma con las noticias cada vez más terroríficas que daban, el pánico cundía, y los moros que ocupaban las jaimas próximas se marcharon y los de la Policía que guarnecían la torreta de Usaga y un grupo que subió a reforzarlos desertaban, viéndose ya al enemigo por las alturas haciendo fuego sobre la posición, aumentando el terror de aquella gente, determinó el testigo marchar con los camiones, como habían hecho todas las fuerzas de tránsito, quedando únicamente la pequeña guarnición.

 

Desaparición de Alcántara como unidad orgánica.

Siguiendo la marcha ulterior de los castigados escuadrones de Alcántara, dice el teniente Bravo -folio 1.380 vuelto- que llegado al río Seco y cesado el fuego, continuó a Batel como a las dos de la tarde, reuniéndose el escuadrón, al que el jefe de la posición mandó seguir a Tistutin, en donde, dijo, recibiría instrucciones del coronel de Africa, que allí debía hallarse; pero no encontrando a nadie al llegar a este, punto, y viendo que el enemigo, agolpándose por ambos flancos, hizo una descarga y se corría con ánimo de cortar el paso en unas casas del llano de El Garet, salieron desplegados y a buen paso en demanda de Arruí, donde el coronel de Africa, allí estante, mandó se uniese el escuadrón a una columna de tránsito para la plaza, de ganado de Artillería, carruajes y mulos y personal de Intendencia para acompañarlos en su marcha a Melilla, debiendo el escuadrón quedar en Zeluán, como efectuó, llegando a la Alcazaba al oscurecer: si bien sea de advertir que el precitado coronel, cual más adelante se consigna, manifiesta al folio 313 vuelto de su declaración que la expresada fuerza de Caballería se marchara a Zeluán contraviniendo su orden.

El soldado del quinto escuadrón Florentino Moreno, en atestado 138, dice que después de las cargas que dieran en el paso del Gan, «mientras resistió el ganado»», siguieron unos 25 caballos con el alférez Souza hasta Zeluán, adonde también llegaron al oscurecer. El soldado Rafael Chaves, del segundo escuadrón - folio 1 .913 vuelto y. atestado número 158- consigna que en las cargas que dieron en el camino para abrir paso a la columna, algunos hombres de su escuadrón, por pérdida del caballo, quedaron desmontados, por lo que hubieron de marchar incorporados a las tropas que se retiraban o solos, quedando rezagados, separándose del escuadrón, en tanto que éste, con la gente que aun restaba montada, pudo seguir prestando el servicio de protección y llegar sus residuos también a Zeluán al anochecer; incorporándose después los rezagados de a pie y quedando algunos en las posiciones del camino como Arrui.

El herrador Pavón, en testimonio obrante al folio 2 .053, dice que llegados a Batel, donde pudieron dar agua y reponer municiones, siguieron a Tistutin, donde quedó el testigo con ¡estos del quinto y segundo escuadrones, alojando en un almacén de esparto en unión de la batería ligera y haciendo, servicio ordinario de parapeto basta la salida para Arruí, cuya ejecución relata, entendiendo que del regimiento llegarían de So a 6º hombres solamente.

El coronel de este regimiento, D. Emilio Fernández Pérez -folio 499- después de reseñar las acciones del regimiento -con algún error de concepto, explicable por lo reciente de su mando en la época de la declaración, 2 de septiembre-, manifiesta que las cargas fueron continuas desde Drius a Batel, sitio a que llegaron los escuadrones diezmados, y los que quedaron, extenuados de cansancio; que permanecieron allí con los restos de la columna del general Navarro, hasta que éste dispuso el repliegue sobre Monte Arruí. Ya los escuadrones habían perdido su organización -agrega-, resultando un aglomerado de fuerzas más que una unidad definitiva, y en esta disposición, la mayoría de ella se retiró a Zeluán, constituyendo indudablemente el mayor núcleo de los restos del regimiento, con los residuos del escuadrón de ametralladoras, en tanto que aparecen en Arruí los tres jefes, el capitán del precitado escuadrón de ametralladoras y lo que restase de los otros; reputando la actuación total del regimiento como gloriosa, cumpliendo con el más alto deber de la Caballería de sacrificarse para salvar los otros institutos del Ejército y el honor de las Armas.

 

 

BATEL.-TISTUTIN

 

Incertidumbre de las truenes que diera el Mando.

No se colige qué disposiciones pudieran ser dictadas al llegar la desecha columna a Batel, faltando la información de los principales jefes; pero juzgando por la resultancia de los hechos, desde este punto todo queda envuelto en absoluta confusión y como sustraído a la acción del Mando y obedeciendo sólo las determinaciones a impulsos del momento, a iniciativas aisladas ajenas a todo concierto y unidad de dirección, como rotos los resortes de toda autoridad, que por completo aparece borrada. Puede aseverarse, por la manifestación del soldado del regimiento de Ceriñola Pérez Moriones -folio 1.09i vuelto-, que a la llegada a Batel de las fuerzas de Intendencia en retirada a la plaza, a eso de las 14:30, la pequeña fuerza que guarnecía el fortín de Usuga la abandonaba y se acogía a la posición, que ya era hostilizada, como consignado queda por la declaración del comandante de Ingenieros Fernández Mulero –folio 1.455-; que la Policía mandada para reforzar este puesto hacía defección, y el enemigo, desde las alturas, abría el fuego.

 

Disposiciones conocidas del general Navarro.

El teniente de Artillería Gómez López dice al folio 836 de su declaración que un kilómetro antes de llegar a Batel el general mandó hacer alto a la columna a fin de que fuese reconocida en el recelo de que pudiera estar ocupada por el enemigo; pero que esta orden fué desatendida por individuos montados, que corriendo se encaminaban a la posición y debieron ser reducidos

con extremo rigor por el testigo, la cual posición, sigue diciendo al folio 836 vuelto, era muy combatida por el enemigo desde las alturas que la dominaban y desde unas chumberas próximas, y la Policía enviada para desalojarlo de allí, haciendo causa común con él, volvió el fuego también contra las tropas. El general, al llegar a Batel, dice que reunió a toda la oficialidad con objeto de darle instrucciones; pero cuyo alcance ni objeto precisa, aunque asentando de hecho que «se dio la orden de que una parte de la columna quedara en Batel y la mayoría de ella siguiera hasta Tistutin, quizá por no caber en aquella posición».

 

 

Posición de Batel.

Con efecto, Batel, con arreglo a la descripción del teniente de Intendencia Nieto -folio 963 vuelto-, estaba circuida pon un parapeto que constituía toda su defensa, de unos cuatrocientos metros de perímetro, interrumpido en algunos trozos el contorno defensivo por construcciones que se habían ido adosando al mismo; componiendo su guarnición últimamente, como toda protección, cuarenta fusiles de la compañía provisional del regimiento de Africa al mando del capitán Bermudo, jefe de la posición, y una sección de 27 policías al del teniente Pinilla.

Radicaba en la posición la sección destacada de la compañía automóvil de Intendencia del mando del referido testigo, como etapa de transición de transportes. El agua de la posición era salobre, por lo que la potable era llevada de Melilla para los abastecimientos que reseña el testigo, como la de Tistutin. Según el estado de fuerza de la Comandancia general, se encontraban también en esta posición el teniente coronel de Africa D. José Piqueras y el capitán ayudante del mismo Cuerpo D. José de la Lama; pero ello era eventual, pues habían llegado en la misma mañana del 23, a tenor de la declaración del coronel Jiménez Arroyo, de dicho regimiento -folio 312.

 

Posición de Tistutin.

Y en cuanto a Tistutin, según declaración del mismo testigo teniente Nieto -folio 964-, consistía la posición en una cerca de piedra entre la carretera y el ferrocarril, de menores dimensiones que la de Batel. Por toda guarnición tenía una sección de zo hombres, al mando del teniente D. Francisco Moreno, según el repetido estado de la Comandancia, aun cuando era cabeza de ferrocarril y depósito de acumulación de Intendencia. Pero según manifestación del soldado de Africa Tortosa -atestado número 178-, de la precitada compañía provisional, el destacamento de Tistutin estaba a cargo de un sargento, así como dice que en el fortín de Usuga se encontraba el teniente Barceló.

A tenor de las declaraciones del teniente Bernárdez -folio 1.476-, y los soldados Alaejos -folio 1.431-, la posición de Tistutin la encontraron abandonada a su paso, como las cantinas situadas a la derecha de ellas. Inducción de los propósitos del Mando. Parece en resolución inducirse que las órdenes del general Navarro pudieran haberse dirigido a distribuir las fuerzas entre las dos próximas posiciones que se dejan expresadas aun reconocida la insuficiencia de su capacidad, pues que en adelante nadie da razón de las órdenes en virtud de las cuales se prosiguen los desordenados movimientos de la columna, que apartada de todo mando va quedando disgregada en los puntos del camino hasta la plaza. Ateniéndose, por consiguiente, a los hechos acreditados y siguiendo en su declaración al teniente Gómez López, resulta que fraccionándose las fuerzas de la columna sin guardar diferenciación de unidades, como repetidos atestados de individuos acreditan, continuó en el mayor número hacia Tistutin, sin cabida en su recinto, aparte sin ningún valor defensivo, para contener el golpe de gente que a la posición se dirigiera.

 

Disgregación de las fuerzas.

En consecuencia de ello, ocupadas las alturas sobre Tistutin por los policías desafectos y cabileños, que tiroteaban la posición, al llegar allí la masa de fuerza se introdujo nueva perturbación, determinando el fraccionamiento de ella, carente por completo de gobierno, el mayor grupo optó por seguir a Monte Arruí por propio impulso, pues como dice el teniente médico Peña explícitamente -folio 682 vuelto-, como el fuego enemigo continuaba con intensidad y no llegando órdenes de mando, “decidieron continuar la marchan a dicho punto; y agrega el teniente de Artillería Gómez López en su repetida declaración -folio 836 vuelto- que su capitán y él fueron a la posición en la idea de recabar órdenes; pero que no pudieron obtenerlas por reinar una gran confusión dentro de ella, ni encontraron ya en su sitio al salir a la batería que con la otra de montaña, siguiendo a la columna en marcha adelantaban hacia Arruí, diciéndoles que el general marchaba a la cabeza de la columna y que iba toda ella; pero la gente, presa del pánico, daba sus informes con grande incoherencia, y los oficiales buscaban inútilmente al general en medio de aquella baraúnda. Los testigos, en suma, no aciertan a explicar ni disciernen las órdenes que en este sentido pudieran haber mediado.

 

Acogida de fuerzas desorganizadas de Arrui.

Siguiendo, pues, a Monte Arruí, encontraron las fuerzas al llegar a dicha posición, en la misma luctuosa noche que la Policía, sublevada y adueñada del poblado, las recibía a tiros. Acogida empero a la posición buena parte de ellas por propio movimiento, dice el repetido testigo teniente Gómez López –folio 837 vuelto-, que sólo allí pudieron juntar su gente a eso de las once de la noche y recontarla -dice-, «reorganizarse», pero esto parece excesivo eufemismo, reuniendo casi todos los hombres y parte del ganado, «pero ninguna carga, sucediendo lo propio en todas las unidades montadas, y en vista de que en su batería quedaban más de roo hombres y 70 armas de fuego, de las que había ido recogiendo por el camino, decidieron formar una unidad de fusiles para contribuir a la defensa de la posición, haciendo lo propio las demás unidades, en cuanto pueda darse este nombre a las agrupaciones que aún conservaran cierta agregación, ya que no apariencia orgánica.

El teniente de Policía Miralles -folio 28i- dice que llegado a Batel a las seis de la tarde, en virtud de órdenes del comandante Villar y acompañado de otros oficiales y algunos sargentos, cabos y ordenanzas, se dirigieron a Tistutin a fin de “recoger” la Caballería indígena; que traducido en su recto sentido quiere decir que dicha Caballería se desmandó y huyó, no conociéndose a cuál fuerza determinada se refiera. Mas en la que fuese, manifiesta que les fué imposible pasar por la carretera a causa del fuego que a corta distancia les hicieron los moradores apostados en la vía férrea y lomas que aquélla dominan, impidiendo el paso; que marchando entonces por la falda de Usuga para aproximarse a Tistutin, por el otro lado, al llegar a la altura de este campamento, las tropas que allí había, tomándolos por enemigos, les hicieron también fuego, y como al mismo tiempo lo hacían desde las cumbres del Usuga los indígenas levantados, tuvieron que retirarse a galope en dirección a Monte Arruí; que al llegar a dicha posición, a eso de las nueve de la noche, encontró el poblado ocupado por el enemigo y el reducto mantenido por nuestras tropas, que mutuamente se tiroteaban, no pudiendo por este motivo entrar en la posición, y en resolución, que tras algunos incidentes, el testigo siguió a Zeluán, adonde llegó a la una de la madrugada, de entender que solo, por no hacer nueva referencia de la fuerza que buscaba ni acompañantes.

El teniente médico Peña -folio 682- manifiesta que después de alguna parada en Batel, en el cual campamento entró parte de la fuerza de vanguardia y el resto quedó fuera, «se ordenó continuar a Tistutin»; que al pasar por unas jaimas que hay en el camino sufrieron fuego intenso, que dijeron ser hecho por la misma Policía desertada, y al llegar a Tistutin encontró que el enemigo atacaba la posición, y esto dio lugar a que se dividieran las fuerzas de la columna que hasta allí habían adelantado, haciendo una parte de la que iba en vanguardia un rodeo hacía la derecha, tras un cercado, y encaminándose las demás por el otro lado de la vía; éstas -dice-fueron a parar al campamento, según cree, mientras que las anteriores llegaron a unos depósitos cerca del mismo y allí se detuvieron; como el fuego del enemigo continuara y no tuvieran otras indicaciones, continuaron la marcha a Monte Arruí, contestando a la agresión aislada y espontáneamente algunas fracciones, pues no cree el testigo lo hicieran obedeciendo órdenes de mando. Consigna que en el paso de los montes camino de Arruí, continuó el fuego enemigo, que fué decayendo hasta cesar; que fuerzas de San Fernando desplegaron guerrillas de flanqueo, y con un improvisado grupo de oficiales y soldados en mulos constituyóse la vanguardia, y para evitar quedaran rezagados se puso de extrema retaguardia a la gente que quedaba montada.

Esta marcha-entiende-la hacia la mitad próximamente de la columna, habiendo quedado el resto en Batel a inmediación del general y en Tistutin. Al llegar a Arruí manifiesta que fueron recibidos a tiros desde el poblado, hasta que por medio de cornetas lograron comunicar con la posición, subiendo entonces a ella.

 

Actos vituperables de la oficialidad.

No se hizo este desmoronamiento de las fuerzas y de la autoridad del Mando sin evidenciar con nuevos actos el grave quebranto de la moral y el decaído espíritu de la oficialidad, con escándalo de su conducta.

Dice el soldado del regimiento de Africa y destacamento de Batel Domingo Tortosa, ya antes citado en el atestado núm. 178, que el 23 por la tarde, llegó a la posición el general Navarro, muy desorganizada su fuerza, «oyendo» que éste reprendía severamente a varios oficiales y se, mostraba muy disgustado. Vió que el general llegó a pegar con el bastón que llevaba a un teniente -no sabe el Arma ni el Cuerpo a que pertenecía porque iba con otros muchos- sin estrellas ni emblemas, oyéndole gritar al mismo tiempo: «No quiero agua; soy viejo; que se marche el que quiera...», pudiendo dar esto alguna idea de la dispersión que se siguiera de estas tropas, poseídas de la desmoralización y el pánico, ante los que se debió considerar impotente el Mando para atajar su profunda descomposición.

Refiere también el teniente Gómez López -folio 837- que en esta retirada se registraron algunos actos muy censurables de oficiales y muchos de tropa. Cita un oficial que, alegando que estaba herido, le pidio le dejase montar a la grupa, de su caballo, proponiéndole, cuando lo efectuó, que pues aquél era bueno, podían escapar y hallárse en media hora en Melilla, «adonde tiene entendido se dirigieron muchos, en lugar de quedar en Monte Arrui, y es exacto ; que ante tal proposición, el testigo le echó al suelo; sin Poder citar nombres, por manifestar conocía pocos oficiales en la plaza, fuera de los de su Arma. Otros oficiales confirmase arrancaban las divisas, las gorras y hasta las polainas, para que no se conociera su condición.

 

ARRUI

Refuerzo de su guarnición.

La guarnición de Monte Arruí estaba reducida, en los momentos críticos de los sucesos que se examinan, a pesar de su importancia como punto de apoyo de la línea general de comunicación, a una sección de 30 fusiles de la segunda compañía provisional del regimiento de Ceriñola, al mando del teniente D. Antonio García Fernández, fuerza que relevara a la sexta del tercer batallón del Cuerpo, que antes cubriera su destacamento. Enviado el coronel del regimiento de Africa, Jiménez Arroyo, en la mañana del 23, a Batel -pues aun cuando le incumbía el mando de la circunscripción de Telatza había permanecido en la plaza-, para recibir instrucciones del general Navarro, esperándolo en Batel, según los términos de su propia declaración y aviso que recibiera -folios 312 y 403-, instrucciones que se limita a demandar y a recibir por teléfono, dicho sea de paso; quedó en aquella zona, aunque muy pasajeramente, organizando las evacuaciones de fracciones, como de dispersos, que venían del frente, y en vista de tan exigua y a todas luces insuficiente guarnición, aun cuando la idea del general dice -había sido que todo el ganado sobrante de Artillería y alguna Caballería quedase en Batel, habiendo hecho presente su cantidad, las condiciones en que venía la gente, si no desmoralizada muy extenuada, y sin que la posición ofreciese, por otra parte, el necesario resguardo, por las malas condiciones de seguridad como de escasa guarnición, determinóse continuara a Arruí, que se prestaba a mejor defensa.

Al constituirse el expresado jefe en Monte Arruí se encontró con que la fuerza de Caballería, en vez de cumplimentar la orden, había marchado a Zeluán, quedando sólo el ganado de Artillería y algunos soldados de distintas Armas y Cuerpos. Apeando a viva fuerza de los camiones en que venía a la gente que se había amparado de ellos, manifiesta que pudo a duras penas reunir unos aoo hombres de todas las Armas y Cuerpos, que agregar a la reducida guarnición.

 

 

Constitución de un destacamento de Artillería.

Por su parte, dice el capitán de Artillería Ruano -folio 1.230 vuelto- que llegado con el expresado grupo de ganado a Arruí a las cuatro de la tarde, mandó el coronel Jiménez Arroyo, de primera intención, que se quedasen todos con el ganado que llevaban; pero habiendo hecho observar el estorbo que constituía aquel número de cabezas y la atención de su alimentación, el corto número de armas y municiones que la gente traía y el consumo necesario de víveres que los inermes exigirían, de tener que formalizarse la defensa de la posición, decidiose al fin que quedasen solamente cien artilleros armados, con un capitán y dos subalternos, recogiéndoles todas las armas y municiones, y continuando el resto la marcha a la plaza con sólo 15 carabinas y unos cargadores para su defensa, de haber sido precisa; emprendieron, pues, la marcha a las siete, y aun cuando el coronel Jiménez Arroyo manifestó al testigo que pensaba quedarse en Monte Arruí, así como el capitán Cárrasco, sin que les conste el motivo del cambio de determinación tomado, antes de llegar a Zeluán les adelantó el automóvil del precitado jefe, en el que venía éste y el susodicho capitán Carrasco, el que les dijo que detrás venía su Policía, entendiendo fuera para proteger su marcha, en virtud de hacerla desarmados; por más que -dice el testigo- no vió sino cuatro hombres, que pasaron de largo. Al cabo, el expresado grupo hubo de llegar a la plaza (Melilla) a las cinco y media de la madrugada del día 24 .

De esta forma vino a ser reforzada la guarnición de Arrui y a asumir el mando de la posición el capitán de las expresadas fuerzas de Artillería, D. Manuel Bandín; fuerza que, sumada a la gente que a la noche se acogiera a ella, compondrían unos 1.500 hombres -folio 838.

 

Defección de la 6ª mía de Policía.

Debe hacerse notar que en Arruí tenía su cabecera la 6ª mía de la Policía del Garet, del mando del precitado capitán Carrasco; pero éste, a tenor de las declaraciones del teniente médico Peña -folio 683-, marchó con el coronel Arroyo a la plaza -si bien es lo cierto que quedó en Zeluán, jurisdicción de la 2ª mía, asumiendo el mando de la Alcazaba, donde halló muerte -antes de que se hubiese sublevado la mía; que, al ver su marcha, empezó a disparar contra el campamento; y en cuanto a la fuerza de su mando a que hiciera alusión, al emparejar con el capitán Ruano, y éste cita en su declaración en son de poder proteger la retirada de la gente desarmada de Artillería, es de entender fuera el resto de la sección montada de su mía, que se le había dispersado al teniente Rivera, de la 7ª, a quien el capitán Carrasco le encargó tomara el mando y la condujera a Zeluán, donde le esperase, puesto que él iría allí en automóvil, desentendiéndose de su mando –folio 1.223- ; siguiendo su camino el expresado oficial Rivera, consiguientemente, sólo con sus ordenanzas, que serían los que vió Ruano.

 

Estancia del general Navarro en Batel.

Había quedado, en consecuencia, en Batel el general Navarro con la parte de fuerzas que a su lado se mantuvo después de la primera segregación de las que se fraccionaran y marcharan a Tistutin y Arruí y hasta algunas evadiéndose a la plaza, y en dicha posición permaneció hasta el día 27 de julio.

 

Grado de disgregación de las fuerzas.

En Batel, dice el soldado de San Fernando Asensio -folio 1.512-, quedarían unos 700 hombres, mezclados y de todas procedencias; pues, como consigna el testigo en demostración de la disolución de las unidades, él continuó allí con el teniente coronel Pérez Ortiz y unos 15 ó 20 hombres de su compañía al mando del teniente Hoces, siguiendo su capitán con otros soldados de ella hacia Arrui; manifestando que allí estuvieron tres o cuatro días molestados por algún tiroteo, y por haberse inutilizado la bomba del pozo y carecer por consiguiente de agua, dispuso el general trasladarse a Tistutin, siendo muy hostilizados durante la marcha y sufriendo bajas. En Tistutin -agrega- encontraron unos 400 hombres; allí permanecieron tiroteados, aunque sin tener bajas, hasta que, agotado el depósito de agua, salieron en la noche del 28 para Arruí.

Dicho cálculo de las fuerzas atribuidas al general Navarro lo confirma también el soldado de Africa Manuel González -atestado número 133-, con lo demás que se sigue respecto a la marcha ulterior a Arruí.

El soldado de Ceriñola Palacios -atestado 177- dice que salió, de Drius con la compañía de ametralladoras del segundo batallón, mandada ésta por un sargento, y que no obstante el fuego del Gan, la unidad llegó a Batel con todo su material; que allí quedó él con la mitad de la compañía, y como de ella resultaba el más caracterizado un cabo, le asignaron para su mando a un oficial de su regimiento; habiendo seguido el sargento con el resto de la compañía hacia Monte Arrui; reproduciendo las mismas manifestaciones del anterior en cuanto a la marcha subsiguiente hasta dicho punto.

El soldado Lóriz, del resto de la compañía de Melilla que salió en vanguardia de Cheif, dice que se quedó en Batel con el sargento del tren de su regimiento y dos cabos, y el resto siguió su marcha.

El soldado cabo de San Fernando -folio 1.668- manifiesta que al llegar a Batel se trató de agrupar las fuerzas de Infantería, pero la sed que sufría la tropa y el comenzar en aquel punto a tirotearlos el enemigo, hizo que cundiera el desorden, y parte de la fuerza se disolvió mientras otros quedaban haciendo fuego... El declarante, con otra parte de ella marchó a Tistutin y después a Arruí, donde un toque de corneta de “alto el fuego y llamada” que oyeron con la contraseña de Africa les animó a entrar; pero el enemigo rompió el fuego, determinando un nuevo desorden y la marcha de parte de la fuerza de Zeluán, con la que se fue el testigo. Las cuales citas, pudieran continuarse en demostración del grado de descomposición de las fuerzas, perdido todo vestigio de organización, facilitando la inteligencia de los hechos que se siguen.

 

Situación de Batel.

Dice el intérprete de la 6ª mía de Policía, Alcaide, destacado en Batel -folio 1.282 vuelto-, que en la mañana del 23 pasaron grupos sueltos de Caballería de Alcántara, y por la tarde, muy avanzada ésta, llegó la columna del general Navarro en aparente orden -a juicio del testigo-, deteniéndose parte a pernoctar en la posición y continuando el resto a Tistutin. Que el 24 mantenía su hostilidad el enemigo no muy eficazmente; escaseaban los víveres, aun cuando de algunos artículos, como de harina, había existencias, faltando también el agua, que sólo podían extraer con dificultad de un mozo, si bien de calidad salobre.

En esta forma continuaron hasta el día 25 que se trató de dar agua al ganado en el pozo número 2 de Tistutin, como a un kilómetro y medio de distancia. No pudo, empero, efectuarse porque lo impidio el enemigo con su fuego, lo mismo desde el llano que desde los montes; y el testigo, que había sido encargado de llevar unos heridos a la inmediata estación del ferrocarril, comoquiera que la fuerza de Policía que había salido a hacer la aguada tuviese que replegarse a Batel, él, por su parte, tuvo que refugiarse en la referida posición de Tistutin.

Con este motivo proporciona algunos antecedentes de ella, manifestando, al folio 1.283, que las fuerzas allí recogidas se distribuyeron la defensa en la forma que someramente indica, y de sus imprecisos datos se desprende que bahía, entre otras, fuerzas de Ingenieros, mandadas por los capitanes Aguirre y Arenas, que tomaron parte muy activa en la defensa.

El coronel de Ingenieros, comandante principal, López Pozas, al folio 1.132, dice que el capitán Arenas, perteneciente a la compañía de Telégrafos de la red, por la causa incidental que relata quedó en Tistutin; después de haber organizado la defensa de esta posición, que fué sostenida varios días, al pasar por allí las fuerzas del general Navarro en retirada reunió los residuos de las unidades de Ingenieros, formando con ellas un núcleo, en unión de otros elementos agregados de Infantería, cuyo mando tomó para cubrir, a solicitud propia, la extrema retaguardia de la retirada, y en este cometido, un kilómetro antes de llegar a Monte Arruí, tuvo glorioso fin, siendo muerto por el enemigo ;y a los folios 863 y 1.140, repetida, se incluye la carta a que en su declaración se contrae dicho jefe, en la cual, el capitán Aguirre, que la escribe, prisionero en el campo de Alhucemas, hace referencia a la conducta heroica del referido Arenas, que es debido revelar en merecido elogio de su memoria. Detalle de dicha carta, que también debe ser tomada nota, es que, a costa de esfuerzos y peligros, fué posible encontrar la ansiada comunicación óptica con Monte Arruí.

 

Se repliega el general Navarro de Batel a Tistutin y ulteriormente a Arruit.

Sigue diciendo el intérprete Alcaide que el día 27, obligado a salir de Batel el general Navarro por avería del mecanismo de la bomba, privándoles del agua, se trasladó a Tistutin, adonde llegó hacia las dos de la tarde, muy hostilizado en su marcha, como en la nueva posición, y en ésta permaneció hasta la noche del 28, que, apurado por igual falta de agua, decidio continuar a Arruí, aun cuando el testigo entiende que de otros elementos había para resistir aún dos o tres días más, la cual falta de agua corrobora la carta antes citada «haciendo necesaria la retirada»; siendo de advertir, en cuanto a la apreciación de Alcaide respecto a la duración probable de ciertos elementos, que en Tistutin radicaba un depósito de acumulación de Intendencia, si bien con arreglo al oficio de la Comandancia general, del folio 416, no sea conocido el movimiento de víveres posterior al día 20 de julio, cuya existencia acredita el estado que la acompaña.

 

Sugiere el Alto Comisario la retirada a Arrui.

Atento, sin embargo, a lo que dice el teniente de Artillería Gómez López -folio 839- y el teniente médico Peña en su declaración del folio 683 vuelto, estando los testigos en Arruí se recibió un heliograma del Alto Comisario, sin citar día, para que el general procure replegarse a Arruí, el cual despacho le fue transmitido con mucha dificultad, y, al hacerlo, se le daba cuenta además de la situación de aquella posición y se le recomendaba que tratase de llegar al amanecer para que pudiera ser reconocido desde ella.

 

Duro trance de la retirada .

En orden a esto, o causa determinante que fuese, el general Navarro salió de Tistutin con sus fuerzas a las dos de la madrugada del 29 de julio. Relata el testigo, Alcaide, al folio 1.302, las disposiciones tomadas para la retirada y curso de la misma, ordenadamente emprendida, llevando sus heridos y las tres piezas restantes de la batería ligera y cerrando la retaguardia la unidad mixta de Ingenieros e Infantería de los capitanes Arenas y Aguirre.

Hostilizada la columna en su marcha, se fué acentuando el fuego del enemigo, apercibido en el camino a medida que clareaba el día y se daba cuenta de su disposición. Como a kilómetro y medio de Arruí se presentó un fuerte contingente indígena; la Policía que marchaba en cabeza de la columna se replegó a los costados en ademán de combatir, escapando, al cabo, en dirección al enemigo, que arremetía contra la retaguardia en la finca que llaman “Las Artes” teniendo que hacerse gran esfuerzo para entrar en la posición por el numeroso enemigo allí concentrado y el intenso fuego que hacía desde las casas del poblado, que había aspillerado, y desde los taludes de la vía férrea, ocasionando muchas bajas y el desconcierto de la columna.

 

Manifiesta la carta de que antes queda hecho mérito que la compañía mixta de Arenas estuvo hasta el último momento en Tistutin, y afirma su autor que salió casi mezclada con los moros, y que todo fué bien hasta el edificio de «La Colonizadora», haciendo fuego por descargas y conteniendo el empuje de la acometida; a partir de dicho punto, el enemigo aumentó mucho, acosando la retirada, y desertando la Policía, contribuyó a introducir la confusión; agotadas al propio tiempo las municiones, la misma confusión y el crecido número de bajas que se sufría no permitió que llegasen a tiempo las que se mandaron de refuerzo, batiéndose la retaguardia a la desesperada hasta sucumbir el capitán Arenas.

Pérdida de la batería ligera.

En la apretada refriega, y en el desorden y apresuramiento con que las fuerzas hubieran de buscar refugio en la posición, quedaron abandonadas y perdidas las tres piezas de la batería ligera, que prontamente el enemigo volvió y asestó contra la posición; siendo el hecho más sensible de este trance, según dice el teniente de Artillería Gómez López -folio 839-, que el teniente de la batería eventual, aleccionado con la experiencia de anteriores trayectos de la retirada, había recabado permiso para quitar los cierres a las piezas por si hubiese que abandonarlas, haciéndolo así; pero poco antes de llegar a Arruí recibió orden terminante de volver a colocarlos; y comoquiera que hacia este tiempo se produjo la deserción de la Policía, redoblándose la acometida contra la retaguardia, causándola crecido número de bajas, concluyeron por desorganizarse los elementos de la columna, entrando arrollados en la posición, dejándolo todo abandonado y quedando las piezas a medio kilómetro de ella. Al llegar a la misma y reorganizarse un poco las fuerzas de Artillería -continúa diciendo el testigo- varios oficiales del Arma pidieron permiso para salir a recoger las piezas, pues las tenían unos 30 ó 40 metros en aquellos instantes, y se ofrecía para ello mucha gente voluntaria para inutilizarlas e impedir que disparasen contra la posición; pero no se estimó del caso concederlo, exponiéndose a nuevos riesgos. El soldado de San Fernando Asensio dice -folio I.512-, atento a la pérdida de las piezas, que los artilleros montaron en los caballos y las abandonaron sin inutilizarlas.

 

Dispersión de la columna de Cheif.

Así como la fracción principal de fuerzas del general Navarro queda repartida, aunque sin guardar distinción de unidades, y escalonada en las posiciones de Batel, Tistutin y Monte Arruí, un grupo diferenciado de ellas, se separa del conjunto, se sustrae al Mando, abandona el teatro de la acción y emprende la marcha hacia la plaza, y diseminando y abandonando sus elementos por el camino, llega en la mañana del 24 con sólo reliquias de su primitivo contingente. Las fuerzas del regimiento de Melilla sirven de núcleo a este agregado informe; pero en él se advierten vestigios de otras que proceden de Azib de Midar -teniente Calomarde, de San Fernando y de Izumar-, alférez Guedea, de Ceriñola, aparte otros residuos que pudieran integrarlos.

 

Marcha de Batel a Tistutin y Arrui.

Reanudando la relación desde el punto en que la mayor fracción de la columna del general Navarro se separa de él en Batel para repartirse entre las posiciones del camino, dice el capitán del regimiento de Melilla Almansa -folio 1.095 vuelto- que descansaron en dicho campamento una media hora, y desde el interior del mismo oyó que fuera de él arengaban a las fuerzas; y entonces se dio cuenta de que éstas empezaban a salir del campamento en el mismo revuelto tropel en que habían llegado, tomando hacia la derecha, fuera de la carretera, en dirección a Tistutin, porque el enemigo, al que se había sumado la Policía, les hostilizaba fuertemente. Este fuego era irregularmente contestado por pequeños grupos eventualmente reunidos por algún oficial, puesto que las unidades -dice- ya no existan. Así llegaron a Tistutin al anochecer; parte de la fuerza entró en el campamento y el resto quedó fuera de él, abrigándose tras las casas del poblado del fuego que desde el monte les hacían los moros. El testigo manifiesta que dentro del campamento entró en una tienda a descansar un poco, y seguidamente se dio cuenta de que todas las fuerzas reanudaban la marcha en dirección a Monte Arruí, haciendo la salida desde Tistutin bajo un intenso fuego del enemigo.

A un kilómetro de Tistutin cesó la hostilidad, y con ligero tiroteo llegaron a Monte Arruí próximamente a las nueve o nueve y media de la noche; la columna se detuvo en la carretera, y el testigo, atendiendo las órdenes que en nombre del general le diera un «individuo», para él incógnito, en el sentido de que siguiera la columna, «pues el campamento,

según expresión del desconocido, estaba ocupado por el enemigo, y aquello era una emboscada», continuaron la marcha, sin que el enemigo les hostilizara hasta llegar a Zeluán, a eso de las once de la noche...

El teniente Méndez Vigo, de esta primitiva agrupación de fuerzas, dice, al folio 1.515 vuelto, que después de detenerse en Batel quince o veinte minutos, emprendieron la marcha, yendo la fuerza del testigo en cabeza, a su modo de ver, “ignorando quién diera la orden de salida, aunque supone emanara del general, puesto que allí estaba”; que al llegar a Tistutin hicieron un nuevo alto, reanudando la marcha hacia Arrui, un poco después, sin que se sepa tampoco quién la ordenara; manifestando que al salir de Tistutin, y hasta unos dos kilómetros, sufrieron bastante fuego, y después disparos sueltos, y que al llegar a Arrui", de diez a once de la noche, por la anterior circunstancia de haber sufrido el insistente tiroteo, la oscuridad y el cansancio, se produjo aún mayor alargamiento y confusión en la fuerza. Refiere, asimismo, y en parecidos términos del anterior testigo, las inexplicables y extrañas órdenes de continuar la marcha, la cual prosíguese hasta Zeluán, donde hacen un alto.

El teniente Bernárdez, de la misma agrupación, dice, al folio 1.460 vuelto, que llegaron a Batel , donde el testigo ya no vio fuerzas peninsulares, y estuvieron detenidos algún tiempo, oyendo nutrido tiroteo, que no sabe de quién procedía, si de la vanguardia o de la Policía que estaba en el campamento.

Prosigue, al folio 1.475 vuelto, manifestando que las fuerzas se dividieron, entrando en el campamento una parte de ellas y quedando fuera el resto, que no cabía en él, descansando la gente algún tiempo. Los Cuerpos, dentro y fuera del campamento, se hallaban confundidos, y en esta disposición, y sin que sepa el testigo por qué orden o motivo, continuaron la marcha, siendo ya el anochecer, en dirección a Tistutin, en cuyo camino, y desde unas chumberas, los tiroteó el enemigo y los policías que se le habían unido, obligándolos a cierto rodeo para cubrirse del mismo, entrando por las cantinas, determinando esto nueva división de la fuerza. Detuvieronse como media hora, y al cabo de este tiempo, y sin que el testigo sepa por orden de quién, se pusieron nuevamente las fuerzas en marcha, estimando que de los Seo hombres que saldrían de Cheif, quedarían al salir de Batel unos 200 y nueve mulos de ametralladoras, de las que aún quedaban tres máquinas. En Arruí sufrieron alguna agresión, y, encajonados en la columna, siguieron el movimiento de ésta, que se puso en marcha obedeciendo órdenes imperativas de que “siga la columna” , sin que en la oscuridad de la noche pudiera discernir quién las diera , llegando a Zeluán con muy poco fuego.

El teniente de San Fernando Calomarde -folio 1.344 vuelto- se produce en términos análogos, manifestando que no se dio cuenta de que se dictaran órdenes; pero como viera reanudar la marcha a fuerzas de Infantería que iban delante, revueltas y confundidas las unidades e individuos de todas Armas, siguió el movimiento iniciado por aquel tropel, y con su escasa fuerza al lado, llegó a Monte Arruí a eso de las once de la noche, donde reinaba una espantosa confusión en el desconcierto de toques de corneta y órdenes incoherentes de mando; mas, viendo que algunas fuerzas que les precedían en la marcha emprendían ésta, siguió tras ellas, viendo luego en Nador que eran del regimiento de Melilla.

El alférez de Ceriñola Guedea manifiesta -folio 1.249 vuelto- que en Batel vió al general Navarro , «quien los mandaba continuar a Tistutin», como hicieron, continuando la marcha, « ignorando en virtud de qué órdenes -entendiendo, de no argüir contradicción que se refiera a las consecutivas de sus jefes-, pues, embebido en la columna, seguía la dirección de las demás fuerzas de su regimiento».

Siguieron la marcha hacia Arruí, también batidos en el trayecto por el fuego vivo de los moros que venían de ambos lados, causando bajas y dando lugar a que la confusión se aumentase, compenetrándose los elementos de la columna y cogiendo los mulos para los heridos, enfermos y despeados, que agotados por el cansancio se echaban al suelo diciendo que no podían continuar. A las nueve de la noche llegaron a Monte Arruí, a cuya proximidad, y para saber si estaba o no ocupado por nuestras fuerzas, se tocó la contraseña de Ceriñola y la de San Fernando, contestando, pero sin distinguir lo que fuera. Al entrar en el poblado se sintió un vivo fuego por descargas, especialmente hacia la aguada, donde sedienta acudía la gente para saciar su sed. Ya en este punto, el testigo no vio a su teniente coronel, Marina, y habiendo dado “un capitán” la orden de que continuara marchando la columna, el testigo, cón su gente, siguió encajonado en ella, si bien ya no eran todos los soldados que la componían en un principio, por haber sufrido bajas en el camino. Hasta llegar a Zeluán fueron menos hostilizados; y en este punto, el testigo, agotado por completo, manifiesta que cayó al suelo, siendo recogido por dos soldados de su sección, que le llevaron en un mulo hasta Nador.

 

Prosigue la marcha la fuerza desde Arrui a Zeluán.

Queda, pues, esta agrupación heterogénea, y puede decirse que sin mando, en marcha maquinal hacia Zeluán, sin otro norte que ganar la plaza y ajena a cuantos sucesos se desarrollaban en el campo de acción de su general. Prosiguiendo

tan extraña relación, dice el capitán Almansa, cabeza visible de este grupo -folio 1.096 vuelto-, que en virtud de la orden que entendiera en Arrui de continuar la columna , siguió la marcha, ya sin hostilidad, hasta llegar a Zeluán a eso de las once de la noche, y que al cruzar el río de este nombre bebieron hombres y ganado. El testigo, rodeado de sus oficiales y de tropa de su regimiento, pero sin ordenar y revuelta con la de otros Cuerpos, «resultó en vanguardia»; por lo que para no entorpecer el paso de las demás fuerzas que venían detrás -esto es, puntualizando de las que él supuso gratuitamente ser vanguardia y seguirle-, adelantó algo y dio descanso en la carretera en espera de que se incorporase el resto de las imaginarias fuerzas por entender se detendrían también a beber. Estuvo aguardando junto al poblado más de dos horas, y al ver que aquéllas no venían , destacó al teniente Méndez Vigo a informarse, y en virtud de las incongruentes referencias que le trajera, emprendio de nuevo la marcha, en la cual determinación le corrobora otro mandato inesperado, de parte también del general, de continuar a Nador, sin distinguir quién lo transmitiera, por ser la noche oscura -por más que el 19 fuera Luna llena -y en suma, prosiguió a Nador, «y como empezase a amanecer se dio cuenta de que el grueso de la columna no los seguía, viendo únicamente un grupo como de unos Soo hombres, bastante ganado, dos carros de municiones»; agregando Guedea que con doce o catorce oficiales de distintos Cuerpos, bajo la conducta del capitán Almansa, el más caracterizado -folio 1.250.

El teniente Méndez Vigo confirma en todas sus partes los términos de la anterior declaración -folio 1.516-, reconociendo, empero, que la noche no era oscura; como también lo corrobora el teniente Bernárdez al folio 1.477. Este grupo de fuerzas es visto por el sargento Martínez, de San Fernando -folio 1.675-, que en un carro regresaba a Melilla, al pasar por la aguada de Monte Arruí, diciendo que la parte de la columna que sin entrar en Monte Arruí seguía la marcha fué duramente hostilizada a su paso, sufriendo muchas bajas, especialmente en los que bajaban a beber; que esto lo conoce por las referencias de los que con él iban en el carro; pues él, por su parte, al recobrarse del accidente que sufrió, vio que este tropel, que se dirigía a la plaza, lo mandaba un capitán a caballo, que él supuso de Ceriñola, añadiendo que con la gente mezclada de diferentes Cuerpos, que dice, bajaban tres oficiales, uno de ellos recuerda de Ceriñola.

 

Ordenes que dice recibir la fuerza de Nador.

Al llegar a la estación de Nador (sigue diciendo el capitán Almansa ) -folio 1 .097 vuelto-, en la madrugada del 24, mandó dejar los enfermos y heridos para ser conducidos en el tren a la plaza y los demás siguieron hacia los cuarteles de la Brigada disciplinaria, encontrando en la carretera al teniente coronel jefe de ella, a quien se presentó, recibiendo de este jefe la orden de ponerse a su disposición con todas las fuerzas que traía para la defensa del poblado; mas, luego, dice, que recibió nueva orden de seguir escoltando un convoy de armamento y municiones de dicha unidad y de vecindario rezagado que se dirigía a Melilla, como efectuó, sin ser molestado en el camino.

El teniente coronel de la brigada, Comandante militar del cantón, examinando respecto a este particular, dice al folio 1.585 que sólo recuerda que en la expresada mañana se le presentó un oficial a caballo, seguido de un pequeño grupo de fuerza a pie, como de 40 hombres, los cuales le expuso venir agotados física y moralmente; que dispuso en consecuencia se situasen a inmediación de una de las dependencias de acuartelamiento; del Cuerpo y que se les diese algo con que reparar la extenuación y la fatiga de que daban señales, y que cuando ya fué de día no volvió a ver al oficial ni a su tropa, calculando que se habrían ido a Melilla, sin recordar el declarante si se le presentó a él en despedida; que como a todas las fuerzas que llegaban de tránsito y podía las hacía detener para contribuir a la defensa del cantón, no duda por ello que lo hicieran con, las de referencia, mandándolas detener en el sitio que indicó; pero que no puede precisar si, volviendo de este acuerdo, le diera órdenes de retirarse y continuar a la plaza escoltando el convoy, que el capitán Almansa dice, de paisanos fugitivos y armamento de la brigada, el cual, con efecto, se formó; «y cabe en lo posible que para darle escolta hubiera dispuesto el declarante que el capitán Almansa y sus fuerzas fuesen los encargados de este servicio, sin poderlo, como antes digo, afirmar ni negar, de manera categórica».

Tras del cual rodeo y reticencia cabe presumir -dice este juzgado, en demostración del ambiente de contemporización e indulgente disimulo reinante en el territorio- se encubra la idea de que el capitán Almansa se fuera con su corta y agotada gente sin tomar la venia del comandante militar, eludiendo el compromiso de la eventual defensa para que fuese requerido, dada la retorsión de las manifestaciones de dicho jefe.

En resolución: llegaren, al cabo, a Melilla los residuos de dicha confusa agrupación de gente en la referida mañana del 24, y por lo que se refiere a las procedentes del Cheif, conforme a la declaración del propio capitán Almansa -folio r.o98-, e información del regimiento -folio 1.026-, se incorporaron al Cuerpo de la primitiva columna de cinco compañías, con tren regimental, un capitán, dos tenientes, tres alféreces, tres cabos y 28 soldados, con una ametralladora, cuatro mosquetones, tres fusiles y cuatro mulos; desperdigado y perdido todo lo demás en la apretada marcha de 75 kilómetros efectuada, sin descanso, desde las diez de la mañana del 23, que próximamente salieron de Cheif, a las nueve del 24 entraron en su cuartel.

De esta inconcebible marcha se pasó por separado oportuno testimonia al General en jefe, en 23 de Noviembre último -folio 1.745 vuelto.

 

MONTE ARRUI.

El teniente Gómez López relata en su declaración -folio 838- las vicisitudes de Monte Arrui desde que las fuerzas separadas del general Navarro arribaron a la posición la noche del 23, exponiendo desde luego los apuros que se ofrecieron para hacer las aguadas; y así, dice que el día 25 se pudo hacer en alguna medida, aunque con dificultad y a costa de muchas bajas, abriendo una brecha en el parapeto para sacar los carros-cubas, de los que sólo pudieron llenar dos de agua casi impotable, de la que correspondio un vaso por individuo. El día 26, en vista de que no había pan, se ofrecieron dos sargentos con 30 6 4a individuos, todos voluntarios,  para registrar las casas del poblado en busca de víveres, la cual partida, desalojando a los policías que le ocupaban, si no pudieron traer cantidad de víveres, que ya los moros habían saqueado, traían diversos efectos aprovechables y en ocasión unos cuarenta cerdos, efectuando estas salidas a diario, trayendo los posibles artículos que encontraban, desalojando y hostigando a los moros apostados en las casas, matando a algunos y recogiendo sus armamentos, de forma que, cual dice el testigo, la aguada se regularizó, aunque con 14 o 15 bajas periódicas, y la tropa reaccionó algún tanto, contribuyendo a ello la esperanza del próximo auxilio y heliogramas de felicitación que la dirigía el Alto Comisario, la cual esperanza alentaba especialmente a los médicos, en espera de elementos de curación, de que se carecía en absoluto, habiéndose presentado la infección por consecuencia de la cual morían los heridos. A los hechos arrestados y dignos de señalarse de dicha contraguerrilla, por su rareza y salvo el voluntario ofrecimiento del suboficial García Bernal, en Annual -folio 1.577-, en el general estado de apocamiento de los ánimos, hace relación el soldado del regimiento de Africa Palomares, en atestado número 153, diciendo que durante, su estancia en Arruí vio que el sargento de su Cuerpo González Rastreco estaba siempre fuera del parapeto, y con los soldados que voluntariamente se ofrecían iba a las casas del poblado a recoger víveres y desalojar de ellas a los moros, y a la aguada, hasta que fué herido en la cabeza de una pedrada el día que llegó el general Navarro con su columna, agregando que los moros unas veces les tiraban y otras se -acercaban con la pretensión de venderles tabaco y pan de cebada, no permitiéndoles acercarse al parapeto, pero prohibían hacer fuego sobre ellos.

 

El enemigo asesta la artillería cogida contra la posición.

Prosiguiendo el teniente Gómez López su relato, dice que desde el momento que el enemigo se apoderó de las piezas, al entrar en la posición el general Navarro, comenzó el fuego de cañón contra ella, disparando 120 granadas, que les hicieron unos 30 muertos, entre ellos bajas significadas, y desde este día continuó el fuego, cambiando de asentamiento las piezas cada diez o doce disparos, causando numerosas bajas, deprimiendo los primeros días el ánimo de las tropas, hasta que reaccionó por el hábito del fuego.

 

Repartición de la defensa.

A tenor de lo que manifiestan los soldados de Ceriñola Palacios y Alvarez Villa -atestados números 177 y 173-, una vez reunidas las fuerzas de la columna de Arruí se repartió entre ellas los sectores para la defensa, quedando colocadas a partir de la derecha de la entrada en el orden de Melilla, Africa, Ingenieros, Ceriñola, San Fernando, Caballería y Artillería, que cerraba por la izquierda, si bien en las estimaciones de fuerza que en general consignan los testigos no se aproximan al número de víctimas que en el contorno de la posición han sido luego encontradas, superiores a su apreciación. Sin embargo, el soldado Ildefonso García, de Ceriñola -información del Cuerpo-, dice que se reunieron unos 3.000 hombres, cifra no muy lejos de la aproximación.

 

Penalidades de la defensa.

Sigue diciendo el teniente Gómez –folio 840-que el frente ocupado por la Caballería y la Artillería y la sección de Ceriñola de la posición, que tenía próximos, a unos veinte metros, los edificios de las abandonadas cantinas, que ocupaba el enemigo, era el preferente de sus ataques y arrojaba continuamente granadas de mano, dinamita y piedras, causando muchas bajas y haciendo que la tropa tuviese

que estar continuamente en el parapeto, en el que logaron abrir una brecha con el cañón y por la que intentaron varias veces el ataque, que fué rechazado al arma blanca. Las demás tropas de Infantería e ingenieros estaban encargadas de hacer la aguada, sufriendo en ella muchas bajas, que algún día llegaron hasta 70. El agua era escasa y poco potable; los alimentos, carne de mulo y caballo, sin nada para aderezarla, pues día hubo que se careció de agua para guisarla. El general y los oficiales hacían esfuerzos sobrehumanos animando a la tropa, no descansando un instante el primero, aun después de estar herido, como sucedía a todos, pues oficiales y soldados heridos no desamparaban el parapeto, rivalizando todos en el cumplimiento de su deber.

 

Vicisitudes del asedio.

También el teniente médico Peña habla en su atestado -folio 785- de las dificultades de la diaria aguada bajo la protección de fuerzas, enumerando las bajas de oficiales que ello produjo, así como de las excursiones de los voluntarios en el poblado, así para abastecer de víveres como para actuar eficazmente de contraguerrilla o contrapaco, como los denomina; refiriendo -folio 786- que era llevadera la situación de Arruí hasta la llegada del general Navarro con su columna, pues a partir de este día se acrecentó la hostilidad del enemigo, muy principalmente debido a la pérdida de la artillería, atribuyendo el intento de recuperarla a las fuerzas de San Fernando, y enalteciendo el comportamiento de estas fuerzas en la defensa, como las de Artillería e ingenieros, en contraste con el de los otros Cuerpos de Infantería, que califica de deficiente.

Agrega que el enemigo trató de acercarse a la posición enarbolando bandera blanca, y a su favor intentar un asalto, como denunciara el avance cauteloso de los primeros grupos, y en su vista la guarnición rompió el fuego contra ellos. Ampliando el testigo sus manifestaciones en declaración del folio 684, dice que al entrar el general Navarro en la posición llevaba un gran número de heridos, a los que el testigo se dedicó a atender; que al cabo de una hora el enemigo empezó a disparar con las piezas cogidas, causando destrozos al tercer cañonazo en la parte del parapeto que ocupaba San Fernando, lo cual fué estímulo poderoso para que se adoptaran nuevos medios de defensa contra este medio de ataque, reparando el parapeto con los escasos medios de que disponían; que el cañoneo aumentaba en intensidad, pero sin que las granadas llegasen a hacer explosión, por lo cual se colocaron oficiales con gemelos para que mediante un toque de corneta se avisasen los disparos y la gente pudiera resguardarse. Mas el enemigo fué perfeccionando la graduación de la espoleta y asentación de las piezas hasta situarla y dirigir el tiro a tres sectores de la posición, uno dominando la aguada, otro en el puente y otro al lado opuesto. Las aguadas -manifiesta- eran algunos días fáciles, aprovechando las negociaciones que se seguían con los jefes de las cabilas; pero otros, a costa de mucho fuego y muchas bajas, y a veces escasa, llegando en ocasiones a hacerse materialmente imposible. Algunos individuos, atormentados por la sed, saltaban el parapeto, sin que faltara la vigilancia, y lograban evadirse o caían bajo el fuego enemigo; los dos últimos días no hubo manera de hacer aguada. Reconoce que la moral de la tropa era buena, a pesar de las circunstancias, ratificándose en cuanto a su mayor elevación de parte de San Fernando, Artillería e Ingenieros, y hace mención de las más significadas bajas que el asedio de la posición produjo, aseverando que los destrozos de la artillería iban siendo cada vez mayores, particularizándose en la enfermería -que era enfilada por la puerta desde la aguada-, donde mataron a casi todos los sanitarios, complicando la situación de los cuatrocientos a quinientos heridos que en ella se hallaban, careciéndose de medios terapéuticos para cuidarlos, causa  de muerte de muchos.

 

Curso de los sucesos.

El intérprete Alcaide -folio 1.303-, conviniendo en las anteriores manifestaciones, dice que encerrados en la posición, el enemigo, a cubierto en las casas, los atacaba incesantemente; que las aguadas, fáciles al principio, costaban al final un combate diario, aun cuando no había que recorrer más que 300 o 400 metros para llegar a ella; apunta lo ya consignado respecto al fuego de artillería del enemigo, el número de disparos, que calcula en unos 400 hasta el día de la capitulación, como su creciente eficacia y destrozos y bajas que producían; resguardo a que acudían, echándose la gente al suelo al sonar el punto de corneta de aviso, o poniéndose a cubierto tras las edificaciones, pues carecían de herramientas para construir otras defensas, dado que los pocos útiles de que se disponía se empleaban en abrir zanjas para enterrar a los muertos, por dentro y arrimado al parapeto, donde el terreno lo permitía. Los caballos que morían de sed o alcanzados por los proyectiles eran arrastrados, aunque con peligro, fuera de la posición en la dirección más frecuente de los vientos... El general Navarro atendía todas las necesidades y era él el alma de la defensa dando confianza y ejemplo a los demás con la serenidad de su ánimo, y las fuerzas, aunque agotadas por el cansancio, la falta de alimentación y la de agua y diezmadas por el fuego enemigo, se condujeron con el mejor espíritu, no obstante que no se hallaban por completo convencidos de la llegada de los socorros que creían pudieran serles enviados al ver las señales del Atalayón y de los lejanos barcos, que por las distancias no sabían interpretar. Enumera las principales bajas sufridas, incluso su herida, que le llevó dos dedos de la mano derecha, y confirma que la enfermería era un lugar muy batido, muriendo tres de los cuatro sanitarios que en ella había y quedando destrozado el material, por lo que se hizo mayor la falta de elementos de asistencia que se sentía y que originó la muerte de muchos heridos, que de disponer de elementos se hubieran salvado. Había –dice- de continuo un centenar de heridos que se renovaba a diario con nuevas bajas, y muriendo por término medio unos 25 heridos cada día.

 

 

Dificultades y peligros de la aguada.

La aguada era operación verdaderamente peligrosa, a juzgar por las manifestaciones unánimes de los testigos, y aunque no muy claras en casos, como varias citas podrán demostrar, su resumen, aun a riesgo de extremar la prolijidad, dan idea de cómo se desenvolvían los días del asedio y la tesitura versátil en que se mantenían los moros, permitiendo inducir al verdadero rigor del cerco, que, a juzgar por los hechos, se particularizaba en estorbar la aguada. Ya dice de manera general el intérprete Alcaide, y queda consignado -atestado 36-, que las aguadas se hacían a viva fuerza con muchas bajas, retirándose los heridos con mucha dificultad. El soldado de Ceriñola Palacios -atestado 197- dice que para hacer la aguada salían diariamente dos compañías para proteger el servicio, y cuando ocupaban el sitio designado salían los hombres desarmados por agua, saliendo sucesivamente por regimientos, y a costa de muchas bajas pudieron hacer el servicio, excepto los dos o tres últimos días, que lo numeroso del enemigo concentrado lo impidio; que en los últimos días del asedio, que no pudieron salir a la aguada y que se estaba en tratos con el enemigo, se acercaban algunos moros a venderles agua y tabaco.

El soldado del mismo regimiento Agustín Sosa -información del Cuerpo- dice que para batir la aguada los moros construyeron una trinchera en que, parapetados, tiraban contra los que intentaban ir por agua, llevándose a los que caían heridos; que como la necesidad apretaba, dispuso el general -supone el deponente que esto fuera el 31 de julio -que saliesen una compañía de Ceriñola y otra de San Fernando a proteger la aguada, las cuales ocuparon las trincheras y las casas inmediatas y así pudieron hacer la aguada algunos días, al cabo de los cuales hicieron los moros otra trinchera en el mismo río y ya no pudieron ir por agua, pues

al que intentaba ir lo mataban.

El soldado de San Fernando Martínez -atestado i34- manifiesta que, durante el asedio, unos días sufrían de los moros intenso fuego, y otros se acercaban al parapeto a venderles los expresados artículos; que las compañías de su Cuerpo, mandadas por el teniente coronel Pérez Ortiz, prestaban servicio en el parapeto y en la protección de la aguada, que resultaban dificultosas, no pudiendo hacerlas los tres últimos días que permanecieron en la posición.

El soldado del mismo regimiento Beltrán -atestado 147- dice que durante la permanencia en Arruí soportó durante el día el fuego de cañón y por las noches el de fusilera, poco intenso; que todos los días salía al servicio de la aguada una guerrilla de unos cien hombres, pero algunos días no podían llegar a la aguada los encargados de ella, y a veces los moros se acercaban al parapeto y hablaban con los soldados, diciéndoles que si se entregaban los llevarían a Melilla, y en estos días recibían orden de no hacer fuego contra ellos.

El soldado de Ceriñola Alvarez -atestado número 173- dice que durante el asedio sufrieron intenso fuego, llegando los moros a las proximidades del parapeto; durante la noche se establecían en las casas próximas, desde las cuales imposibilitaban hacer la aguada, que sólo pudo hacerse el 29 de julio, si bien se acercaban moros algunas veces que cogían cantimploras y cubas que les daban desde el parapeto, y se las devolvían llenas de agua, sin remuneración; que recuerda que otro día salieron fuerzas de Africa, de San Fernando, para proteger la aguada; que se colocaron entre ésta y la posición, y cuando los hombres desarmados estaban cogiendo el agua , empezó la agresión, impidiéndoles volver, entrando en la posición unos veinte o treinta de los 180 que salieron, volviendo las compañías armadas con bastantes bajas.

Los soldados Pastor y Rodríguez, de Africa, y Mata, de Ceriñola –atestados 32 y 34 y folio 775-, dicen que el día 3 de Agosto salieron a la aguada unos 200 hombres desarmados, que, acometidos por numerosos moros -cortados es de inferir-, llevados hacia unos caseríos cabilas, como los llaman, y agredidos y perseguidos, perecieron en su mayoría, pudiendo escapar sólo unos pocos, quedando prisioneros y ganando alguno la zona francesa, siendo bastantes más los que deponen respecto de este día especialmente.

El soldado de Africa Tortosa -atestado 178- dice que el único día en que pudo hacerse la aguada con tranquilidad fué el día 4 de Agosto, pues los demás se hacia muy dificultosamente, a causa del fuego enemigo, escaseando por ello el agua, e incluso faltando en ocasiones. El artillero Expósito dice que este día 4, estando nombrado de servicio de aguada, salió al anochecer para efectuarlo, cayendo en poder del enemigo.

El soldado de Ingenieros Robles -atestado 114- dice que salió el 6 de Agosto a la aguada con unos xso hombres desarmados, protegidos desde la posición, siendo hechos prisioneros por un grupo de moros que estaban en la aguada y que hacía fuego contra los que intentaban volver a la posición; como también depone haber quedado prisioneros, el 5, el artillero Fraile -atestado lob-, y el 6, el de Alcántara Muñoz -atestado 23-, y Asensio, de San Fernando -atestado 113-, y el 7, los de San Fernando Fernández y Mor -atestados 25 Y 35

El 8, dice el soldado de Alcántara Gómez -atestado 79- que salió de la posición con 16 hombres, a las órdenes de un sargento de intendencia, sin armamento, para llenar un carro-cuba en la aguada; que se le quitaron los moros, quedando él prisionero en unión de un cabo, al cual asesinaron los moros por estar enfermo. Pudiendo multiplicarse las cifras de estos dispersos y prisioneros en las aguadas que se aduce con repetición, porque inclinan a pensar si, aprovechando el imperio ineludible de la necesidad, no fuese ocasión favorable y pretexto el servicio para que los individuos trataran de escapar, con designio de librarse de las fatigas y penalidades del asedio, o ello les fuera facilitado para caer, sin embargo, en el mayor peligro de perecer perseguidos y aniquilados aisladamente, como pregonan dolorosamente las víctimas sembradas en todo el territorio aledaño de la posición.

En información del sargento indígena de la 14ª mía -folio 736- Zaghaben- Mohamed-Aurag, dice haberse salido dos veces a la aguada, teniendo que desistir por el número de bajas que se les hacía, que se veían obligados a abandonar y que cierto día unos cuarenta soldados, dejando las armas, saltaron el parapeto y huyeron, a causa del hambre, «sin que sea por los oficiales...», dejando incompleto el sentido. De este desperdigamiento y exterminio dan testimonio los cadáveres encontrados en la reocupación de la comarca.

 

 

Abastecimiento a beneficio de los aeroplanos.

Ha podido considerarse que el intento de abastecer las asediadas posiciones a beneficio del socorro aéreo fuera eficaz; mas ni por la capacidad del servicio, ni por sus dificultades naturales y peligros parece haber sido de resultado en la práctica. En conferencia de 29 de Julio -folio 136-, el Alto Comisario, ante la imposibilidad en que se consideraba de acudir en socorro de las fuerzas bloqueadas en Monte Arruí y Zeluán, atenidas a la escasez de sus recursos, comunica que a la mañana siguiente se proponía auxiliar a dichas posiciones a favor del aparato Bristol que haba llegado aquel día, mandándolas «víveres y municiones»; confirma realizara; en la conferencia del día 30 -folios 139 Y 143-, y en la del 31 -folio 147- participa que en la mañana arrojaron en los puestos algunas provisiones; que al siguiente día, con los aparatos Havilland, que se esperaban de Tetuán, se proponía reforzar el abastecimiento; en la del 2 de Agosto -folio 157- comunica haber, los aeroplanos, arrojado víveres, municiones y material sanitario en Monte Arruí y Zeluán.

Mas lo restringido de tal medio de previsión no respondía verdaderamente sino en escasa medida al propósito que le inspirara de aliviar la penuria de las posiciones, ni, dicho se está, para prolongar su resistencia en términos tan precarios; pues atento a lo que manifiesta el soldado de San Fernando Lucía -atestado 18- hacia primeros de Agosto recibieron auxilios por el aire, que no considera de eficacia, dado que gran parte de lo que arrojaban caía en terreno batido; el soldado del mismo Cuerpo Martín -atestado 20-, asimismo manifiesta que hacia dicha fecha los aviones les arrojaban sacos de pan, otros con hielo y algunas cosas más, pero sin buen resultado, por caer muchos sacos en la zona batida y tener que dejarlos; y el soldado del mismo regimiento Martínez -atestado 139- expresa igualmente que los recursos que por dicho medio les llevaban caían generalmente fuera de la posición.

El soldado de Ceriñola Agustín Sosa -información del Cuerpo -dice que una vez que los moros construyeron la trinchera en el mismo río de la aguada, para interceptarla, pasaron varios días sin probar el agua, pues únicamente les daban un pellizco de hielo -textual- del que arrojaban los aeroplanos, para remojarse la boca, teniendo que salir por la noche a recogerlo, porque la mayor parte de las cosas que tiraban caían fuera del parapeto; agregando que los dos últimos días carecieron en absoluto de agua y escaseaban los víveres y municiones.

 

Esterilidad de la resistencia.

Recogido, en suma, el general Navarro con sus quebrantadas tropas en Monte Arrui, quedó reducido a estrecho asedio, cuyo aprieto favorecía la existencia del poblado contiguo y edificaciones de que descuidadamente se había ido dejando rodear la posición, y que, no previsto el caso de su defensa, no había podido ser preparada en el apremio angustioso de la retirada, mediante la ocupación o destrucción de tan peligrosos obstáculos, que ofrecían al enemigo eficaz abrigo para hostilizar aquélla más de cerca y apurar su situación. Atenido, por lo demás, al concurso de las heterogéneas e inconsistentes fuerzas que había recogido, relajada su moral, en los diferentes empeños de las etapas de la retirada, supo, empero, imprimirlas el Mando, con su ejemplo y estímulo, la necesaria constancia y firmeza para soportar el rigor del cerco, cuyo mérito encarece más la pérdida de la artillería y su posesión por el enemigo; haciéndose acreedores al reconocimiento, en la resistencia mantenida, por el honroso sacrificio que constituye, en aras del deber y del honor militar, en el limite del posible esfuerzo, si bien estéril, porque la adversidad de las circunstancias no permitió el socorro de esta abnegada guarnición.

 

 

Impresiones sucesivas del Alto Mando en orden a la defensa de la Posición.

De los antecedentes facilitados por el Ministerio resulta que en conferencia telegráfica celebrada con el Alto Comisario el 27 de julio a las 19:30, que figura al folio 116, dice éste que Monte Arrui sigue resistiendo con grandes penalidades, confiando en que se le auxilie, siendo la aguada dificilísima. En la de las 20:30 del mismo día -folio ttg- manifiesta que Monte Arrui se defiende heroicamente, sin que le sea posible prestarle ayuda por hallarse cortadas las comunicaciones y no contar aún con las fuerzas organizadas debidamente para realizar un avance que encontraría resistencia; que la aguada sigue siendo dificilísima, las municiones escasas y la tropa se halla extenuada. En conferencia de las 12:30 del día 29 -folio 132-manifiesta “haberse recibido, transmitido por Zeluán, parte del general Navarro desde Monte Arrui dando cuenta de su llegada -la fecha de ésta está equivocada-, diciendo haber hecho el repliegue con los restos de la columna, siendo muy hostilizado; que tuvo que abandonar toda la artillería, con la que el enemigo le hizo fuego en su repliegue, y se encontraba mal de municiones y con la tropa extenuada y desmoralizada, y que estaba convencido de la imposibilidad de replegarse más. Agregaba el Alto Comisario, por su parte, que estaba convencido de que marchar con las fuerzas de que disponía a auxiliar a Zeluán y Monte Arruí sería exponerlas a un fracaso y dejar descubierta la plaza, que estaba entonces amenazada por casi todo el frente. Indicaba que iba a dar orden al general Navarro de procurar llegar a Zeluán y resistir que estaba entonces amenazada por casi todo su frente. Indicaba que si el general Navarro no pudiera refugiarse en Zeluán y esperar allí unos días, considerando por su parte imposible ir en su socorro, le autorizarla para cesar las hostilidades, para dar por terminada su heroica resistencia, como indicaba el Ministro, una vez que reconocía que había quedado a salvo el honor militar; mas esperaba comunicar con él aquella noche para darse cuenta de su real situación y decidir la que debiera hacer.

En conferencia de las 20:30 del día 30 -al folio 145- transmite telegrama de Monte Arruí, en el que se dice que «enemigo sigue cañoneando con fuego poco eficaz, pero mucho, para acabar de desmoralizar esta fuerza», indicando al Alto Comisario que si continúa la comunicación heliográfica preguntaría si con el abastecimiento por aeroplano pudiera seguir sosteniéndose.

En conferencia de las 20:15 del 31 da cuenta de que el general Navarro decía a mediodía que el «enemigo hizo 48 disparos de cañón a 2.000 metros de distancia con gran eficacia, causando numerosas bajas y grandes destrozos en posición y ganado». Manifiesta el Alto Comisario que, en vista del anterior telegrama, había autorizado al general Navarro para seguir la conducta que le dictasen las circunstancias; que le era sensible, que no le cabía otro recurso que hacerlo as.

En la de 3 de Agosto, 20:35 -folio 164-, participa que en la madrugada el general Navarro le había acusado el «enterado» del telegrama en que le explicaba la situación de la plaza y le autorizaba para obrar en consecuencia, habiendo contestado que, aunque el enemigo había vuelto a cañonear, confiaba poder extremar la defensa, caso de que los refuerzos no tardasen en llegar; que después no había vuelto a tener comunicación; pero, con arreglo a las manifestaciones de los aviadores que habían salido por la tarde para el abastecimiento de la posición parecía ya el enemigo posesionado de ella, lo cual le hacia suponer había caído, como Zeluán, en su poder, ignorando si fueran ocupadas por asalto o por capitulación, aun cuando se inclinara a creer esto último porque el general Navarro estaba autorizado para ello y la Alcazaba era muy difícil de ocupar por la fuerza.

Por último, en la de las g-1o del 4 de Agosto -folio 167- expresa que el general Navarro continuaba en la mañana su heroica defensa, contando ya sólo con un puñado de valientes; que no había vuelto a tener noticias de él hasta mediodía, ignorando si habría llegado a tiempo de salvarle la gestión que realizaba cerca de Abd-el-krim, pues en telegrama de la noche anterior le avisaban de Alhucemas haber salido emisarios para suspender el fuego contra aquél y reintegrarle a la plaza; por más -agrega- que la dolorosa e incalificable traición de Zeluán le hacía desconfiar del resultado.

 

Como último eco de aquella posición, al folio 1.007, se inserta un telegrama

de las 14:25 del mismo día 4, en que el Atalayón comunicaba haber conseguido establecer comunicación heliográfica con el general Navarro, el cual preguntaba si se le iba a mandar columna de socorro.

De este punto, el juzgado carece ya de información oficial directa sobre el curso de las indicadas gestiones, ni consideró de su resorte inquirirlas con arreglo a la restricción que le imponen las Reales órdenes de 24 de Agosto y 1 de Septiembre pasado, por entrar los hechos bajo la acción del general en jefe; pero, en relación con la declaración del teniente médico Peña -folio 685-, resulta que, atendiendo el general Navarro a la situación , agotadas las tropas por la sostenida defensa, escasa de municiones, falta de víveres y de agua; diezmadas por el fuego y privaciones, sin elementos sanitarios para la asistencia de numerosos heridos y enfermos, cuyas bajas aumentaba el forzoso abandono, debido a la falta de medios, y decaídos por el cansancio y sin esperanza alguna ya de socorro, fueron todas circunstancias que. influyeron en el ánimo del general -folio 685- para decidirle a escuchar las proposiciones que reiteradamente hacía el enemigo; e influyó también en esta decisión el haberse recibido un despacho del Alto Comisario diciendo que enviaba

emisarios a Abd-el-Krim y que Ben Chel-lal y Si Dris Ben Said se habían ofrecido a mediar a fin de alcanzar las condiciones más aceptables de capitulación; como también consigna al folio 787 de su atestado la desconfianza con que entablaron estas gestiones preliminares, exigiendo garantías para probar la efectiva influencia de los jefes indígenas sobre los cabileños, recelando su traición.

 

A este respecto, dice el intérprete Alcaide, al folio 1.304, que los moros intentaron varias veces parlamentar; pero que el general no quiso admitirlos, por ser los que venían gente de poca representación; sin embargo, apremiado por las circunstancias, hubo de disponer que saliera el día ¿? el comandante Villar, precedido del testigo , con bandera blanca, para intentar el parlamento; pero fueron recibidos a tiros desde los puestos enemigos, continuando la hostilidad contra la posición, aunque fuera mantenida la bandera blanca en el parapeto. El 8, al salir con igual objeto el teniente de la Policía Suárez, fué muerto al poner el pie fuera de aquélla. Por medio de un emisario moro, que, enviado por el enemigo, llegó a la posición, fué notificado éste que el general entraría en negociaciones, pero con los jefes indígenas principales; por lo que, acudiendo Ben-Chel-lal, Burrahay y Abib-Lel-Lach, entre otros , conferenciaron el día 9 en la puerta con el general, no confiándose a entrar en la posición, pactándose la entrega de ésta y del armamento, con excepción de los oficiales, que conservarían sus armas, y los moros dejarían salir libre a la fuerza y debiendo serle dada escolta hasta Melilla, anticipándose la evacuación de los heridos graves que requirieran inmediatos auxilios. Duraron estas negociaciones dos días, en que cesó el fuego, pero sin permitir hacer la aguada.

 

 

Convienen todas estas manifestaciones, tanto el teniente Gómez López -folio 840 vuelto-como el teniente médico Peña -folio 685 vuelto-, y prosigue Alcaide, al folio 1.305, que mientras se corrían las órdenes para la salida de las tropas, el general, con algunos oficiales y el testigo, salieron de la posición, siendo la una de la tarde, buscando un lugar de sombra, acompañados de los jefes moros, quienes con diversos pretextos fueron alejándolos, no acierta el testigo si con objeto de sustraerlos a una lesión de los indígenas o insidiosamente para dejar a éstos el campo libre; que llegaron así hasta las proximidades de la estación del ferrocarril, adonde les hicieron entrar, habiendo podido observar el testigo que en estos momentos los moros irrumpieron en la posición y abrían el fuego contra las fuerzas que la evacuaban, sin que el testigo viera mayores detalles de esta agresión. El general -continúa- notó en la estación algo de estos movimientos, preguntando lo que ocurría, dándose todos cuenta de la traición de que habían sido objeto, que algunos moros que se encaminaban a la estación, animados sin duda de aviesas intenciones, fueron contenidos, fusil en mano, por los jefes para que no entrasen en

ella; y cuando sus alrededores quedaron despejados por haber acudido todos al botín, los jefes moros los sacaron, montando al general en un caballo y a los demás a la grupa de otros, y con una escolta que allí tenía prevenida, y esquivando el encuentro con los otros moros, con los que, al parecer, no estaban de acuerdo, los encaminaron a la casa de Ben-Chel-lal, donde permanecieron hasta el día 25 de Agosto, que trasladaron al general y a los nueve oficiales que con él estaban a la playa de Alhucemas, y al testigo lo dejaron marchar a Nador, poco después, por estar peor de sus heridas.

Por su parte, el teniente Gómez López dice, al folio Sqi, que salió el general de la posición, uniéndose a los jefes -a su entender- para ver desfilar las fuerzas, cuya rendición se había pactado; que éstas, dejando en el suelo las armas, municiones y correajes, empezaron a salir, llevando en improvisadas camillas a los heridos graves, caminando los demás por su pie, siendo su número elevadísimo; que cuando había salido todo el regimiento de San Fernando, y se hicieron cargo los moros de todo el armamento, acometieron en todas las direcciones contra la desarmada tropa, especialmente contra los heridos, produciendo esto la confusión y atropellamiento de cuantos quedaban dentro y querían salir, que eran sacrificados a medida que lo efectuaban.

El soldado de Ceriñola Garcia Gamonoso -información del Cuerpo- dice que, a la evacuación, la fuerza de su regimiento fue la primera que dejó el armamento, dirigiéndose a la enfermería para transportar a los heridos y enfermos; y cuando lo estaban efectuando con los medios que improvisaron, observó “que dentro de la posición se oían gritos y voces, corridas en distintas direcciones, y moros en grandes masas se echaban sobre nosotros, sembrando la muerte”; y agrega el soldado del mismo Cuerpo Agustín Sosa –información dicha- que a medida que salían formados, dejando los fusiles en tierra, yendo hacia el poblado a reunirse, “empezaron los moros a hacernos descargas, matando a muchos y rematando a los heridos”.

 

Faltó falazmente el enemigo a lo pactado, consumando la horrenda traición y aniquilando de este modo los últimos vestigios de las fuerzas que compusieran un día la guarnición de la Comandancia general de Melilla, pues ya en los momentos de esta rendición no existía ningún puesto en armas en todo el territorio sublevado. Como triste epílogo de esta alevosía puede citarse la declaración de Juana Martínez López -folio 455-, la cantinera de Batel y refugiada en Arrui, que refiere las vicisitudes del asedio con ingenua sencillez, como el reguero de cadáveres que pudo ver desde la casa de Ben-Chel-lal hasta las inmediaciones de N actor, donde fué dejada en libertad al alcance de nuestras líneas, y el atestado de Mara Gómez Gil -número 40-, cantinera de Arruí, herida también en la aguada, y a quien la barbarie rifeña llevó prisionera a la posición para que les indicara dónde se hubiesen enterrado los cadáveres, en la sospecha de que en sus fosas hubiese armamento escondido, y que igualmente refiere los muertos que encontró en el camino cuando libertada, fué conducida hasta las proximidades del Atalayón.

 

Pozo número 2 de Tistutin.

Dependiendo administrativamente de la circunscripción del zoco El Telatza, de la que resulta apartado, se enlaza su actuación más determinantemente con la evacuación de Batel y Tistutin, en cuya zona estaba situado a kilómetro y medio de esta posición, de que tomaba nombre. Constituido un pequeño fortín de planta baja y azotea aspilleradas, que protegía el motor y bomba de un pozo de agua salobre en que abrevaba el ganado de las posiciones inmediatas, estando guarnecido por un cabo y tres ingenieros encargados del manejo y cuidado de la referida maquinaria. El día 19 de julio, encontrándose en Batel el cabo de la compañía provisional del regimiento de Africa D. Jesús Arenzana Landa -folio 1.148 vuelto-, a la que se había unido voluntariamente, pues desempeñaba el destino de escribiente de Mayoría, fue destacado al indicado fuerte con dos individuos de la expresada para su retuerzo.

Refiere dicho cabo las vicisitudes del puesto, en atestado número ib y en información prestada ante el cónsul de la Nación en Uxda -folio 820-, confirmando lo esencial de sus manifestaciones el cabo de Ingenieros Rafael Lillo, encargado del motor -atestado número 17-. Relata el cabo Arenzana, al folio z.z4g, que no se dio cuenta de la llegada del general Navarro a Batel el 23 de julio; pero que el 24 comunicó por teléfono con esta posición, dando conocimiento de que había empezado a ser hostilizado el día anterior, y pidiendo instrucciones, siéndole prevenido, en la idea de no complicar su situación -folio 822-, que se siguiera dando agua del pozo y no atacasen sino en caso de agresión del enemigo al fuerte, en la idea de que economizara al propio tiempo las municiones para ocasión extrema; que el 24, por la noche, fueron también atacados; pero no hubo hostilidad los días 25 al 27. Esta día 27 vió salir al general Navarro con sus fuerzas para Tistutin, siendo poco hostilizado, a su decir, por el enemigo, merced a las disposiciones que adoptara, en cuya apreciación hay excusable error, debido a las distancias; pues ya los Regulares, que él cree ocupasen para cubrir la retirada las alturas de Usuga, habían salido de Uestía el 23 de mañana para Nador y Zeluán, e incluso habían desertado. Pudieran, pues, ser dichas fuerzas de Policía. Tampoco se dio cuenta de la salida del general de Tistutin para Arrui en la madrugada del 29. Refiere que, cortada la comunicación telefónica el día 26, aprovechando un despliegue de fuerzas hecho desde Tistutin con dirección al pozo, sin duda el intento de hacer aguada la fuerza montada de Policía a que se refiriera el intérprete Alcaide en su ya reseñada declaración, envió a uno de los soldados de Ingenieros, con tres más que se habían refugiado allí, en demanda de instrucciones, concertando una señal de aviso para el caso de que hubiera de retirarse. Como no se hiciese la señal convenida, expresa que se quedaron defendiendo el pozo, enarbolando una improvisada bandera con un pañuelo de percha.

 

Al evacuar el campamento las fuerzas en retirada, se habían quedado en una de las garitas varios centinelas, uno de los cuales, Joaquín Rodríguez Barreiro, pudo huir y ser salvado en el pozo, como refiere el propio interesado en atestado número 31, con las vicisitudes subsiguientes de la esforzada guarnición. Prosigue Arenzana manifestando que durante la noche del 29 al 30 fué rudamente atacado, desde las nueve a las once y media de la noche, por un enemigo cuyo número no pudo apreciar en la obscuridad; pero le hace suponer fueran más de 70 -que le atribuye el atestado-, porque al hacerse de día vieron 35 cadáveres de hombres y más de 20 caballos; siendo de nuevo atacados en la mañana del expresado día 30. En dichos días le propusieron los moros por tres veces la entrega del fortín y del armamento, a que se negó.

En la tarde del día 30 se presentaron tres moros y concertó con ellos que les daría agua a cambio de traerles alimento y prisioneros que estuviesen en su poder, y por este procedimiento pudieron subsistir y rescatar al alférez de San Fernando D. Ildefonso Ruiz Tapiador, de la abandonada guarnición de Dar-Azugaj, y al soldado de la Comandancia de Artillería Manuel Silverio, del destacamento de Haf.

En esta disposición continuaron hasta ele día 4 de Agosto, que se les concluyó la gasolina, y como no podían dar ya agua se les acabó el medio de abastecimiento, determinando esta falta al cabo Arenzana a ir disfrazado de moro al campamento de Tistutin, que los naturales iban saqueando poco a poco, a proveerse de algunos víveres del depósito de Intendencia, que había aún en cierta abundancia, recogiendo lo que pudo en dos bolsas de costado y restituyéndose al fortín sin tropiezo.

Decididos a evacuar éste por la dificultad de sostenerse, y sin decaer su espíritu, lo abandonaron a las ocho y media de la noche del día 5, dejando enterradas todas las herramientas y piezas importantes del motor, los fusiles cortados los punzones, pues ya no tenían municiones, y llevándose las bujías y el magneto del motor, marchando a través de Guerruao con dirección a la zona francesa, en número, de nueve individuos.

Por la mañana fueron sorprendidos por dos moros, uno de ellos armado de fusil de los que se deshicieron mañosamente en la forma que relata, dando muerte a los dos enemigos y prosiguiendo su camino sin novedad, hasta que al llegar al pie de la avanzadilla francesa de Montagne, dependiente de la posición de Hassi Uenzga, fueron cercados por un grupo de indígenas armados, que los despojaron de todo, incluso de la ropa, y después de amenazas y viva discusión los dejaron internarse, sin que de la posición francesa se hiciera nada por socorrerlos.

Confirman en todas sus partes las anteriores manifestaciones el alférez Ruiz Tapiador, al folio 409 de su declaración, como igualmente el artillero  Silverio, al folio 1.337.

Al folio 3tq se inserta una comunicación del Alto Comisario de 'o de Septiembre incluyendo el relato precitado de la defensa del pozo por si fueran acreedores a recompensa dichos servicios.

Llamado a declaración el teniente coronel Bernárdez Tamarit, como jefe del tercer batallón del regimiento de Africa, a cuya compañía de ametralladoras perteneciera antes el cabo Arenzana, hace cumplidos elogios de este individuo -folio 1.197- por su cultura, buen espíritu, amor a la profesión y constante celo en el servicio, así como expresa la opinión que ha formado por los informes que ha adquirido de lo relevante del hecho de que se trata, tanto más de encomiar por la modesta categoría del que con singular firmeza lo realizara, sosteniéndose durante trece días en el pequeño fortín, abandonado de toda protección. La confirmación por este juzgado del comportamiento del pequeño destacamento le indujo a elevar al General en jefe del Ejército de Africa, en 14 de Octubre último -folio 1.346-, testimonio pertinente, señalando a dicha autoridad los méritos a su juicio contraídos en relación con los medios de que disponía y el contraste con el estado moral y material de decaimiento del territorio en las críticas circunstancias de los sucesos, el aliento que el cabo Arenzana supo imprimir a su reducida tropa y los actos personales de serenidad y de valor que desplegara, así en la defensa como en la evasión a la zona francesa, depuestos con la naturalidad de la conciencia de un deber cumplido, consecuencia del levantado espíritu de que en toda ocasión ha dado muestra dicho cabo, acreedor al más justo elogio, como en su medida alcanza a los demás individuos de su fuerza que en la realización de los hechos le prestaran adhesión y asistencia.

 

 

 

XII  COLUMNA DE KEBDANI

 

Idea general del territorio de Beni-Said.

El abrupto territorio de Beni-Said lo cubren las derivaciones de la cadena de montes que desde el Yebel Azrú, en la derecha del río Sidi-Salah, corre paralelamente al litoral hasta el Mauro, en la izquierda del Kert, pronunciando sus ásperas caldas hasta la costa y degradándose más tendidamente hacia este río. En esta quebrada comarca aparecen esparcidas y sin apreciable conexión una serie de posiciones, algunas de arbitraria situación y condiciones defensivas, la razón de cuya existencia no se alcanza, de no, obedecer al fin particular de proteger algún interés local por razones políticas, pues militarmente considerado en su conjunto-juzgado el territorio por la impresión cartográfica no podía responder a la seguridad del mismo, de que antes bien pudiera decirse constituyan prenda precaria.

Desguarnecimiento de la línea del Kert.

Era cabecera de esta circunscripción Kandussi, sobre la izquierda del Kert, río en el cual hubiera tenido natural apoyo a su espalda la incierta comarca de haber estado asegurada su línea y guarnecida en adecuada medida a base del mantenimiento de las antiguas posiciones que bordean su curso y de que hiciera cabeza anteriormente Ishafen; pero reducidas sus guarniciones a límites incapaces de resistencia, no podía prestar ni suponer sostén alguno. Ishafen contaba por toda guarnición con dos secciones de la tercera compañía del primer batallón del regimiento de Melilla, unidad reforzada con destinos recogidos, de que la otra sección estaba en Sammar, puesto también importante a la derecha de la línea, en Beni-Bu-Gafar, sobre las avenidas del Mauro; guarneciendo Imarufen, al otro extremo de ella, otra sección de otra compañía del Cuerpo.

 

Columna móvil de Kandussi.

Asentaba la cabecera del territorio en Kandussi, cual se deja indicado, donde estacionaban la columna móvil del expresado regimiento de Melilla, compuesta de tres compañías de fusiles, quinta y sexta del primer batallón y sexta del tercero y la de ametralladoras de dicho tercer batallón, con tren regimental, y la sexta batería de montaña, del regimiento mixto de artillería y una sección de la primera compañía de montaña de la Comandancia de Intendencia, a la cual fuerza se incorporó el día 21 de julio la sexta compañía del segundo batallón; retirada de Ishafen y relevada en esta posición por la parte de la tercera del primero que antes queda indicada, en la cual situación y mediante intervención adecuada en momento preciso hubiera acaso remediado esta fuerza la posición critica en que después se viera el general Navarro aislado y sin apoyo alguno en Drius, con sus comunicaciones en el aire, pero los apuros del frente de Annual alteraron el curso natural de las cosas.

 

Situación de la línea del Kert.

En resolución, relegada descuidadamente a segundo término y desprevenida la línea del Kert, que en tiempo anterior había constituido el frente ofensivo, hasta que, extendida y adelantada la ocupación del territorio a la cabila de Beni-Said, fueron avanzadas dichas fuerzas de Ishafen, donde asentaban, a Kandussi, de hecho pudo reputarse aquella línea desapercibida y a merced de las circunstancias, que, por lo demás, no se previeron prudentemente por el Mando, pues todas las demás posiciones que con anterioridad la cubrían y apoyaban habían quedado abandonadas o reducidas a simples puestos de policía.

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